El inicio de la temporada de resultados del tercer trimestre está siendo positivo, con un 86% de las compañías del S&P 500 superando expectativas. ¿Es sostenible este ritmo o estamos ante un pico temporal de beneficios?

Creo que es sostenible por dos razones. En primer lugar, porque la economía estadounidense sigue mostrando una resiliencia extraordinaria: el consumo se mantiene firme y no se observan señales de deterioro en el mercado laboral. En segundo lugar, porque las casas de análisis han adoptado un enfoque más prudente en sus previsiones de beneficios. Hace unos años las estimaciones eran demasiado optimistas y eso generaba más margen para las decepciones. Ahora, con expectativas más realistas, es lógico que un mayor número de compañías las supere.

Además, en un entorno donde los tipos de interés en Estados Unidos comenzarán a bajar y el empleo continúa sólido, el contexto macro favorece a las empresas. Todo apunta a que la economía seguirá creciendo y, con ella, los resultados corporativos también deberían mantenerse en terreno positivo durante los próximos trimestres.

Se habla mucho de una posible “burbuja de la IA”. ¿Estamos realmente ante una burbuja o ante una transformación estructural? ¿Seguimos apostando por las grandes techs americanas?

Saber si estamos ante una burbuja lo confirmaremos probablemente el próximo año, cuando OpenAI salga a cotizar en bolsa. De momento, es la empresa en torno a la cual gira todo el ecosistema de la inteligencia artificial, pero al no cotizar, resulta difícil valorar hasta qué punto sus expectativas están justificadas. Lo cierto es que las expectativas son enormes, y su influencia ya se deja notar: compañías como Oracle han tenido subidas espectaculares en las últimas semanas, y muchas otras están cerrando acuerdos muy lucrativos vinculados a esta tecnología.

Que la inteligencia artificial es transformadora, no hay duda. Estamos ante un cambio estructural de enorme calado. Un ejemplo: en un reciente proyecto tecnológico desarrollado por Pete Marwick, el 70% del trabajo lo realizaron humanos y el 30% la IA. Este tipo de integración se va a multiplicar en los próximos años.

Por tanto, sí, estamos en plena transformación estructural, aunque no podemos descartar cierta sobrevaloración en algunos segmentos. Las cifras hablan por sí solas: las compañías vinculadas a la IA acumulan revalorizaciones cercanas al 40% en lo que va de año, y algunos economistas de Harvard estiman que el 92% del crecimiento de Estados Unidos procede directa o indirectamente de la inteligencia artificial. Sin este motor, la economía estadounidense apenas crecería. En definitiva, la bolsa y la economía de EEUU están muy concentradas en este subsector, y será crucial observar cómo evoluciona en los próximos años.

En España, el Ibex 35 lidera las subidas en este 2025, acompañados por unos bancos que no cesan en su escalada financiera y bursátil. ¿Podemos esperar un 2026 tan fuerte para el sector?

Probablemente veamos un proceso de consolidación. Nada sube indefinidamente, y es lógico que el sector tenga que ajustar parte de lo avanzado. Aun así, seguimos hablando de un sector con una enorme fortaleza estructural y con margen para seguir mostrando buenos resultados.

Europa sigue teniendo pendiente una consolidación bancaria real. Hemos perdido una oportunidad histórica con la fusión entre BBVA y Banco Santander —a mi juicio, una ocasión desaprovechada—, pero también es cierto que en Europa los gobiernos son muy reacios a permitir fusiones transfronterizas por el temor a perder control nacional sobre sus bancos. Es difícil imaginar, por ejemplo, una fusión entre un banco italiano y uno belga sin resistencia política.

En cualquier caso, la banca europea ha demostrado una resiliencia extraordinaria. Ha ganado mucho con los tipos altos y, ahora que comienzan a bajar, mantiene una elevada rentabilidad gracias al aumento de las comisiones, la fidelización de clientes y, sobre todo, unas tasas de morosidad históricamente bajas. En este entorno, el sector seguirá comportándose bien en 2026, aunque probablemente con un ritmo de crecimiento más moderado, no a doble dígito como este año.

¿Qué valores españoles tenemos que tener en el foco pensando ya en el rally de fin de año?

Creo que hay que seguir muy atentos a Banco Santander y BBVA, que continúan mostrando una evolución sobresaliente. También destacaría a Bankinter, un banco muy sólido y con resultados extraordinarios, que demuestra una gestión prudente y eficiente.

Entre las compañías no financieras, Inditex sigue siendo, a mi juicio, un auténtico gigante. Es una empresa tecnológicamente muy avanzada dentro de su sector y con una diversificación geográfica y de negocio ejemplar, lo que le permite mantener márgenes y crecimiento incluso en entornos complicados.

En general, el IBEX 35 presenta una buena perspectiva. España está siendo uno de los países de Europa que más y mejor está creciendo, con una expansión económica más equilibrada que la de otros vecinos. Eso se refleja en la confianza del inversor y en las oportunidades que ofrece la Bolsa española de cara a este cierre de año.

Los metales preciosos viven un rally importante. ¿Puede considerarse el oro un activo de riesgo después de haber subido un 67% en lo que va de año? ¿Qué factores podrían frenarlo en los próximos meses?

El Oro ha tenido un año verdaderamente excepcional. Venimos de una corrección fuerte —la mayor en más de 15 años— y lo mismo ha ocurrido con la plata, que también registró su caída más pronunciada desde 2021. Sin embargo, ambos activos han acumulado rentabilidades extraordinarias, impulsadas principalmente por las compras de los bancos centrales. Y si los bancos centrales están comprando oro, es por algo: refleja un proceso de desdolarización progresiva y una pérdida de confianza en las monedas fíat como activos refugio. En un contexto en el que los gobiernos mantienen déficits públicos elevados y la impresión de dinero continúa siendo una herramienta habitual, el oro vuelve a consolidarse como una reserva de valor sólida. La plata, por su parte, combina ese papel de refugio con una fuerte demanda industrial, lo que añade volatilidad adicional a su comportamiento.

Es posible que veamos cierta corrección técnica en los próximos meses tras las fuertes subidas, pero las previsiones siguen siendo optimistas. Firmas como Goldman Sachs sitúan el precio objetivo del oro entre 5.000 y 5.500 dólares, lo que muestra que el interés estructural por este activo sigue creciendo. En definitiva, creo que el oro debe formar parte de las carteras a medio y largo plazo, no solo como cobertura ante la inflación, sino como un refugio frente a la inestabilidad monetaria global.

¿Qué señales deberían vigilar los inversores para detectar un posible cambio de tendencia en el oro o en la renta variable?

Yo pondría especial atención en el comportamiento de las llamadas Siete Magníficas. Si empezamos a ver signos de agotamiento en compañías como NVIDIA, que no consigue superar niveles clave —en torno a los 180 o 190 dólares— cuando todo apunta a que podría dirigirse hacia los 300, eso podría ser una primera señal de alerta. Una corrección en este grupo de valores tendría un efecto arrastre sobre el conjunto de la bolsa estadounidense y, por extensión, sobre los mercados globales.

En mi opinión, el crecimiento de las bolsas en 2025 está muy ligado al impulso de la inteligencia artificial y los semiconductores. Para ponerlo en contexto: la bolsa europea sube alrededor de un 14% en el año, la japonesa un 20%, y el Dow Jones entre un 16% y un 18%; pero el sector de semiconductores avanza cerca de un 40%. Es evidente que este segmento está sosteniendo el mercado y si empieza a mostrar fatiga o corrección, podríamos estar ante el inicio de un cambio de tendencia más amplio en la renta variable global.