El consorcio, liderado por Endesa y con la Universidad de Cádiz como coordinador técnico, está constituido por siete socios de perfil heterogéneo (líderes cada uno de ellos en su campo de investigación), que aportan una visión complementaria y multidisciplinar. En la reunión de lanzamiento, los promotores del proyecto han resaltado el objetivo del estudio de
“generar nuevos productos y aumentar la rentabilidad de la tecnología de cultivo de microalgas a escala industrial, así como posicionar a España como líder en la producción de estos bioproductos”. El mercado de biomasa de microalgas genera en la actualidad cerca de 10.000 toneladas al año de materia seca, lo que reporta una facturación de aproximadamente 1.500 millones de euros al año a nivel mundial.
El proyecto Algae for Healthy World, A4HW, cuenta con un presupuesto de un millón de euros para un plazo de desarrollo de dos años y está cofinanciado por la Unión Europea a través de los fondos FEDER, dentro del programa Retos Colaboración del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad (en concreto “Reto de Seguridad y calidad alimentarias; actividad agraria productiva y sostenible, recursos naturales, investigación marina y marítima”).
Además, pretende también desarrollar las herramientas biotecnológicas necesarias para mejorar y optimizar la producción de biomasa y desarrollar el estudio de pigmentos -antioxidantes principalmente-, y otras fracciones de valor añadido, a partir de diferentes microalgas, focalizando sus desarrollos en diferentes cepas de Spirulina, Nannochloropsis gaditana y Pyrocistis. Los resultados del proyecto se validarán en la planta piloto de microalgas de más de 1.500 m2 para la captura y fijación de CO2 que Endesa tiene desde 2006 en la localidad de Carboneras (Almería) para demostrar los usos de las microalgas y sus extractos de interés en el sector alimentario. A pesar de los usos extensivos de la Spirulina como alimento, resulta paradójico que aún no se hayan desarrollado las herramientas moleculares precisas para su mejora, lo que proporciona al consorcio una importante oportunidad de posicionamiento científico-tecnológico.
El proyecto Algae for Healthy World, (A4HW) se propone también avanzar en el conocimiento de la bioluminiscencia. Lo que simplemente se ve como luz en el mar es un fenómeno que se produce en casi todos los organismos que habitan en mares y océanos, desde bacterias hasta grandes peces, y que influyen en el comportamiento y la dinámica del sistema completo. La investigación ha sido experimentada por la empresa Mar Cristal Marilum, abanderada por el reconocido internacionalmente chef gaditano Ángel León. La Universidad de Cádiz, sede del Campus de Excelencia Internacional Global del Mar, ha venido desarrollando durante los últimos años investigaciones sobre la capacidad bioluminiscente de distintas microalgas, que han hecho posible algo hasta ahora tan impensable como “llevar luz a un plato”.
El CSIC-ICB aportará sus conocimientos en el campo del desarrollo de herramientas basadas en la microbiología y la biología molecular y de sistemas, AINIA participará como centro tecnológico especializado en las tecnologías más avanzadas del sector alimentario, Neoalgae y Novatec como socios industriales, el primero experto en cubrir el espacio que existe entre la escala de laboratorio y los procesos industriales en el campo de las aplicaciones de las microalgas y el segundo, como empresa de ingeniería y desarrollo, realizará los diseños de los fotobiorreactores, sistemas de cosechado y recolección y sistemas de control que optimicen la producción de microalgas.
Dos mil años, desde el primer uso culinario de las algas
El primer uso de las microalgas por los seres humanos data de hace unos 2.000 años, en China, con el uso de la cianobacteria Nostoc para alimentación en época de hambruna. También existen indicios de su uso para la alimentación humana dentro de las culturas fenicia, egipcia, maya y azteca. Sin embargo, la biotecnología microalgal comenzó realmente a desarrollarse en la mitad del pasado siglo, empezando a cultivarse como una fuente de compuestos de alto valor.
En la actualidad, son escasos los productos de algas comercializados y también muy escasas las microalgas cultivadas para tales fines. No obstante, las microalgas acumulan de forma natural compuestos de valor comercial en la industria de la alimentación e incluso de los combustibles, aunque en esta última vía los resultados alcanzados en proyectos previos, no han sido los esperados. Según los responsables de la Universidad de Cádiz, coordinador técnico del proyecto, conseguir que las microalgas acumulen uno u otro tipo de biomoléculas estriba esencialmente en el conocimiento exhaustivo de las rutas bioquímicas de síntesis de los compuestos de interés y de los factores que las regulan. La composición química de las microalgas no es un factor intrínsecamente constante, sino que varía en un amplio rango en función de distintos factores de cultivo como la temperatura, iluminación (intensidad, longitud de onda y fotoperiodo), pH del medio, suministro de CO2, concentración y tipo de nutrientes, fuente y concentración de nitrógeno, salinidad y fase de crecimiento.
La variación de estos factores, en función de cada especie de microalga utilizada, influye tanto en la composición bioquímica bruta de una especie como en la estructura y concentración de aminoácidos, así como en la disposición de los lípidos, el grado de insaturación de los ácidos grasos o el contenido en vitaminas. Además, las variaciones en el proceso de obtención de la biomasa y el momento de su recolección también pueden modificar su estructura y composición.