
Pekín no solo lidera la producción, sino también el procesamiento y la exportación, lo que ha convertido a este recurso en una herramienta geopolítica cada vez más poderosa. Sin embargo, detrás de este aparente control total, se esconde una dependencia creciente de un país inesperado: Myanmar.
A pesar de ser una economía más pequeña y afectada por conflictos internos, Myanmar se ha consolidado en los últimos años como un proveedor clave de tierras raras pesadas.
Esta dinámica ha consolidado el dominio de China sobre la cadena de suministro global, pero también la expone a riesgos considerables derivados del contexto político y social del país asiático.
Las importaciones desde Myanmar refuerzan la hegemonía china
Aunque China lidera la producción mundial de tierras raras, también recurre a la importación de estas materias primas para mantener su dominio. Según datos de la aduana china, Myanmar representó alrededor del 57 % del total de tierras raras importadas por China durante el año pasado. Este flujo de material ha sido clave para mantener la posición de liderazgo de Pekín en el procesamiento y comercialización de estos minerales estratégicos.
La relevancia de Myanmar no se limita a la cantidad, sino también a la calidad. El país destaca por ofrecer tierras raras pesadas como el disprosio y el terbio, utilizadas en sectores estratégicos como el militar, aeroespacial y de energías renovables. Estos elementos, menos abundantes en la corteza terrestre, tienen un mayor valor de mercado y son más difíciles de sustituir.
Gracelin Baskaran, directora del Programa de Seguridad de Minerales Críticos del CSIS, ha señalado en declaraciones a la CNBC que la producción de Myanmar ha reforzado de forma decisiva la capacidad de influencia de China en los mercados globales. La extracción en Myanmar y el procesamiento en territorio chino configuran un modelo de cadena de suministro en el que Pekín concentra el control económico y político.
La extracción se traslada del sur de China al norte de Myanmar
El interés chino en las tierras raras de Myanmar responde también a cuestiones ambientales y regulatorias. Durante la primera mitad de la década de 2010, las operaciones de extracción de tipo IAC (arcilla de adsorción iónica) se encontraban principalmente en el sur de China. Este tipo de yacimientos contiene altas concentraciones de tierras raras pesadas y se explotan a través de métodos químicos de lixiviación, altamente contaminantes.
A medida que el gobierno chino endureció las regulaciones ambientales y cerró muchas de estas explotaciones, empresas del país comenzaron a invertir y operar en el norte de Myanmar, donde la geología es similar y las restricciones mucho menores. La transición fue rápida y estratégicamente coordinada, con empresas chinas desarrollando nuevas minas que pasaron a reemplazar la producción nacional.
Según Yue Wang, consultor senior en Wood Mackenzie, las tierras raras extraídas por mineros locales en Myanmar se exportan principalmente en forma de óxidos hacia China, donde se llevan a cabo los procesos de refinación y valorización. Este modelo de externalización ha permitido a Pekín continuar liderando el mercado sin asumir directamente el impacto ambiental.
Consecuencias ambientales y sociales de la extracción
El auge de la minería de tierras raras en Myanmar ha tenido consecuencias graves para el medio ambiente y las comunidades locales. Un informe publicado por Global Witness en 2024 sostiene que China ha subcontratado gran parte de su extracción a Myanmar “a un coste terrible para el entorno y las poblaciones que viven cerca de las minas”.
Las prácticas utilizadas para extraer tierras raras pesadas generan residuos tóxicos y provocan la contaminación del agua y del suelo. Muchas de las explotaciones están ubicadas en zonas rurales sin infraestructura de control ni acceso a servicios básicos, lo que incrementa los riesgos sanitarios. La falta de regulaciones ambientales firmes ha facilitado el desarrollo de un sector extractivo opaco y difícil de fiscalizar.
A esta situación se suman los conflictos sociales. En muchos casos, los proyectos se han implantado sin consultar a las comunidades afectadas, lo que ha generado protestas y tensiones con las autoridades locales. Además, la inestabilidad política del país ha hecho que grupos armados se involucren en el control de las explotaciones, alimentando la violencia y la corrupción.
Los riesgos estratégicos de depender de Myanmar
La decisión de China de apoyarse en Myanmar como proveedor ha fortalecido su posición a corto plazo, pero también ha introducido vulnerabilidades significativas. Desde 2021, tras el golpe militar en el país, la junta ha perdido el control efectivo de diversas regiones, incluida gran parte del estado de Kachin, zona clave para la extracción de tierras raras.
En 2024, el Ejército de Independencia de Kachin (KIA), un grupo rebelde, tomó el control de varios yacimientos que representaban hasta la mitad de la producción mundial de tierras raras pesadas. Desde entonces, se han producido interrupciones en el suministro, según informes recogidos por Reuters, lo que ha generado subidas en los precios de algunos elementos críticos.
El intento del KIA de utilizar estos recursos como herramienta de presión frente a China revela lo delicado de la situación. Myanmar ahora una jurisdicción demasiado inestable como para garantizar un flujo constante y seguro de minerales estratégicos. A medida que se agudiza la crisis política, aumentan las posibilidades de que Pekín enfrente obstáculos para mantener su dominio sin interrupciones.
Los datos de la aduana china muestran una caída de más del 30 % en las importaciones de óxidos de tierras raras desde Myanmar durante los primeros cinco meses de 2025, en comparación con el mismo período del año anterior.

