Las compañías disponen de una oferta de más de un 25% de trabajadores que se decanta por esta fórmula de empleabilidad respecto a las estimaciones que barajan como necesidades operativas online sus departamentos de Recursos Humanos. Mientras emergen las soluciones híbridas. Sobre todo, entre profesionales de alta cualificación y de escalas salariales elevadas..


El teletrabajo se ha convertido en el fenómeno laboral por excelencia durante la Gran Pandemia. Los avances tecnológicos de las últimas décadas han facilitado las fulgurantes transformaciones digitales de las empresas. Es como si las compañías de todo el mundo en mayor o menor medida, pero casi sin excepción, “hubieran dado un salto de un lustro en los tres trimestres de 2020”. De esta manera tan gráfica explica la magnitud de este fenómeno Diya Jolly, que gestiona Recursos Humanos en la firma Okta, tecnológica americana especializada en gestión de identidades online y una de las expertas que piensa que el trabajo en remoto ha venido para quedarse. “Serán las compañías las que se vean forzadas a desplegar sus instrumentos telemáticos y a poner en liza proyectos de inversión en servicios de computación en nube, de desarrollo de software y de Big Data e Inteligencia Artificial y situarlos en el punto más elevado de su agenda estratégica futura”, alertaba en Business Insider. Una predicción que está en la sala de máquinas de gran parte del sector privado cuando se inicia el despegue del ciclo de negocios post-Covid. Tras un año en el que startups como Figma, Notion o Canva, tecnológicas de desarrollo de aplicaciones digitales, han visto elevar en miles de millones de dólares su demanda de servicios. Son sólo tres botones de muestra. Porque plataformas como Zoom ha llegado a ser un interlocutor habitual de cientos de millones de trabajadores y consumidores en todo el mundo. Todas ellas se han beneficiado del trabajo en remoto. Al igual que otra larga lista de ellas. Desde algunas casi recién salida de la incubadora, como Celonis, hasta gigantes tecnológicos como Amazon. Mientras Microsoft o Salesforce lanzaban ya esta primavera, con los avances de las campañas de vacunación y el lento pero ineludible retorno a la presencialidad, sus primeros catálogos de ofertas con instrumental preciso para hacer más segura la vuelta a la oficina. Eso sí, “todo digital” y preparado para una especie de coexistencia pacífica con el teletrabajo. Fórmulas híbridas, advierten en Salesforce. Para “producir en cualquier instante”, afirma Bret Taylor, su Chief Operating Officer (COO). 

En Boston Consulting Group (BCG) también comparten este diagnóstico. Bharat Khandelwal, uno de sus responsables en gestión de empresas en Norteamérica, explica que “el trabajo nunca será igual”. Una toma de conciencia que -dice- ha calado entre los directivos corporativos, que “están en plena adaptación de los cambios, porque el trabajo en remoto es una realidad que está aquí” y “están en la obligación de capitalizar el efecto del Covid-19 sobre las relaciones laborales en sus líneas de negocio”. De aprovechar -matiza- “las tendencias hacia la digitalización, el trabajo en remoto y la virtualización”, así como la “reinvención” de las nuevas pautas de consumo; casi en su totalidad, de preferencia telemática. Porque, a su juicio, “esta transformación del mercado de trabajo está acelerando modelos de customización flexibles” para adaptarse a la realidad. En algunos casos, las respuestas son inmediatas. Compañías que marcan prioridades de garantías en la seguridad laboral, instauración de herramientas telemáticas, normas acordes de gestión y producción interna e, incluso, un nuevo baremo de retribuciones en especie en el que se evalúa, por ejemplo, ahorros de alquiler de viviendas o de centros empresariales de oficinas. Mientras otras prefieren optimizar aspectos relacionados con las cadenas de valor en mercados exteriores o las ratios de productividad y contratación de talento. 

El abanico de opciones es, pues, inmenso. En un contexto en el que -aclaran desde el think-tank de BCG- ha descendido el número de expatriados de empresas, como revela un reciente sondeo de esta consultora de servicios profesionales entre casi 209.000 directivos de 190 países. Hasta el punto, que se “ha decodificado el talento global, que será también cada vez más virtual”. Así lo refleja el descenso de la movilidad internacional en mercados de alto atractivo profesional como EEUU, Francia, Italia o España, respecto a los niveles previos a la Gran Pandemia. “Salvo las ofertas de traslado en remoto”, alerta Orsolya Kovacs, que “empiezan a emitir señales claras de incremento”. El 57% de las respuestas se decanta por aceptar este tipo de puestos de trabajo o responsabilidades directivas. En especial, en EEUU, Australia y Canadá.         


 
“No creemos en el retorno al pasado, donde la presencialidad en el mismo centro empresarial era el denominador común; ni tampoco en el lado extremo, en el del trabajo enteramente en remoto”, aseveran en BCG. “Las personas también necesitan interactuar físicamente, colaborar y aportar en equipo”. De ahí que anticipen que los modelos híbridos serán los que se impondrán en las empresas que apuesten por las adecuadas gestiones de sus relaciones laborales. Ideales, además, para generar mayores dosis de creatividad y productividad. Y más idóneos para poder adaptarse a los requerimientos de la globalización.  

Desde el Global Institute de McKinsey también se extraen conclusiones similares. A partir de una macroencuesta propia, sostienen que las preferencias por el teletrabajo se concentran muy en especial entre los directivos, empleados de alta cualificación y en ciertas industrias, latitudes y ocupaciones. “Más del 20% de la fuerza laboral podría trabajar en remoto tres de los cinco días laborables de forma tan efectiva como si se desplazaran toda la semana a sus habituales puestos de trabajo”. Si se instaurara esta fórmula híbrida, “se multiplicarían por cuatro los candidatos a llevarlo a la práctica”. Con el consiguiente impacto sobre las economías de las grandes ciudades, el transporte o los gastos de consumo. Sin embargo, “más de la mitad de los trabajadores del planeta tiene aún escasas posibilidades de trabajar online”. Porque sus ocupaciones exigen una colaboración habitual con maquinaria especializada o entrega de servicios o bienes presenciales. La mayor parte de los cuales, además, son trabajos de baja remuneración y en riesgo de cambios estructurales hacia la automatización y la digitalización. 

Aunque, al mismo tiempo, ha surgido un replanteamiento estratégico hacia la contratación del talento laboral bajo demanda, que estimula todavía más el teletrabajo en el sector privado. Para Joseph B. Fuller, de BCG, es otro de los fenómenos instaurados desde las cúpulas ejecutivas que consideran necesario disponer de plantillas más reducidas, flexibles y operativas en tiempo real. Seis de cada diez responsables empresariales así lo creen, tal y como afirma Fuller, a partir de la investigación de su firma. La reconversión digital del trabajo -avisa- “está siendo un acicate para externalizar ciertos servicios y contratar freelancers”. Dentro de una proliferación intensa de las plataformas de talento digital. Como Fiverr, Toptal o Upwork. “Existen más de 330 de ellas en la actualidad, frente a las apenas 80 de hace una década”. Y nueve de cada diez directivos confía en los filtros de estas plataformas para captar talento y ganar ventajas competitivas en el futuro.

En favor de esta tendencia global por el teletrabajo surge el impulso que ha cobrado durante la epidemia el e-commerce y otros instrumentos de transacciones virtuales que, para los expertos de McKinsey, han “elevado la demanda del trabajo a distancia”. En 2020, las ventas minoristas online crecieron entre dos y cinco veces en los mercados industrializados. Con más de tres de cada cuatro consumidores haciendo uso de plataforma de compras digitales.  


 
La OECD ha aportado su propio diagnóstico multilateral. “El Covid-19 ha creado una repentina necesidad a empresarios y trabajadores de facilitar el teletrabajo” que ha resurgido de manera fulgurante, a dobles dígitos, en 2020, entre las economías de rentas altas, las que configuran su órbita de influencia. Desde el 28% de Japón, hasta el 47% en Australia, Francia o Reino Unido. De un dinamismo especial en los sectores “altamente digitalizados”, como el de comunicaciones o el financiero, aunque también entre los profesionales liberales y en las empresas de asistencia técnica, donde las tasas de trabajo en remoto han saltado por encima del 50% de promedio. En mucho mayor dimensión, en compañías multinacionales y de tamaño y facturación elevadas, y entre trabajadores y directivos con altos estudios académicos. Quince veces por encima de los empleados de baja cualificación. Y con una incidencia superior entre mujeres. “Aunque la brecha con respecto a los hombres es mínima en economías como la danesa, la sueca o la británica”, se jacta la institución, desde donde se admite una percepción de productividad “mucho más fuerte frente a las tasas anteriores a la crisis sanitaria” y con perspectivas de asentamiento en el futuro en las estructuras empresariales. Una predicción que comparte Tsedal Neely, profesora de MBA en Harvard y autora de Remote Work Revolution, para quien los modelos híbridos de trabajo ya están obligando a las compañías a “crear condiciones y oportunidades distintas” que conecten trabajo y productividad: “Hay que resetear la oficina” como lugar centralizado de producción y confeccionar empresas off-site, avisa.