Con 8,3 millones de personas afectadas, más de 220.000 fallecidos y cotas de contagio diarias superiores a los 55.000 infectados, EEUU está lejos de poder doblegar la curva epidemiológica del Covid-19. La segunda ola de la pandemia está siendo, como en otras latitudes del planeta, de mayor virulencia.

Una crisis, la sanitaria, que amenaza con pasar una nueva factura a la gran economía global, cuyo PIB se contrajo nada menos que en un 31,4% en el segundo trimestre y que, pese al repunte de la actividad y al cierto dinamismo del empleo en los meses estivales de desescalada, podría dar al traste con la previsión de un descenso recesivo del 4,3% que acaba de otorgar el FMI a la economía estadounidense en el conjunto del año. Un diagnóstico bastante más benévolo que los números rojos que la Reserva Federal anticipaba al inicio del verano, del 6,5%.

 

Lawrence Summers, secretario de Estado con Bill Clinton, ha suscrito un informe que ha sido recogido por S&P Global, y que firma junto al economista David Cutler, de la Universidad de Harvard, en el que pone cifra a los costes que pasará la Gran Pandemia a EEUU: más de 16 billones de dólares. El también antiguo director del Consejo Económico Nacional, considera que el combate contra el coronavirus es “la mayor amenaza a la prosperidad y el bienestar” desde la Gran Depresión de 1929, tal y como resalta el estudio en el que pone su rúbrica. 

La factura equivale al 90% del PIB americano, valorado en 18 billones de dólares y se traduce en unos gastos de casi 200.000 dólares para familias de cuatro integrantes, según el informe, que se ha publicado en Journal of the American Medical Association. “Aproximadamente la mitad de esta cantidad corresponde a la pérdida de ingresos por la grave recesión a la que ha inducido el Covid-19”, dicen Summers y Cutler, y tiene en cuenta sólo los efectos a corto plazo de la caída de producción, más que los gastos asociados a los tratamientos y asistencia sanitaria.

Ambos autores cifran en 7,6 billones de dólares las pérdidas económicas en la próxima década, en línea con las proyecciones de la Oficina Presupuestaria del Congreso, y otros 4,4 billones por las muertes prematuras que se esperan y que evalúan hasta finales de 2021. A ellos, suman otros 2,6 billones por complicaciones sanitarias a largo plazo de los pacientes que han padecido Covid y alrededor de 1,6 billones adicionales por los tratamientos psicológicos que se derivarán de la pandemia.

“Estos desembolsos superan con creces a los asociados a recesiones convencionales como la surgida por la Guerra de Irak y, en cambio, guarda similitudes con el retroceso asociado y previsto por el cambio climático”, alertan los autores, que advierten, además, de que la cifra de fallecidos en EEUU, si continúan la actual trayectoria de defunciones, alcanzará los 625.000 fallecidos.

 

Las predicciones de Summers y Cutler aparecen mientras el Congreso y la Casa Blanca tratan de cerrar un nuevo programa de estímulo y en el tramo final de la carrera electoral entre Donald Trump y Joe Biden al Despacho Oval.

A este respecto, Summers y Cutler recomiendan que esta nueva inyección de recursos suponga el 5% del PIB para contener la expansión del coronavirus y adquirir test y aplicaciones de trazabilidad de contagios porque, en su opinión, “los beneficios económicos de estas inversiones son 30 veces más altos que los costes estimados de no haber dado curso legal a una ayuda de tal magnitud”.

Aunque, a su juicio, “de forma más genérica, los inmensos gastos financieros de la Covid, sugieren un replanteamiento fundamental del papel del gobierno en la preparación de pandemias”, porque, “actualmente, las prioridades de gastos en EEUU se dirigen a tratamientos graves, en detrimento de los fondos necesarios para reforzar los servicios y las infraestructuras sanitarias”.

Las previsiones privadas sobre el PIB de EEUU en el conjunto de 2020 barajan una horquilla entre el 4,1% y el 10% de recesión.