De cara al futuro, aunque la volatilidad debería permanecer acotada a causa de las medidas de flexibilización monetaria (QE) implementadas, no se descarta la posibilidad de que sucedan ataques de pánico.

A pesar de que el Banco Central Europeo (BCE) comenzó el QE tal cual lo anunció, las condiciones asociadas al programa fueron algo más fuerte a lo esperado
. Esto dio lugar a una extensión del momentum positivo hasta mediados de abril, cuando comenzó un retroceso que provocó un salto rápido en los rendimientos en los títulos del G4, donde el mayor incremento de la volatilidad se dio en los bonos a largo plazo. No obstante, las tasas mucho más altas serían incompatibles con el débil crecimiento global y el aumento gradual esperado de las tasas de la Reserva Federal.

Los rendimientos a corto plazo, que son más un reflejo de las expectativas de política monetaria, cambiaron poco. Es por ello que durante el primer trimestre, la renta fija estadounidense se convirtió en una verdadera montaña rusa que repitió su desempeño, mientras que la europea registró el mayor declive. Ninguna de estas ventas, sin embargo, han sido significativas en comparación a las de 2013 relacionadas al "berrinche del tapering" y muchos otros episodios.

La renta variable por su parte, ha mostrado su capacidad de recuperación, aunque con vaivenes. Esto es causado principalmente por el fuerte vínculo entre los rendimientos de los bunds a 10 años y el euro, lo que genera un fuerte impacto sobre la renta variable europea. Después de los fuertes picos de la volatilidad registrados a finales de 2014 y principios de 2015, la renta variable de los mercados desarrollados se ha recuperado en su mayoría y muchas valoraciones de la renta variable emergente, también se han recompuesto de las caídas anteriores.

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