
La biotecnología, y compañías como Oryzon Genomics, requieren un tipo específico de inversor: sofisticado, con visión de largo plazo y tolerancia al riesgo. Aunque las primeras fases del desarrollo clínico están llenas de incertidumbre, el paso a la Fase III, previa a la comercialización, representa una enorme oportunidad de revalorización. Oryzon está a punto de alcanzar ese hito con la previsible autorización por parte de la FDA del protocolo del estudio de Fase III PORTICO-2, para evaluar vafidemstat en trastorno límite de la personalidad (TLP), lo que nos situaría como una de las pocas biotecnológicas españolas en alcanzar esta etapa.
En un mundo que busca seguridad en sectores tradicionales, cada vez más inversores exploran lo que se conoce como “inversión de impacto”, que combina retorno financiero con beneficios sociales o medioambientales medibles. En este contexto, la biotecnología ha sido calificada como la “inversión de impacto definitiva”, al tener la capacidad de mejorar la salud y calidad de vida de millones de personas. El desarrollo de terapias efectivas para enfermedades graves y sin tratamiento adecuado —como ciertos tipos de cáncer o trastornos mentales— está alineado con los objetivos sociales y cubre vacíos que el mercado tradicional ha dejado sin atender.
Cada euro destinado a la investigación biomédica genera esperanza para pacientes y familias. Esta es la adicionalidad del sector: sin estas inversiones, muchos avances cruciales no existirían o tardarían años en llegar. En Oryzon, desarrollamos fármacos epigenéticos que responden a esa necesidad de forma innovadora, abordando vacíos de mercado donde otras compañías no han actuado.
Un claro ejemplo de adicionalidad e impacto es vafidemstat, próximo a iniciar la Fase III en TLP, una enfermedad con elevadas tasas de suicidio y una enorme carga sanitaria. Hoy no hay ninguna farmacéutica activa ni fármaco en desarrollo avanzado para este trastorno. Sin nuestra iniciativa, es probable que los pacientes con TLP hubieran continuado sin tratamiento específico por muchos años más. Esta apuesta podría llevar a la primera terapia aprobada para TLP en el mundo, un hito de impacto transformador en la salud mental. Algo similar ocurre con nuestro programa para síntomas negativos de esquizofrenia, actualmente en Fase IIb, también sin opciones terapéuticas aprobadas.
Otro ejemplo de adicionalidad es iadademstat, nuestro candidato en oncología, que ofrece un gran potencial de impacto, no solo en cánceres difíciles, sino también en anemia de células falciformes (SCD). Esta enfermedad afecta especialmente a regiones como África subsahariana, el Caribe, India o Brasil, donde el acceso a terapias avanzadas como trasplantes o terapias génicas es casi inexistente por su complejidad y coste. Iadademstat, al ser un tratamiento oral, sencillo y epigenético, representa una solución efectiva, escalable y coste-sostenible para sistemas sanitarios con recursos limitados. Su efecto terapéutico en modelos preclínicos de SCD es comparable al de las terapias génicas aprobadas, pero con un modelo mucho más accesible. Con un modelo de precios responsable, podríamos mejorar drásticamente el acceso al tratamiento en poblaciones altamente vulnerables.
Oryzon se encuentra en un momento excepcional. Con un pipeline robusto, talento internacional y colaboraciones de primer nivel, estamos a punto de convertirnos en la primera empresa con un fármaco en Fase III para TLP, consolidando nuestra proyección global.
Para inversores que buscan diversificación, impacto y oportunidades más allá de los modelos tradicionales, Oryzon representa un binomio único: potencial de rentabilidad con compromiso social. Invertir en Oryzon es apostar por la ciencia, la salud y el progreso. En una era donde los tipos bajos obligan a buscar alternativas con valor añadido, la biotecnología —y en particular Oryzon— se perfila como una opción atractiva, responsable y del siglo XXI

