Algunos aranceles están temporalmente suspendidos, mientras que otros, como los del acero y el aluminio, se han incrementado del 25% al 50%. Además, el presidente Trump ha conversado con el presidente chino Xi Jinping, aunque aún no está claro si llegarán a un acuerdo. ¿Cómo describirías la situación actual y cuáles son las posibles consecuencias de estas medidas?
La llamada entre Trump y Xi Jinping es, sin duda, una noticia positiva. Más aún, se entiende que acordaron una próxima conversación, lo cual es fundamental para los mercados y los analistas. Lo que todos esperamos es que la actual tregua, que está vigente hasta el 9 de julio, se extienda —idealmente por seis meses, aunque un plazo de tres meses sería más probable—. Esto es clave porque, si se vuelven a aplicar las tarifas anteriores a esta tregua, algunas con niveles cercanos al 145%, estaríamos prácticamente hablando de un embargo comercial, lo que prácticamente paralizaría el intercambio entre China y Estados Unidos. Hay quienes piensan que una mayor separación económica entre ambas potencias podría ser beneficiosa para el mundo, pero yo no comparto esa visión. ¿Existe riesgo de un deterioro total en la relación entre ambos países? Por supuesto, decir que no lo hay sería un error. Sin embargo, quisiera resaltar una cifra importante: el 80% de los juguetes que se venden en Estados Unidos provienen de China. Si para el 9 de julio no se logra extender esta tregua, Walmart, Target y muchas otras tiendas importantes podrían enfrentar dificultades para reponer sus inventarios antes de la temporada navideña. Incluso para quienes apoyan firmemente la política económica del presidente Trump y su enfoque "Make America Great Again", este escenario sería difícil de justificar si un niño no pudiera recibir un regalo de Navidad por falta de productos. Por eso, aunque la relación entre Estados Unidos y China probablemente seguirá siendo complicada, creo que las conversaciones continuarán para evitar el peor escenario posible.
Parece que la economía estadounidense ya está empezando a reflejar el impacto de la guerra comercial, como se ve en datos recientes. La próxima semana se publicarán datos importantes como el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y el Índice de Precios al Productor (IPP). ¿Qué podemos esperar?
Actualmente, el mercado estima que la guerra comercial elevará la inflación general en Estados Unidos en alrededor de 100 puntos básicos hacia finales de año. Para ponerlo en perspectiva, si hoy quisiera comprar un contrato swap de inflación basado en la inflación de diciembre de 2025, ese contrato se estaría negociando a un rendimiento anualizado del 3.3%. Esto implica que el mercado anticipa que la inflación en enero de 2026 será del 3.3% anual, comparado con el 2.3% que vemos hoy, lo que representa un aumento significativo de casi un 70%. Sin embargo, personalmente creo que el mercado está sobreestimando el impacto inflacionario de las tarifas implementadas por la administración Trump. Hay evidencias recientes que sugieren límites claros a la capacidad del gobierno para mantener o aumentar esos aranceles. Por ejemplo, la Corte de Comercio Internacional de Estados Unidos (la conocida US Trade Court) decidió que no se puede utilizar el mecanismo legal que permitió imponer estos aranceles de emergencia bajo la Ley IEEPA. En términos simples, la corte argumentó que no hay una “emergencia económica” justificable, ya que Estados Unidos ha tenido un déficit comercial durante años, por lo que la justificación de emergencia no se sostiene. Esto indica que en los próximos meses podríamos ver una reducción en algunos aranceles comparados con lo que el mercado anticipa, y por ende, menos presión inflacionaria.
Respecto a los datos que se publican la próxima semana, espero que muestren dos efectos principales: primero, un incremento notable en los precios de los autos nuevos, ya que los datos reflejan precios de mayo, cuando ya se deberían haber trasladado algunos costos por aranceles. Segundo, este aumento debería afectar más a productos que a servicios, y dado que la economía estadounidense está muy enfocada en el sector servicios, el impacto en la inflación general podría ser menor al esperado. Además, el consumidor estadounidense muestra señales de debilidad y no parece dispuesto a absorber aumentos significativos en los precios, lo que también limita la capacidad de la inflación para seguir subiendo.
En breve se celebrará la reunión del Comité Federal del Mercado Abierto, donde los miembros de la Reserva Federal decidirán sobre los tipos de interés. Mientras tanto, Donald Trump continúa presionando a Jerome Powell para que reduzca las tasas. ¿Qué crees que sucederá?
Creo que es muy poco probable que la Reserva Federal reduzca las tasas en la reunión de junio, a menos que se publiquen datos de empleo en mayo muy negativos que lo justifiquen. En este momento, no parece que esa situación vaya a ocurrir. Ahora bien, mi visión difiere un poco de la que maneja el mercado. Actualmente, los inversores anticipan dos recortes en las tasas para 2025, uno en septiembre y otro en diciembre. Sin embargo, yo creo que la Fed comenzará a bajar las tasas antes, con recortes en julio, septiembre y diciembre, e incluso existe un escenario en el que podrían hacer hasta cuatro recortes en total, incluyendo uno en noviembre, dependiendo de cómo evolucionen los datos de empleo y la solidez económica en los próximos meses.
Dada la situación actual de la economía en Estados Unidos, muchos analistas están hablando sobre la posibilidad de que el país entre en un período de deflación. ¿Crees que finalmente terminaremos con inflación o deflación?
Creo que todavía existe un riesgo considerable de que experimentemos una desaceleración económica más profunda. Si yo fuera el responsable de una empresa, ya sea pública o privada, la reacción lógica sería frenar el ritmo: ralentizar proyectos y mantenernos a la espera hasta tener más claridad sobre el futuro. Pero si muchas empresas adoptan esta misma actitud, la economía puede estancarse. Por eso, en mi opinión, el riesgo es que veamos cifras económicas mucho más débiles y menos robustas de lo que hubiéramos esperado hace cuatro o cinco meses, debido a la incertidumbre que afecta las decisiones de inversión. Este mecanismo funciona de la siguiente manera: menor inversión lleva a menor contratación, menor contratación genera mayor desempleo, y un desempleo más alto reduce el consumo. Así, la economía podría entrar en un ciclo de desaceleración prolongada.
¿Qué sectores o mercados recomendáis desde XP Investments para invertir? ¿Cuáles son las perspectivas en este entorno complicado?
El mercado es definitivamente más desafiante ahora. En XP Investments seguimos manteniendo una expectativa optimista para el S&P 500, proyectando que podría terminar el año alrededor de los 6.100 puntos, siempre y cuando no se produzca un recrudecimiento de la guerra comercial y no volvamos a tarifas extremas, como los niveles del 145% que se llegaron a considerar. China sigue siendo, en mi opinión, el factor más relevante en este escenario de guerra comercial. Nuestra visión es que habrá una desaceleración económica gradual, lo que probablemente lleve a que la Reserva Federal reduzca las tasas tres o cuatro veces en lugar de dos, como estima el mercado actualmente. Esto implica también una debilidad incremental del dólar estadounidense.
Ante una posible depreciación del dólar, aconsejamos a nuestros clientes diversificar sus inversiones, considerando opciones fuera de Estados Unidos que ofrezcan mejores ratios valoración y donde la moneda pueda favorecerles. Por ejemplo, Europa ha tenido un buen desempeño este año, y desde XP hemos recomendado una posición sobreponderada en renta variable europea durante todo el año, recomendación que mantenemos.
Es importante destacar que Alemania ha rendido cerca de un 35% en dólares este año, mientras que el S&P 500 se ha mantenido más o menos plano, lo que hace que, desde un punto de vista relativo, Alemania siga siendo una opción atractiva.
En un escenario donde Estados Unidos reduzca las tasas, como nosotros anticipamos, podría ser razonable ajustar la composición de un portafolio típico: en lugar de destinar un 57% a renta variable estadounidense, podrías considerar reducirlo al 50%, y distribuir ese 7% restante entre mercados emergentes, Europa y otras regiones.

