Durante los últimos años se ha producido un debate generalizado sobre las virtudes de la inversión activa respecto a la pasiva – como demuestra el artículo principal de febrero de Barron titulado “El Fin de la era de la Inversión Activa” [1]. Según el Instituto de Inversión Empresarial (ICI), los flujos acumulados en fondos de renta variable gestionados activamente entraron en terreno negativo en 2001, mientras que en los ETF (fondos de inversión cotizados) y la inversión pasiva han aumentado más de 1,5 billones de USD[2]. Los fondos pasivos representan ahora más del 20% de los 13 billones de USD del segmento de gestión de renta variable. 

¿Esta creciente amenaza de la gestión pasiva existe en la renta fija? ¿Encuentran también los gestores activos de renta fija dificultades para añadir valor a lo largo del tiempo y se arriesgan a perder frente a la competencia pasiva? La respuesta a ambas preguntas es claramente ‘No’.

En primer lugar, observemos algunos números. Según los mismos datos del ICI para renta fija, desde 2001 las entradas acumuladas en ETF desde vehículos de renta fija han sido mucho más pequeñas que aquellas desde fondos de renta variable gestionados activamente, representando menos de un tercio de las entradas en fondos de inversión y solo un 12% del total de activos de renta fija bajo gestión.

Además, y según la base de datos de fondos de Morningstar de finales de 2016, el 63% de los fondos de inversión activa de renta fija superaban a los fondos pasivos después de gastos durante un periodo de más de cinco años, mientras que este número se reduce hasta menos del 30% cuando hablamos de fondos de renta variable.

Existen varios factores que explican por qué la gestión de la renta fija no es igual que la de la renta variable. Por un lado, la estructura de pago del tipo de activo es muy distinta: a diferencia de los bonos el potencial alcista de las acciones es ilimitado, mientras que el potencial a la baja es igualmente limitado en ambos (es decir, 100%). De este modo, las acciones presentan asimetría positiva, mientras en el caso de los bonos corporativos es negativa. Además, no estar expuestos a las escasas excepciones positivas en el mercado de renta variable afectará mucho más a los inversores que perderse los mejores bonos.

En segundo lugar, los tradicionales cálculos del índice de renta fija están muy lejos de ser el mejor pilar para los inversores. Los inversores de renta fija han estado expuestos a emisores extremadamente endeudados debido a la metodología del índice de referencia de capitalización bursátil, el cual va en contra de la verdadera necesidad subyacente de los inversores de bonos de estar expuestos a una corriente diversificada de flujos de caja fijos durante un determinado horizonte de tiempo.

Y, en tercer lugar, los 100 billones de USD del mercado de renta fija están significativamente influenciados por agentes no sensibles al precio como los bancos centrales, fondos soberanos y actores altamente regulados como bancos comerciales y compañías de seguros cuyo objetivo de inversión no es generar excesivos rendimientos. Según estimaciones recientes, los inversores no económicos podrían poseer el 50% del total de bonos, dejando a los inversores activos con un amplio abanico de oportunidades para explotar las ineficiencias del mercado. Un banco central puede adquirir un bono para debilitar su moneda o para aumentar la inflación o los precios de los activos. Una compañía de seguros o un banco comercial atribuyen normalmente una mayor importancia al rating antes que a la rentabilidad ajustada al riesgo.

Continuamos viendo muchas maneras para añadir valor a carteras globales de renta fija gestionadas activamente: primero mediante la definición de un índice de referencia estratégico más diversificado a través de una amplia gama de segmentos de renta fija; después mediante la asignación táctica de capital entre aquellos segmentos en consonancia con los ciclos económicos, monetarios y crediticios; y, finalmente, aprovechando las capacidades de selección ascendente para elegir al emisor correcto, junto a la moneda, vencimiento o estructura de capital más adecuado. En otras palabras, sí, ¡los bonos son realmente diferentes!

 

[1] 11 de febrero de 2011 http://www.barrons.com/articles/the-end-of-an-active-investing-era-1486790958

“El Fin de una Era de Inversión Activa”, por D.E. Callaghan

[2] Fuente: Instituto de Inversión Empresarial (ICI) , enero de 2001 - junio 2017