Draghi afirmó este martes en una conferencia en la reunión anual del BCE en Sintra (Portugal) que el banco central volvería a relajar la política monetaria si la inflación no se aceleraba, diciendo que en una reunión del Consejo celebrada hace menos de dos semanas se habían "planteado y debatido" nuevas compras de bonos, recortes de tipos de interés o cambios en la orientación a futuro en materia de política monetaria del BCE, recoge Reuters.

El mensaje deprimió al euro y al rendimiento de los bonos, lo que enfureció al presidente estadounidense Donald Trump, quien acusó a Draghi de buscar ventajas comerciales injustas mediante la devaluación de la moneda única.

Sin embargo, la agencia de noticias Reuters recoge que las conversaciones mantenidas con seis fuentes al margen del congreso anual del BCE de Sintra señalan que los responsables de establecer los tipos de interés no esperaban un mensaje tan fuerte y que no había consenso sobre el camino a seguir.

El BCE, dividido sobre la posibilidad de bajar los tipos

Las fuentes, que tienen conocimiento directo de la situación, afirman que la posibilidad de un recorte de los tipos de interés o de nuevas compras de activos se había mencionado el mes pasado solo de pasada y que no se había producido ningún debate sustantivo, ya que este se había centrado en un nuevo paquete de préstamos.

Sin embargo, los mercados no se mostraron nada impresionados con el mensaje de Draghi tras la reunión sobre tipos de interés de junio.

Además, la escalada de la guerra comercial mundial que se ha producido desde entonces y una serie de malos indicadores económicos sugieren que muchos de los riesgos ya se están materializando, lo que obliga al presidenteitaliano a reforzar su mensaje, dijo una de las fuentes.

Claro cambio de rumbo

De hecho, en su intervención del martes, Draghi dijo que vendrían más estímulos si no se produjera una mejora, lo que supone un marcado cambio de rumbo con respecto al mensaje de junio, cuando dijo que el BCE actuaría en caso de "contingencias adversas".

Las fuentes dijeron que los dirigentes del BCE estaban preocupados por el hecho de que Draghi estuviera lanzando las medidas de manera tan contundente a los mercados, como un "hecho consumado" que no deja margen a la posibilidad de desacuerdo al respecto en la próxima reunión del 25 de julio.

No obstante, estas fuentes agregaron que, ante la escalada de la guerra comercial mundial y las preocupaciones financieras en torno a Italia, había poco apetito por dar batalla en julio.

Varias fuentes agregaron que se dispondrá de muy poca información nueva antes de la próxima reunión sobre tipos, por lo que sería difícil justificar que se llegara a una conclusión diferente a la de junio.

No obstante, dijeron que el debate sobre qué medidas podrían aplicarse, cuándo y en qué orden seguía estando muy abierto. Un portavoz del BCE se negó a hacer comentarios.

Algunos responsables de política monetaria están a favor de la reanudación del programa de compra de bonos del BCE por valor de 2,6 billones de euros, otros prefieren un simple refuerzo de la promesa del BCE de no subir los tipos durante mucho tiempo y algunos se inclinan por recortes de tipos, según las fuentes.

¿Primero, el mensaje?

Varias de las personas consultadas consideraron que lo primero es cambiar el mensaje del BCE en materia de política monetaria.

Esto podría significar dejar caer una referencia a cuándo podrían subir los tipos, simplemente diciendo que se mantendrían en los niveles actuales -o potencialmente más bajos- hasta que se cumplan determinadas condiciones económicas, entre ellas un nivel de inflación, según señalaron dos de las fuentes.

Esto permitiría al BCE mantener las orientaciones a futuro durante un período más largo, sin tener que retrasar una y otra vez el momento de comenzar a subir los tipos de interés.

Otros se mostraron partidarios de reanudar las compras de bonos soberanos por considerar que con ello se reducirían los costes de endeudamiento de los Estados y se crearía indirectamente un margen de maniobra fiscal para reaccionar ante la desaceleración económica.

Sin embargo, esto planteaba algunos problemas. Después de comprar bonos por valor de 2,6 billones de euros entre 2014 y 2018, el BCE ya casi es titular de un tercio de la deuda pública de países como Portugal y Alemania, un umbral que se ha comprometido a no superar para no constituir una minoría de bloqueo en una eventual reestructuración de la deuda.

Draghi dijo que el BCE haría pleno uso de su flexibilidad, y algunas fuentes dijeron que este llamado "límite de emisión" podría ser eliminado o eludido si fuera necesario.

Unas cuantas fuentes apoyaron un recorte del precio del dinero, aunque esto se complicaría aún más por la posible necesidad de mitigar el efecto secundario sobre los bancos de unos tipos muy negativos a través de exenciones.

Este sistema, denominado "escalonado", en el que los bancos pagan una tasa de penalización reducida por una parte de su excedente de reservas, ha tropezado con la oposición de amplios sectores del Consejo de Gobierno debido a su complejidad.

Una fuente también señaló que corría el riesgo de crear oportunidades de arbitraje para algunos bancos cuando se combinaba con las operaciones de refinanciación a largo plazo del BCE (TLTRO III), en las que se les paga a los bancos para que tomen préstamos del BCE, siempre y cuando presten ese efectivo a los hogares y a las empresas.

Una minoría opinó que el BCE debería abstenerse de actuar, a menos que los datos económicos se deterioraran significativamente y las expectativas de inflación se alejaran aún más del objetivo del BCE.