El año 2008 fue un año durísimo para los fondos de acciones que sufrieron pérdidas que rondaron el 50% para muchas categorías, pero, por lo menos, los fondos de renta fija tradicionales actuaron como refugio y se comportaron excepcionalmente bien. Fue un año para haber mantenido una estrategia defensiva. El año pasado fue el año de la recuperación de los fondos de renta variable y los partícipes que pudieron aprovecharse de ella lograron rentabilidades abultadas. Fue un año para haber asumido riesgos, incluso en renta fija (los fondos de bonos high yield consiguieron rentabilidades superiores al 50%).

Pero este año el desanimo parece haber invadido la mente de los partícipes. Con los problemas de déficit que presentan muchos países desarrollados, éstos tienen la sensación de que hay pocos lugares donde refugiarse. Las bolsas han vuelto a retroceder con fuerza anticipando una recaída de la economías (la idea es que los recortes presupuestarios podrían desinflar una tenue recuperación económica mundial) y los tipos de interés podrían experimentar subidas que perjudiquen a los fondos de renta fija (con el argumento de que los déficits públicos tendrán de resolverse poniendo a funcionar la máquina de imprimir billetes y generando inflación).

Pero si uno se fija más atentamente en las rentabilidades de algunas de las principales categorías de fondos, se pueden extraer lecciones interesantes. En efecto, hay determinados fondos de renta variable que están consiguiendo rentabilidades de dos dígitos, como los de acciones norteamericanas. Es cierto que gran parte de esta rentabilidad proviene de la revalorización del dólar frente al euro, pero esto nos recuerda que el aspecto divisa es una variable que hay que tomar en consideración a la hora de diversificar una cartera de fondos.

Por otro lado, por muy pesimistas que sean las previsiones sobre la deuda pública de la Zona Euro la categoría asociada a este activo no lo está haciendo tan mal, con una ganancia cercana al 3% en los cinco primeros meses de este año.

Por lo tanto, hay vida durante la crisis. De hecho, las mejores oportunidades se producen no cuando la crisis ha pasado, sino precisamente durante la crisis. Es en los momentos de pánico, como los que sufrimos en la actualidad, en los que los mercados suelen castigar de forma indiscriminada a todas las compañías, a todos los sectores y a todos los países. Y es en este tipo de situaciones en las que el inversor de largo plazo puede beneficiarse de estas ineficiencias.