
El tramo final de 2025 reaviva una pregunta que vuelve como un ritual, casi como un reflejo condicionado del propio mercado: ¿habrá rally de Navidad este año? La estacionalidad suele jugar a favor, pero el momento actual no encaja del todo con los patrones que tantos inversores esperan. El mercado se mueve con una mezcla de agotamiento técnico, rotación hacia posiciones defensivas y un S&P 500 que parece detenido justo en esa frontera psicológica que separa un cierre de año brillante de uno lleno de advertencias. El S&P 500 ha confirmado una figura de distribución en forma de Hombro-Cabeza-Hombro, que proyecta un retroceso hacia los 6.360 / 6.343 puntos, una zona donde descansan soportes de relevancia. Pero al mismo tiempo coloca al mercado frente a un umbral tan claro como decisivo: un cierre diario por encima de los 6.869 puntos, el máximo del segundo hombro, sería suficiente para anular la figura y abrir de nuevo la puerta a ese esperado impulso navideño.
En medio de este vaivén técnico, Pablo García, director de Divacons Alphavalue, sostiene que la corrección reciente no altera los fundamentos que han sostenido al mercado durante el año. La expectativa de una política monetaria más laxa, el consumo estadounidense dando muestras de una fortaleza sorprendente, los resultados empresariales que siguen superando previsiones y la narrativa tecnológica que aún late con fuerza en los líderes del sector componen un relato más estructural que coyuntural. Y aunque las valoraciones del S&P 500 se mantienen por encima de sus medias históricas, territorio que siempre despierta vértigo, lo cierto es que gran parte de las inversiones en inteligencia artificial no nacen de la deuda, sino de la colosal caja de gigantes como Nvidia, Alphabet, Microsoft, Apple o Amazon. Ese detalle, más propio de un equilibrio de poder que de un simple ciclo, aporta un matiz de tranquilidad entre tanta turbulencia y hace pensar que, de cara al tradicional rally de Navidad, el optimismo puede sostenerse.
Por su parte, el analista Roberto Moro cree que la foto final de año no diferirá mucho de la actual. “El año está casi hecho... quizás los índices podrían subir un 4 o 5% más hasta máximos si no se pierden soportes claves", señala. Con todo, Moro apunta a varios defensivos para una cartera estable por si las turbulencias regresan antes que caiga el telón de 2025.
Esa misma búsqueda de estabilidad lleva a firmas como Morgan Stanley a mirar hacia otro punto distinto del mercado: las compañías que podrían convertirse en futuras pagadoras de dividendos. Un gesto casi contracultural en Estados Unidos, donde reina la recompra de acciones, especialmente entre las Big Tech y los grandes bancos. Sin embargo, la entidad ha identificado un grupo de empresas que, con caja neta superior al 5% de su capitalización y un flujo de caja robusto, podrían empezar a retribuir a sus accionistas de manera regular. Lyft lidera esta decena de candidatas, acompañada por nombres como Charles Schwab, Maplebear o Dillard’s. La posibilidad de que un nuevo club del dividendo nazca desde sectores tan diversos añade un matiz inesperado en un mercado que, pese a todo, sigue mutando.
Pero no todas las transformaciones llegan en clave de optimismo. El auge de la inteligencia artificial ha traído consigo un fenómeno añadido: una ola de emisiones de deuda corporativa que empieza a preocupar a los analistas del mercado crediticio. Durante años, los gigantes tecnológicos financiaron sus proyectos ambiciosos con liquidez interna, fruto de balances casi inabarcables. Ahora, ante la magnitud de las inversiones necesarias, compañías como Alphabet o Meta han comenzado a acudir al mercado de bonos con operaciones récord. La advertencia es clara: si el ritmo continúa en 2026, la saturación podría erosionar la estabilidad que el sector ha disfrutado hasta ahora.
El lujo, por su parte, transita una curva distinta. Tras años de crecimiento exuberante y precios al alza, el sector se prepara para una contracción del 2 al 5% en 2025, un frenazo que contrasta con el avance medio del 7% anual desde 2016. Sin embargo, en un horizonte más amplio, la normalización hacia un crecimiento del 5–6% entre 2026 y 2030 sugiere un reequilibrio más que un declive. En ese escenario, LVMH continúa afianzando su estrategia basada en la excelencia, reforzando su liderazgo a través de la eficiencia operativa, la simplificación del grupo y la esperada revitalización creativa de Dior bajo Jonathan Anderson.
En el ámbito farmacéutico, el cambio de ciclo es de otra naturaleza. Pfizer, tras ver caer sus ingresos tras el final de la pandemia, ha iniciado una etapa centrada en nuevos tratamientos oncológicos y fármacos para la pérdida de peso. Su candidato PF-4404, un anticuerpo biespecífico capaz de bloquear simultáneamente PD-1 y VEGF, aspira a competir con Keytruda, de Merck, en uno de los campos más codiciados de la industria. La propia compañía lo define como un mecanismo de acción “potencialmente transformador”, capaz de convertirse en pieza fundamental en diferentes tipos de cáncer. Así, mientras otros sectores lidian con contracciones o endeudamientos, la farma parece apostar por una renovación profunda basada en la ciencia y la innovación.
El mercado español también vive su propio guion, en ocasiones más movido por operaciones corporativas que por tendencias sectoriales. 2025 ha sido testigo de OPA de gran calado como la de Neinor sobre Aedas, así como del intento fallido de BBVA por absorber Sabadell. El interés no decae: Goldman Sachs señala a Amadeus, Naturgy y Solaria como posibles objetivos de futuras adquisiciones, con probabilidades superiores al 30% en el caso de esta última. La idea de que tres compañías españolas se muevan en el radar de grandes inversores internacionales subraya que, incluso en un año irregular, el atractivo corporativo no se desvanece.
Ese mismo contraste se observa en los llamados “patitos feos” del Ibex 35: Puig, Cellnex y Amadeus, valores a los que el mercado ha dado la espalda a pesar de que sus caídas no superan el 20%. La metáfora del cuento —un patito que acaba convertido en cisne— sirve aquí de recordatorio de cómo valores castigados pueden protagonizar resurrecciones bursátiles sorprendentes, como ya hicieron Sabadell o la propia Solaria. Cellnex es el mejor ejemplo actual: tras caer con fuerza, Renta 4 mantiene una recomendación de sobreponderar y un potencial alcista de más del 75%. En un índice dominado por historias de volatilidad, pocos recuerdan que algunos de los mejores rallys nacen precisamente desde el suelo.
Y todo ello sin olvidarnos de que estamos en un fin de semana de chollos... y también en la bolsa española, en la que el Black Friday abre una oportunidad táctica para tres valores del Ibex. Banco Santander llega a las rebajas tras una corrección que, más que debilidad, ha servido para ajustar valoraciones y limpiar posiciones especulativas. Inditex afronta estas fechas como su gran examen anual, beneficiada por el impulso del consumo y reforzando a la vez su doble apuesta por el lujo y el low cost. Y Solaria, protagonista de un año vertiginoso, sigue brillando con el apoyo del mercado tras sucesivos episodios de short squeeze que han consolidado la confianza de los analistas.
Y mientras todo esto sucede emerge otra realidad que atraviesa todos los sectores: la necesidad de que los inversores aprendan a usar la inteligencia artificial para invertir. La IA se ha convertido en infraestructura, no en herramienta opcional. Afecta a la biotecnología, la salud personalizada, la logística global y, desde luego, a las finanzas. Para el inversor, el primer paso no pasa por pedirle a la máquina que decida, sino por dejar que audite sus hipótesis, que señale sus debilidades, que obligue a ser más riguroso. El valor ya no reside en acumular información, sino en formular bien las preguntas.
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