
Este ajuste periódico de la distribución de activos puede parecer innecesario cuando los mercados van bien, pero es precisamente en esos momentos cuando más sentido cobra. No hacer rebalanceo puede provocar que tu cartera se desvíe significativamente de la estrategia inicial, afectando el equilibrio entre riesgo y rentabilidad.
Qué significa rebalancear una cartera
El rebalanceo de cartera consiste en restablecer la proporción original de los activos en una inversión diversificada. Por ejemplo, si comenzaste con un 60% en acciones y un 40% en bonos, es probable que esa proporción cambie con el tiempo a medida que unos activos suben y otros bajan. Si no haces ajustes, podrías acabar con una exposición mayor al riesgo del que estás dispuesto a asumir.
La clave del rebalanceo no está en adivinar qué activo tendrá mejor desempeño, sino en mantener la estrategia de asignación que diseñaste según tu perfil como inversor. Es una forma de "volver al plan", corrigiendo desviaciones que pueden parecer pequeñas pero que con el tiempo impactan de manera significativa en el rendimiento y la volatilidad de la cartera.
Por qué es importante hacer rebalanceo
Uno de los beneficios más relevantes del rebalanceo es el control del riesgo. Si tus acciones crecen rápidamente y representan un porcentaje mayor del que habías establecido, tu exposición al riesgo se incrementa sin que lo notes. Del mismo modo, si un activo tiene un rendimiento negativo pero sigue teniendo sentido en tu estrategia, el rebalanceo te obliga a mantenerlo, evitando decisiones impulsivas.
Además, esta práctica fomenta unadisciplina inversora constante. Obliga a vender parte de los activos que mejor se han comportado (y que podrían estar sobrevalorados) y a comprar los que han caído (y podrían estar infravalorados), lo cual va en línea con la lógica de "comprar barato y vender caro", aunque emocionalmente pueda resultar difícil.
Cuándo y cómo hacer el rebalanceo
No existe una única fórmula correcta para rebalancear, pero los métodos más comunes incluyen hacerlo en intervalos regulares —como cada seis meses o una vez al año— o cuando la asignación se ha desviado un cierto porcentaje respecto al plan inicial. Lo importante es establecer una regla clara y seguirla, sin dejarse llevar por emociones o titulares del mercado.
La forma de rebalancear puede variar. Una estrategia es reorientar la inversión de las nuevas aportaciones hacia los activos que han quedado por debajo de su peso objetivo. Otra opción más directa es vender parte de los activos que han crecido demasiado y comprar aquellos que se han rezagado, asumiendo el posible impacto fiscal de estas operaciones, especialmente en cuentas no exentas.
El rebalanceo no busca maximizar ganancias
A diferencia de otros enfoques que buscan el mayor rendimiento posible, el rebalanceo no tiene como fin generar rentabilidades extraordinarias. Su objetivo principal es preservar la coherencia de la cartera con tu perfil de riesgo, evitar desviaciones excesivas y fomentar decisiones racionales y sostenibles en el tiempo.
También puede ayudar a suavizar los efectos de la volatilidad del mercado. En periodos de caídas pronunciadas, mantener una cartera equilibrada puede marcar la diferencia entre una pérdida temporal y un desajuste estructural. Aunque el rebalanceo no elimina los riesgos, sí contribuye a hacerlos más manejables.
Combatir el sesgo emocional
Uno de los mayores enemigos del inversor es su propia psicología. El rebalanceo funciona como un antídoto frente a impulsos erróneos como el exceso de confianza, el miedo al mercado bajista o el sesgo de aversión a las pérdidas. Al seguir una estrategia establecida de antemano, reduces el margen de error por decisiones basadas en emociones.
Además, rebalancear obliga a los inversores a revisar periódicamente su estrategia y hacer ajustes si ha cambiado su horizonte temporal, objetivos o situación financiera. En ese sentido, también actúa como herramienta de reflexión y evaluación continua.
El rebalanceo es una herramienta tan importante como la propia selección de activos. Dentro de una planificación financiera seria, representa el mecanismo que mantiene en marcha la estructura diseñada, como un timón que corrige el rumbo ante desvíos inevitables.

