El consenso del mercado habla de “un punto de inflexión” hacia las economías descarbonizadas que también ha emergido en el parqué bursátil español, donde han irrumpido una decena de posibles ofertas públicas de ventas.

España se prepara para el desfile de salidas a bolsa de activos renovables

La gran pandemia ha provocado que un creciente número de países hayan elevado e impulsado el grado de ambición de sus objetivos de emisiones netas cero y, en paralelo, que sus empresas hayan acelerado las variables de sus negocios de energías renovables -en especial, la eólica y la solar- con los que están construyendo un andamiaje de neutralidad energética en sus sistemas productivos que aproxima la confección de economías descarbonizadas. Palabras de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, según sus siglas en inglés) que ayudan a entender el viraje que ha tomado, al unísono, el combate contra la catástrofe climática en gobiernos, el sector privado, los mercados de capitales y las sociedades civiles hacia la consecución de espacios económicos bajo patrones de crecimiento en los que prime la sostenibilidad y, por tanto, libres de gases de efectos invernadero. Al menos, en el ecuador del siglo. En el que las carteras de inversión con un diseño de criterios ESG -ambiental, social y gobernanza- están dotando a este cambio de paradigma del carburante financiero necesario para acometer reconversiones empresariales y procesos de transformación de cadenas de valor y de modelos productivos nacionales. Desde Bank of America añade algunos datos de esta fulgurante conciencia inversora en los mercados de capitales: en 2020, el año de la crisis sanitaria, los confinamientos sociales y la hibernación de las economías, pero también de la histórica recesión sincronizada mundial, los más de 2.500 fondos de inversión que operaron con principios responsables movilizaron -en bonos o activos- más de 255.000 millones de dólares. Sólo en acciones, 1.867 gestoras y sociedades de valores movilizaron 194.000 millones de dólares, en contraste con los 186.000 millones que destinaron a sus carteras de renta variable. Surgieron 141 nuevos fondos con capitales ESG y siete de cada diez firmas de ellas, son europeas. En los dos primeros meses de 2021, estos flujos han alcanzado los 24.000 millones de dólares, un ritmo 1,5 veces superior al registrado de promedio durante todo el ejercicio pasado.

La moda verde se ha impuesto en los mercados. Al calor -o, para ser más exactos, a la estela y como consecuencia del mayor desplome económico desde la Gran Depresión de 1929- y con el punto de mira en una recuperación que, con la incógnita cada vez más despejada por la campaña de vacunaciones en todo el mundo del instante del despegue de la actividad, será de un especial dinamismo. Chris Iggo, CIO Core Investment de AXA IM, sintetiza de forma elocuente el consenso del mercado: “Las expectativas para 2021 son elevadas, y los inversores miran hacia el futuro y a las políticas monetarias con optimismo, porque las vacunas siguen siendo apoyos sólidos para la consolidación de sus perspectivas”. Incluso “existen voces que hablan de una reactivación como la de los años veinte del siglo pasado”, señala, ya que “persiste una demanda reprimida de consumidores e inversores que podría contribuir a un mayor auge de la actividad económica en la segunda mitad del año”. Y el mercado es capaz de anticipar estas premisas y de respaldar la confianza de los capitales, impulsar los flujos hacia activos de riesgo y propiciar una mejora adicional en el impulso de los beneficios empresariales, precisa Iggo. Pese a los riesgos de nuevas oleadas de contagios y la aparición de nuevas cepas de Covid-19 o el retardo en la vuelta a una etapa de consolidación fiscal, que podrían “interrumpir de manera prematura las compras de activos y perjudicar la trayectoria de los mercados”. La advertencia de Iggo resulta premonitoria -“si la retirada de los estímulos fiscales se produce demasiado pronto y de forma fulminante, los precios de los activos sufrirán”- porque demandan una acción política de sumo equilibrio entre la retirada exacta de los respaldos presupuestarios y el retorno a la estabilidad y el ajuste de las cuentas públicas.

En este contexto, la financiación de un planeta más verde ha emergido con inusitada fuerza. Un asunto capital, en el que la industria bancaria e inversora ha adquirido la percepción ecologista de las sociedades civiles, que ya arraigó antes de la llegada del Covid-19. Sondeos de opinión de una multiplicidad de fuentes hablan de que la prioridad entre ciudadanos y ejecutivos de firmas multinacionales al señalar como el gran riesgo geoestratégico las distintas amenazas climáticas. Con saltos demoscópicos más que notables. Entre estadounidenses, por ejemplo. El 52% de los residentes en el primer mercado mundial así lo cree, frente al 30% que lo identificaba en 2009. O seis de cada diez europeos, en comparación al 43% en 2017. El informe de Citi anticipa un respaldo social aún mayor durante la Gran Pandemia. Por la acción combinada de la sociedad, los gobiernos, las empresas y los inversores. Hasta el punto de que los expertos del banco estadounidense aseguran que se ha alcanzado “un punto de inflexión” en el combate contra el cambio climático. Si bien matizan que todavía queda mucha batalla por librar “en el desafío de la descarbonización del planeta”. Porque la agenda de mitigación de las emisiones requiere un “mayor desarrollo en los sectores altamente contaminantes”. Terreno en el que las tecnologías ya están capacitadas para acelerar las inversiones en innovación, pero en el que “todavía subyace un déficit notable entre los que se gasta en la actualidad y el arsenal de desembolsos que se necesitan para el éxito del desafío climático” y que Citi evalúa entre 3 y 5 billones de dólares anuales.

Las inyecciones de capital en tecnología son vitales ala hora de “alinear los objetivos inversores y económicos” de la descarbonización, explica el GPS de Citi. Los avances en las baterías, en los cimientos del hidrógeno, en la captura y almacenamiento del carbono, la electrificación limpia o en la eficiencia energética reclaman inversiones en innovación. Mientras se reduce y se gravan las actividades y materiales contaminantes. Es un asunto de comunión entre el sector público y el privado que, “afortunadamente, está viviendo una fase de esplendor con la apuesta por los criterios ESG” que podría dar lugar a un periodo en el que los fondos sostenibles superen la meta de los 30 billones de dólares a medio plazo, precisan desde Citi. “Estos activos están en franca difusión global y son indispensables para presenciar un planeta verde”. La innovación financiera es otro factor ineludible en este trayecto por su poder equilibrador de la oferta y la demanda de los capitales necesarios para abordar el desafío climático y por su vasto instrumental de canales de transmisión. Desde la financiación de proyectos, hasta inversiones GSS (Verde, social y sostenible, por sus sigas en inglés), o bonos verdes, SPAC (compañía con propósito especial de adquisición) firmas diseñadas para facilitar futuras operaciones de fusión o adquisición, mecanismos 'efficiency as a service' o titulizaciones verdes. Todos ellos, vehículos de inversión idóneos para suturar la brecha entre requerimientos de innovación sostenibles y las necesidades de financiación para borrar la huella de carbono en un momento trascendental en el que las políticas y las regulaciones medioambientales, por un lado, el salto tecnológico, por otro, y las perspectivas inversoras ESG, en tercer término, apuntan a la misma dirección.

El fervor inversor verde aterriza en el mercado español

La dinámica de los capitales hacia los valores sostenibles, sin embargo, no es sinónimo de éxito. En 2020, pese a la hibernación económica, las emisiones de CO2 apenas retrocedieron un 9% en el planeta. Con alzas de gases contaminantes en los tramos en los que se reanudó la actividad. Y el petróleo vuelve a recuperar niveles por encima de los 60 dólares, factores que alejen la dosis de triunfalismo, junto al incumplimiento de los objetivos anuales intermedios de los Acuerdos de París, y ponen en tela de juicio voces de supermajors y gobiernos productores de crudo como el ruso -uno de los últimos en declarar su viraje hacia las renovables-, a los que se suma la propia EIA, de que la cota de máxima demanda del petróleo en los mercados tocó techo en 2018.

En los mercados, también se ha instalado la recomendación de que los activos vinculados al oro negro y al gas se revalorizarán este año. Ante constataciones como las que establecen que, entre los países del G-20, de los 400.000 millones de dólares de ayudas fiscales destinadas a consolidar sus sectores energéticos, el 53,3% todavía fueran a parar a empresas de combustibles fósiles.

El circuito bursátil español parece primar la transición ecológica y el interés inversor por firmas ESG. Frente a los vestigios, aún notables, de que el petróleo y el gas todavía permanecerán por algunas décadas en la hoja de ruta hacia la sostenibilidad. Es la percepción que emana de varias de las decisiones corporativas españolas. Acciona, por ejemplo, ha anunciado la salida a bolsa de su división de renovables. La creación de un vehículo cotizado diferenciado, que integre los activos de energía limpia de la compañía -dicen desde la multinacional- “permitiría atender la demanda del mercado y promover su crecimiento, con el objetivo de llegar a duplicar en 2025 la actual capacidad energética instalada y liberar al mismo tiempo recursos para el desarrollo del resto de negocios estratégicos de la compañía como Agua, Inmobiliaria o Movilidad Urbana”. El propio presidente de Acciona, José Manuel Entrecanales constata la prevalencia que la oleada de inversiones verdes globales ha supuesto en la estrategia de la firma: “Las tendencias actuales del mercado apuntan a una fuerte demanda de infraestructuras sostenibles y energías limpias ante la que debemos estar preparados”. En este entorno -explicaba hace unas semanas, durante la presentación de resultado de la empresa de 2020, ejercicio en el que ganó 380 millones de euros, un 8,1% más que en el año precedente- “una salida a bolsa de nuestro negocio de Energía nos permitiría acelerar nuestro crecimiento con el coste de capital adecuado y mayor capacidad en nuestro balance”. Acciona mencionó específicamente “el creciente interés de la comunidad inversora mundial por empresas que cumplan con los más estrictos criterios medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG)”, un fenómeno sobre el que su plan estratégico confía en asentar su crecimiento adicional durante la década en curso. La compañía prevé que la salida a bolsa tenga lugar durante este año, “siempre que las condiciones de mercado así lo permitan”.

El perímetro de la nueva compañía -alertan- “incluiría todo el negocio de Energía, excluyendo la participación en el fabricante de aerogeneradores, Nordex”. Si bien aclaran desde Acciona que tanto el tamaño como la estructura de la colocación “está aún por definir”, aunque el capital flotante en bolsa sería de, “cuanto menos, el 25% del capital de la nueva cotizada”. También precisan que la compañía mantendrá una participación mayoritaria en la empresa y que su negocio de Energía de Aciona cotizará en las bolsas de valores españolas, “si bien el mercado definitivo aún no ha sido decidido”. Su negocio de Energía facturó 1.780 millones de euros en 2020, un retroceso del 10,9% respecto a 2019, con un Ebitda de 831 millones, que supuso un descenso del 6,7%. Cifras que reflejan menores ingresos en España (del 14,2%), debido a “los precios mayoristas, que bajaron hasta los 33,96 euros/MWh, un 29,1% por debajo de los del conjunto de 2019-, que se compensaron con un incremento acumulado en el resto de países del 1,5%. El pasado año, la capacidad consolidada de Acciona aumentó en 578MW, de los que 485MW procedieron de su negocio eólico en EEUU, México, Chile y Australia y 94MW del segmento fotovoltaico en Chile. En España, la firma instaló la planta solar de Sierra Brava (1MW), la primera fotovoltaica flotante conectada a red del país. Al cierre del año, Acciona contaba con 10.694MW instalados, el 53% en España y el 47% en el resto del mundo, con una producción anual total de 24.075GWh.

En este clima propicio para el estrenó en los parqués bursátiles también hay media decena más de movimientos. Después del apagón de 2020, en el que sólo Soltec Power, firma especializada en tecnología fotovoltaica, fue la única en debutar en bolsa. El Covid-19 ha retraído el apetito inversor por la entrada de nuevas cotizadas en el mercado de capitales español. Pero no ha sido el único factor. El acicate de las renovables y los valores verdes puede ser la catapulta de la fase de sequía del último trienio, en el que apenas ha habido cinco estrenos bursátiles: Metrovacesa, Berkeley, Amrest y Solarpack, además de la mencionada Soltec. OPDEnergy y Capital Energy son otros dos botones de muestra. OPDEnergy podría ser la primera firma de renovables en acudir al mercado. Prevista para esta primavera. La ‘verde’ navarra, controlada por inversores vascos, ha contratado a Banco Santander y a Citi como bancos coordinadores para colocar en el mercado entre el 30 y el 40% del capital, ha logrado una valoración de entre 1.000 y 1.500 millones de euros. La firma, cuyo CEO es Luis Cid, cuenta con 350 MW en ejecución y su objetivo estratégico es alcanzar los 4,5 GW en 2023, para lo cual -admite la compañía- precisa capital de mercado. La Oferta Pública de Suscripción (OPS) está prevista para la última semana de abril o primera de mayo. Con negocios internacionales en América (EEUU, México y Chile) y, en Europa, en Francia, Reino Unido, Italia y Polonia, pese a su relativamente reciente nacimiento, en 2005.

Capital Energy también busca acelerar su salto al parqué, tras lograr el pasado mes de febrero permisos de acceso para 1.500 MW más, lo que eleva un 20% su cartera de proyectos avanzados, desde los 7.000 a los 8.500 MW. Asentados en Castilla y León, la compañía propiedad de Jesús Martín Buezas, maneja un ambicioso plan de crecimiento, que implica una inversión de 10.000 millones de euros hasta 2025. Su pretensión es sacar a bolsa un 25% de su capital, aprovechando el mayor interés de los inversores por la energía limpia. La empresa podría estar valorada entre 3.000 y 4.000 millones de euros.

A ambas se une FactorEnergía o la gallega Ecoener, cuyo proyecto bursátil está en la mesa de su consejo de administración, Cox Energy, que ya cotiza en la Bolsa de México, o la división de renovables de Global Dominion, sin descartar Gransolar o EDiF. Todas ellas en manos de bancos de inversión para catalogar el precio de sus posibles OPV’s y la valoración de sus activos y de sus proyectos verdes -o, en su defecto, para perfilar posibles ventas de activos, como también se baraja en Gransolar-, tienen visos de querer sumarse a corto plazo a la lista de renovables en la bolsa española que conforman Solaria, Audax, Solarpack, Grenergy y Soltec.

El boom por las renovables también lo alentó el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, el mismo día que Entrecanales daba luz verde al protagonismo bursátil de su división de Energía, al admitir que la major española sopesa dar autonomía inversora propia a su filial de renovables en el mercado en una operación que se valora en torno a los 4.000 millones de euros. Bajo un ambiente idóneo a tenor de la recepción de solicitudes que ha recibido la CNMV de operaciones de OPV’s desde el inicio de 2021. Con el foco puesto en las firmas renovables. En el que el grupo energético que preside Antonio Brufau desea aprovechar la atmósfera inversora para poner en valor sus activos que, según índices de sostenibilidad como el Bloomberg Global, han llegado a incrementarse en un 150%. Y que algunas renovables como Solaria han conseguido, incluso, rebasar en la bolsa de Madrid. Repsol ha contratado a JP Morgan para dirigir la salida a bolsa, prevista para junio, con la que, además, tratará de recuperar la confianza del mercado y evitar una bajada de rating por parte de las agencias de calificación. Uría & Menéndez y Linklaters se ocuparán de la seguridad jurídica de la oferta. Imaz dejó un resquicio abierto a la posibilidad de captar inversores externos.

Con independencia del curso final que tomen las posiciones de capital, la tendencia en el sector energético internacional y español es la de separar valores con sello verde de los activos con huella de carbono. El de seguir la estela del súbito esplendor bursátil de las renovables y de las perspectivas inversoras que emanan de los bancos de inversión. Goldman Sachs, por ejemplo, estima que el Green Deal europeo movilice 10 billones de euros de capitales hasta 2050, un 50% más que sus valoraciones de hace un año, 2 billones de ellos se dirigirán hacia proyectos de hidrógeno. Con mayores desembolsos en infraestructuras sostenibles en el espacio europeo, hasta el punto de acelerarlos en un 200% esta década, y unos gastos de capital, globales, que se dispararán en un 325%”. Escenario propicio para que los Green Majors puedan ofrecer una tasa de crecimiento anual compuesta (CAGR) de ganancias por acción (EPS) del 9% hasta 2030.

Desde Bolsas y Mercados Españoles (BME) se deja constancia de la magnífica atmósfera para las financiaciones de inversiones verdes. “Pocas veces un año ha dejado una huella imborrable en toda la Humanidad como el Covid-19”, explica en un reciente informe de la entidad gestora de los mercados de capitales hispanos, Julián Romero, presidente del Observatorio Español de la Finanaciación Sostenible, quien resalta que el pasado fue también el ejercicio en el que el mundo de las finanzas verdes “ha impreso una huella imborrable con la eclosión de los bonos sociales”. Un segmento -dice- que se había mantenido minoritario, pero que, “de pronto, ha convertido a los Principios de los Bonos Sociales en un instrumento perfecto de financiación, en canalizador de los mecanismos de ayuda creados para aliviar los graves efectos económicos de la pandemia, a tenor de sus volúmenes de contratación, con 120.000 millones de euros emitidos, el triple del tamaño de todas las emisiones realizadas hasta la fecha”.

Los datos recabados en el parqué bursátil español también resultan significativos. “La crisis del coronavirus ha producido en 2020 un cierto sorpasso en la financiación sostenible, después de los titubeos iniciales, reactivándola hasta finalizar el año con un volumen de 33.026 millones de euros en España y un crecimiento del 45%”. Es decir, que uno de cada 10 euros en financiación en el mercado de capitales en España es sostenible. Dentro de un crecimiento mundial de este mercado del 18% respecto a 2019, hasta alcanzar los 605.259 millones de euros. El volumen de la deuda sostenible se iguala en 2020 con la de la deuda high yield (544.000 millones de dólares frente a 547.000 millones), lo que confirma -según el estudio- que no es un mercado nicho, sino un segmento muy relevante en el conjunto del mercado de deuda global con uno de los mayores potenciales de crecimiento. “En España, las emisiones de bonos verdes, sociales y sostenibles concentran 15.024 millones de euros de la anterior cifra, el 54% más que el año anterior”. Por su parte, los préstamos sostenibles aportan 18.002 millones con una subida del 38%. BME invoca la atención inversora hacia unos bonos verdes que registraron un volumen de 9.123 millones de euros y un crecimiento de 44% en 28 operaciones que fueron realizadas por 22 emisores, frente a las 20 operaciones y 14 emisores del ejercicio precedente. “Este ha sido el año de los bonos sociales, verdaderos protagonistas del mercado, que se multiplicaron por más de 6 veces a nivel global”. En España, donde contaban con un peso relativo muy superior, también alcanzaron el mayor crecimiento de entre las tres categorías con un 88% y 2.817 millones emitidos. Mientras el segmento de bonos sostenibles aportó 3.084 millones y un crecimiento del 62%.