Antonio Guillermo Martínez Largo comenzó muy joven, coincidiendo con el inicio del PC: “Mi padre me compró un ordenador y yo creo que el momento donde comienza todo es cuando estropeo el ordenador”. Ese primer contacto le llevó a aprender a repararlo y pronto empezó a solucionar problemas de compañeros y pequeñas empresas. A partir de ahí fundó su primera compañía de servicios informáticos, que sigue operando.

A lo largo de los años, fue creando spin-offs ligados a las grandes tendencias tecnológicas: las aplicaciones móviles con la llegada de las PDA, el SEO con el auge de Google, y más adelante la preservación digital. La oportunidad surgió de un proyecto con la Biblioteca Nacional, que enfrentaba el reto de digitalizar grandes volúmenes de documentos y almacenarlos a largo plazo. Con un prototipo diseñado para la Biblioteca, nació la compañía que más tarde vendería y que llegó a ser número uno mundial en su sector. 

Martínez destaca su orientación: “Para mí el marketing era precisamente esto: entender las necesidades del cliente”. Esta filosofía les permitió innovar frente a competidores y ofrecer soluciones muy superiores: “Nuestro sistema tenía entre 1.000 y 8.000 veces más performance que el de Google”.

Sobre su estilo, reconoce no haber sido un gran programador, sino alguien con fuerte orientación al cliente: “No soy un gran programador, me encanta programar, pero lo mío ha sido más multidisciplinar y orientado al producto desde la perspectiva del cliente”. Hoy experimenta con inteligencia artificial, que considera revolucionaria: “Me parece que va a cambiar el mundo tal y como lo conocemos, más que ninguna otra tecnología anterior. Es una evolución del ser humano”.

En cuanto a su visión empresarial, subraya que nunca le movió el dinero. “Nunca he nadado en dinero, pero siempre he vivido cómodamente”. Incluso vendió una de sus empresas por un euro a un socio y amigo, convencido de que las oportunidades abundaban y era mejor que alguien con ilusión la desarrollara.

La venta de su compañía de preservación digital respondió a tres factores: la necesidad de dedicar más tiempo a su familia, la percepción de riesgo tras años reinvirtiendo todo en el crecimiento, y la sensación de haber alcanzado un techo en cuanto a innovación disruptiva. Tras la operación, confiesa que echa de menos a su equipo y los retos: “No puedes hacer algo 14 horas al día si no lo amas, si no te gusta. Yo amaba lo que hacía”. Hoy dedica más tiempo a su familia, a sus hobbies y a apoyar a emprendedores que le piden consejo. También contempla la posibilidad de escribir un libro sobre cómo preparar y vender una empresa, aunque admite que le falta encontrar el enfoque adecuado.