Un comienzo de año muy activo por la venta de miles de millones de deuda nueva por parte de empresas de riesgoLas empresas situadas en el segmento de mayor riesgo del espectro inversionista han tenido un comienzo de año muy activo, marcado por una combinación de tipos de crédito baratos y un fuerte crecimiento económico que ha avivado la venta de bonos por un valor superior a ocho mil millones de euros en las primeras semanas del nuevo año. Toda esta deuda ha encontrado inmediatamente a compradores, dispuestos a aprovechar los altos rendimientos ofrecidos. ¿Pero es prudente que se lancen tan fácilmente? ¿Están aumentando su vulnerabilidad ante un cambio del mercado? Tenemos motivos para ser precavidos a largo plazo, pero, a corto plazo, estamos encontrando muchas oportunidades interesantes. La búsqueda de rendimiento por parte de los inversores
El mercado de ’High Yield’ es el segmento más arriesgado del mercado de deuda corporativa. Está formado por empresas que tienden a tener, por diferentes motivos, un nivel de deuda mayor que la media. Más deuda significa mayor riesgo de impago. Todo esto suena bastante arriesgado, de modo que, ¿por qué los inversores se muestran desesperados por concederles préstamos? Por dos motivos: En primer lugar, el rendimiento de las inversiones de renta fija tradicionales –bonos del es tado y bonos con calificación crediticia –es bajo y está provocando que muchos inversores exploren nuevos métodos para mejorar la rentabilidad. En segundo lugar, en el boyante entorno económico actual, muy pocas empresas de ’high yield’ están incumpliendo el pago de su deuda. A los ojos de muchos inversores,esto hace que merezca la pena correr el riesgo de asumir esta deuda. De modo que, en un entorno en el que parece que casi cualquier empresa puede encontrar compradores para sus bonos, nosotros optamos por la cautela. Hay varios asuntos que nos preocupan: hemos observado que las condiciones de los bonos de ‘high yield’ se han debilitado bastante y son mucho más favorables para las empresas que para sus titulares. Además, cuando las empresas llegan al mercado de bonos, reciben muchos más préstamos. Como inversores, estos factores nos han hecho mucho más precavidos a la hora de poseer deuda a largo plazo. Oportunidades, con cautela A corto plazo, hemos descubierto que el propio tamaño de la demanda de otros inversores nos permite encontrar oportunidades. Los bonos están cumpliendo los objetivos de rendimiento con mucha más rapidez que en el pasado, por lo tanto, el periodo de tiempo durante el que poseemos un bono ha descendido considerablemente. Mientras que hace unos años, podíamos esperar mantenerlos durante un año o dos, ahora cumplimos con frecuencia nuestros objetivos en cuestión de semanas, si no días. Las condiciones del mercado nos están permitiendo ser mucho más dinámicos con la gestión de nuestra cartera: cuanto más rápido los valores cumplen nuestros objetivos, más rápido podemos vender los títulos de la cartera. Los bonos que poseemos más a largo plazo –que constituyen nuestros títulos “fundamentales” –suelen tener determinadas características: están emitidos por empresas que tienen un perfil financiero estable o en mejoría, y que, preferiblemente, han maximizado su capacidad financiera; nos gustan los bonos que maduran, o que probablemente vuelvan a ser adquiridos por la empresa, en un periodo de tiempo relativamente corto, normalmente en dos o tres años; también nos gustan los títulos que incrementan sus protecciones legales–llamadas pactos –para proteger a los titulares de bonos de cualquier acto por parte de la empresa que perjudique sus intereses.
Perspectivas positivas, por ahora Nuestras perspectivas inmediatas para el mercado son bastante positivas. Las tasas de impago suben cuando la economía entra en recesión: si considera que la economía mundial va a entrar en recesión, deshágase del crédito. Nosotros, no creemos que haya ningún problema en la economía mundial y no prevemos una recesión en un futuro inmediato. Indudablemente, los impagos volverán a aumentar algún día: un fuerte crecimiento económico puede implicar su propia destrucción porque, a pesar de ayudar a las buenas empresas, también aplaza el momento en que las empresas que van mal rindan cuentas, fomentando más préstamos, peores planes empresariales y una mayor financiación por parte de los inversores. Cuando veamos que se aproxima una recesión, será el momento de abandonar. De momento, no consideramos que la tasa de impagos vaya a empeorar. A mediados de los 90, las tasas de impago se mantuvieron bajas durante cinco años. Las tasas de impago han sido bajas durante un par de años, de modo que podríamos encontrarnos en otro periodo de tasas de impago bajas. Hasta ahora, la mayoría de las empresas continuarán pagando sus cupones y el precio de los bonos se mantendrá.Mientras las perspectivas económicas sigan siendo positivas, creemos que el crédito, y el ’high yield’ en particular, ofrecerán una mejor rentabilidad que los bonos del estado.