Argentina y un dilema: ¿inflación alta o inflación incierta?

Actualmente, la inflación genera en los argentinos dos preocupaciones simultáneas: a) su elevado nivel, b) la incertidumbre en torno a dicho nivel. No sólo preocupa que la inflación sea alta (problema 1), también preocupa “el no saber” qué tan alta será (problema 2) y tengo la sensación de que este segundo problema está impactando la psiquis de los argentinos mucho más que el primero. En última instancia uno puede adaptarse a vivir un 2014 con inflación alta pero cierta, es la incertidumbre de cara a los próximos 10 meses lo que frena decisiones de inversión. La inexistencia de un “ancla inflacionaria” que destruya la incertidumbre en torno al nivel de inflación esperado ha frenado notoriamente a la economía argentina. (Inflación Argentina: Los Empresarios “tienen” la culpa)
A este ritmo si no se contiene la inflación, Argentina deberá devaluar nuevamente: lentamente los bonos dollar-linked vuelven a acercarse a paridad después de la paliza que se comieron con los cambios regulatorios del Central describiendo a un mercado que agazapadamente comienza a cargar otra vez expectativas devaluatorias. Entonces, para evitar otra devaluación al estilo enero 2014 es indispensable desinflacionar hoy. (¿Cuánto cuesta el acuerdo de Repsol/YPF?)
 
No estoy pensando para la Argentina de hoy y sus tiempos políticos en un plan anti-inflacionario ambicioso “a lo Milton Friedman” que de golpe vaya a inflación cero dado que sería socialmente imposible. Sin embargo, bien podría ser positivo sólo contar con un “plancito anti-inflacionario” que reste algo de volatilidad y aceleración al 2014. Tampoco implico que tener una inflación del 35% es bueno, la inflación ES MALA SIEMPRE. Pero y esto hace a la esencia del artículo de hoy, dado donde estamos HOY y hacia donde podemos ir, tomar pérdidas y anclar el 2014 al 35% sería muy bienvenido. (¿Plan anti-inflacionario antes de paritarias?)
 
Actualmente las expectativas inflacionarias superan el 40% y se acerca la segunda publicación del nuevo IPC la cual dará una marca también alta para febrero. Los argentinos somos muy buenos en inflacionarios. Es suficiente una mínima señal y todo el mundo sale a remarcar, es la lamentable adaptación darwiniana que incorporamos a nuestro ADN ante décadas enteras de inflación elevada, lo cual nos hace una especie única en el mundo y por eso el manejo de expectativas en Argentina se hace crucial.
 
El 2014 recalentó expectativas inflacionarias al punto tal que si uno extrapolase la medición oficial del IPC del 3.70% de enero a todo el año, eso da 54% de inflación. Obviamente que extrapolar así está mal, enero y febrero serían probablemente los meses de mayor inflación del año dado que absorbieron el embate post-devaluatorio (siempre que no haya otra devaluación). Pero también es cierto que el número inflacionario de enero está en la capocha de todos los argentinos: ¿cuánto más se puede escapar la inflación?

En la Argentina de hoy, una inflación “alta pero anclada al 35%” y por lo tanto sin volatilidad sería una buena noticia. Esto generaría certeza razonable en el sendero de precios para los próximos 10 meses del año y si bien un “plancito anti-inflacionario” no sería gratis me pregunto: ¿cuántos efectos positivos generaría convencer a los argentinos de que la inflación rondaría el 35% y no más? Las medidas del Central han dado oxígeno pero el mismo es temporario, sería útil utilizar este periodo efímero de estabilidad cambiaria para atacar a la inflación antes que la tortuga tome velocidad. Una cosa es una tortuga sin gamma y otra muy distinta es una tortuga que saca pecho y se sube al gamma de expectativas (gamma=aceleración).
 
La certeza reduciría uno de los mayores enemigos de un sistema económico: la incertidumbre en especial para un país como Argentina con el enorme impacto que la inflación tiene en decisiones de negocios. El 2014 probablemente sea un año recesivo, es cierto que un plan anti-inflacionario también incrementaría los impactos negativos en la generación de empleo pero al mismo tiempo posibilitaría un efecto neutralizador vía disminución de incertidumbre cambiaria y de precios locales con un estímulo a la inversión. Recuerden lo bien que reaccionaron los mercados ante la sinceridad del nuevo IPC de enero.
 
Si un “plancito anti-inflacionario” razonable se implementase, el impacto que tendría sobre lo que resta del 2014 sería razonablemente bueno. Los costos recesivos directos de un plan anti-inflacionario bien podrían reducirse a través de los impactos expansivos indirectos que un shock positivo de expectativas podría generar en la inversión y por ende en la generación de empleo. El 2014 arrancó mal, necesita oxígeno, un shock positivo de expectativas a través de un plan anti-inflacionario razonable bien puede cambiar el rumbo entero del 2014 y todavía no es tarde pero la tortuga nos está ganando el sprint.
 
 
Germán Fermo, Ph.D.
Director, MacroFinance
Director, Maestría en Finanzas UTDT
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Twitter: @germanfermo
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