Hoy se ha confirmado que el gobernador del Banco de Italia, Mario Draghi, sustituirá en el puesto a Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE).

El nombre de Mario Draghi apareció como favorito en todas las quinielas de analistas hace unas semanas, cuando Axel Weber se retiraba de la carrera por presidir el BCE. De entre todos los candidatos Draghi tenía el mejor perfil y trayectoria (MTI, Banco Mundial, banco de Italia, Goldman Sachs…), sobre el papel, para dirigir el BCE, pero no debemos olvidar que
la decisión ha sido también política y que los Gobiernos examinan, además de los méritos de cada uno, de qué modo un determinado candidato es más propenso a satisfacer las necesidades específicas de cada país. En este sentido, Mario Draghi, satisface tanto a Alemania como a Francia (que ya había expresado un apoyo explícito al italiano).

Por sus intervenciones previas en medios de comunicación y decisiones adoptadas, cabe esperar una política ortodoxa sin distracciones por las coyunturas del corto plazo, lo cual se traducirá muy posiblemente en términos de estrategia monetaria en que la estabilidad de precios es lo primero. Por sus actuaciones previas también sabemos que es claro y llama a las cosas por su nombre, lo cual ayudará a dar estabilidad y credibilidad a la institución.

La duda que nos queda respecto a su gestión, debido a su amplia experiencia previa en un banco central, lo que le hace conocedor de las dificultades y retos de la estabilidad financiera, es hasta qué punto balanceará precisamente estabilidad financiera y estabilidad de precios, especialmente en el momento en que todavía existen importantes riesgos sistémicos.

En cualquier caso no parece que la elección de Mario Draghi vaya a representar un giro de 180º en la política del BCE. Su principal reto será mantener la credibilidad de la institución y la claridad en sus mensajes y acciones, algo que Jean Claude Trichet ha logrado muy satisfactoriamente.