“Estar corto de Bitcoin” ya no es solo una forma de hablar: con el actual contexto macro, casi cualquier cartera tradicional lo está. Nunca habíamos visto un escenario más favorable para Bitcoin. Los activos refugio clásicos —los bonos soberanos de EE.UU., Japón o Alemania— han empezado a tambalearse. En EE.UU., el nuevo “Big Beautiful Bill” incrementa aún más el techo de deuda, afianzando un patrón: más gasto público financiado con deuda. A esto se suma el peor comportamiento del dólar desde los años 70, con caídas del 11% frente a otras divisas. Todo ello alimenta la tesis de que Bitcoin, junto al oro, se convierte en un activo cada vez más atractivo.

Pero hay algo más profundo: el viejo modelo de cartera 60-40 (60% renta variable, 40% renta fija) se diseñó para un mundo donde los tipos estaban altos, la inflación controlada y la esperanza de vida era mucho más baja. Hoy vivimos más años y los tipos no alcanzan el nivel necesario para que los bonos cubran nuestras necesidades futuras. Por eso, Rick Edelman propone carteras mucho más expuestas a activos con potencial de crecimiento: un 80-20, o incluso un 10-90, donde parte importante de ese 80% sea Bitcoin. Para él, no tener Bitcoin es como estar “corto” frente a un activo que representa ya el 3% de la riqueza financiera mundial.

El argumento es doble. Primero, el inversor de 50 o 60 años debe planificar no solo para la jubilación, sino para vivir posiblemente otros 30-40 años. Con bonos que apenas rinden un 2-3%, ese horizonte no se cubre. Segundo, hay que abrazar tecnologías exponenciales: IA, robótica, bioinformática, y también blockchain. Bitcoin, con una rentabilidad anualizada del 130% desde 2009, ya no es solo un activo volátil, sino un refugio frente a la degradación de las monedas fiat. Hoy, su volatilidad respecto al S&P 500 se ha reducido a solo 1,3 veces, cuando en 2024 era 5,4. Además, la adopción institucional y regulatoria avanza: bancos como BBVA ya permiten comprar Bitcoin, mientras corporaciones acumulan BTC en tesorería superando incluso en rendimiento a gigantes como Microsoft. Y la estrategia de EE.UU. con las stablecoins y el Genius Act refuerza indirectamente el soporte a su propia deuda, alimentando un sistema donde los dólares digitales ayudan a financiar el déficit estadounidense.

¿Conclusión? El 60-40 pertenece a un mundo que ya no existe. Hoy se necesita una cartera del futuro: más renta variable tecnológica y una dosis significativa de Bitcoin, no para apostar ciegamente, sino para adaptarse a un entorno donde mantener poder adquisitivo requiere activos con potencial real de apreciación. Diversificar sigue siendo la clave, pero ahora el qué diversificas ha cambiado. Y en ese cambio, Bitcoin emerge como el activo líquido, digital y portable que mejor representa la transición monetaria global en la que estamos inmersos.