Guerra de divisas, conflicto monetario o lucha por a garantizar las exportaciones en aras de una recuperación económica. Lo podemos dar el nombre que queramos pero la conclusión es la misma: los principales bancos centrales han decidido, bien manteniendo tipos de interés en niveles cercanos a cero o con políticas ultraexpansivas, hacer su divisa más competente con el objetivo de favorecer las exportaciones, vender más barato, y fomentar el crecimiento de sus economías. Desde este momento, son dos los factores principales “de la volatilidad de las divisas. En primera instancia, la politización de los bancos centrales, algo que, en apariencia todavía está entre bastidores en Japón pero que es ya es inminente en el país vecino: el Banco de Inglaterra podría ser el próximo en cualquier momento tras la llegada de Carney si finalmente salen adelante sus nuevos esfuerzos radicales para ayudar a Reino Unido a alcanzar la “velocidad de escape”, explica John J. Hardy, director de estrategia de divisas de Saxo Bank.

El BCE no hará nada, la FED mueve ficha

Pero, si nos centramos en la divisa europea lo cierto es que cada vez que el euro se aprecia de manera significativa, algún política europeo muestra preocupación y pide intervenir, en tanto que el BCE mira hacia otro lado. Todavía resuenan las palabras de Mario Draghi en nuestro país tachando de “exagerado” hablar de guerra de divisas. Algo lógico si se tiene en cuenta que el mandato del organismo es el de la estabilidad de precios, aunque en la práctica éste se ha desplazado hacia la estabilidad financiera. “Es difícil imaginar que el BCE pueda verse envuelto en una "guerra de divisas" en la que estarían deseando embarcarse algunos políticos europeos de modo más contundente que el de las declaraciones, a pesar del riesgo de avivar la inestabilidad del mercado”, reconoce Javier Flores, responsable del servicio de análisis de Asinver. (Ver: El BCE reduce el tamaño de su balance, el euro se dispara)

Así las cosas, si el BCE no hace nada, será el par contrario - la