En el mes de enero, las reservas de divisas se redujeron en otros 100.000 millones de dólares. Si las salidas de capital siguen produciéndose a este ritmo, las reservas actuales de 3,2 billones de dólares, las mayores aún en todo el planeta, podrían llegar a un nivel en el que el banco central se vea obligado a intervenir con mayor contundencia. En cuanto a la política monetaria, las opciones que quedan son volver a endurecer los controles de capital, devaluar la moneda hasta un punto en el que no se espere una mayor devaluación, o au­mentar los tipos de interés
. Todas estas opciones, sin embargo, tienen un coste y han sido rechazadas por el Banco Popular de China hasta la fecha. El posible empleo o no de una de estas opciones estará supeditado a la evolución de las salidas de capital en los próximos meses.
 

Sin embargo, no constituye la única señal de alarma. En cuanto a los préstamos, el aumento de la actividad en enero superó las expectativas hasta un punto en el que el Banco Popular de China hizo a los bancos un llamamiento a la calma. Los datos del au­mento de los préstamos son positivos, al mostrar un reembolso continuado de los préstamos emitidos en otras divisas y una demanda de financiación a largo plazo, factores que impulsan la inversión. El hecho de que el crecimiento crediticio siga su curso a pesar de los elevados niveles de apalancamiento demuestra la inexistencia en el país asiático de una crisis crediticia capaz de provocar una crisis financiera en el sector corporativo. No obstante, el descenso de la productividad y de la rentabilidad en el sector industrial pone en entredicho el verdadero retorno de los préstamos de nueva emisión que tanto se esperan. El crédito en China ha crecido a un ritmo mayor que el PIB nominal desde 2008. El crédito corporativo aumentó rápidamente hasta el 150% del PIB, pero el impacto marginal sobre el crecimiento de un mayor volumen de crédito se ha reducido, y desde entonces, el crecimiento se ha ralentizado de forma continua.
 
La estabilización del crecimiento económico propiciaría que se volviera a confiar en la economía china, lo que detendría el flujo de salidas de capital. Los últimos indicadores adelantados muestran una relativa estabilización del crecimiento, favorecida probablemente por un crecimiento continuo del crédito y un incremento del gasto en política fiscal. Aunque estos apoyos son bien acogidos a corto plazo, los problemas a largo plazo deriva­dos de una sobrecapacidad industrial y de la mala asignación de recursos solo se postergan. La Asamblea Popular Nacional que se celebrará a principios de marzo arrojará una indicación de la forma en la que el Partido Comunista chino (CPC) tiene la intención de reestructurar la economía en los próximos cinco años.

En el mes de diciembre, el mismo Gobierno anunció su intención de recortar el exceso de capacidad industrial con el fin de reducir los inventarios de inmovilizado, resolver el problema del desapalancamiento de la deuda, reducir costes para las empresas y fomentar las capacidades en una selección determinada de productos y servicios. Estas cinco iniciativas enumeradas más arriba resuelven los problemas a los que en efecto se enfrenta la economía china; ahora bien, si se aplican de manera adecuada, deberían traducirse en un crecimiento más lento de esta economía en los próximos años.