Una cartera es un cojunto de activos (renta varaible, renta fijal, liquidez) que tiene un inversor.
La gestión de carteras trata de obtener la combinación rentabilidad-riesgo óptima para cada inversor. Es decir, obtener la máxima rentabilidad dentro de unos niveles de riesgo fijados anteriormente.
Para lograr este objtivo existen múltiples productos financieros y diferentes estrategias de inversión, en función al riesgo que el inversor está dispuesto a asumir.
Los inversores pueden contratar la gestión de su cartera de valores con una entidad autorizada por la CNMV para prestar servicios de inversión.
La entidad que tenga suscrito el contrato de gestión de carteras tiene una serie de obligaciones frente al inversor: debe remitir al cliente información periódica sobre la composición y valoración de sus inversiones, los rendimientos y su comparación con el indicador de referencia. En todo caso, debe informarle mensualmente cuando la cartera gestionada presente pérdidas a final del mes con respecto al fin del mes anterior y cuando la naturaleza de las operaciones o el riesgo inherente a las mismas exigieran, por razones de prudencia, una mayor información al cliente.
