9 lecciones para construir una cartera a largo plazo

¿Qué es la inversión a largo plazo?
Una inversión a largo plazo es la que se extiende, como mínimo, por un tiempo superior a los 12 meses, aunque en la mayoría de ocasiones el horizonte suele ser mucho más amplio. Cuando un inversor piensa en el largo plazo, la probabilidad de obtener una mayor rentabilidad con su cartera. El objetivo es comenzar a ahorrar con un horizonte amplio para disponer de las ganancias años después, por ejemplo, de cara a una jubilación o la compra de una vivienda. 

En pocas palabras, ¿cuáles serían los rasgos principales de una cartera a largo plazo?
Javier Hombría, profesor del Máster en Bolsa y Mercados Financieros del IEB, define una cartera a largo plazo como “aquella que pueda soportar la volatilidad del mercado”. Para José María Luna, asesor financiero de Caser, una cartera a largo plazo tiene que ser “coherente, realista y asesorada por un experto”. 
 

¿Qué perfil de inversor debería pensar en construir una cartera a largo plazo?
Antes de decidirnos por unos tipos de cartera u otros, es imprescindible saber en qué perfil de inversor encaja más. Para ello, hay que tener claro a qué irá destinado el dinero ahorrado y cuál es el horizonte de inversión.   Enrique Castellanos, director del Instituto BME, apunta a quienes quieran ahorrar de cara a su jubilación como el perfil más adecuado para construir una cartera orientada al largo plazo. “Es obvio que tenemos un problema de pensiones en España. Yo recomendaría, especialmente a los más jóvenes, que comenzaran con aportaciones periódicas”, resume.

Por su parte, Javier Riaño, asesor de Diaphanum, señala como potencial inversor a largo plazo a cualquier persona que sea capaz de generar ahorro mensual y piense en objetivos de largo plazo como su jubilación o la educación de sus hijos. Explica que “cuanto antes empiece una persona a ahorrar, menos esfuerzo económico tendrá que hacer y conseguirá sus objetivos de forma más fácil”.   José María Luna, asesor financiero de Caser, resalta además la importancia de “que la cartera se adapte al inversor, no al revés”. 
 

¿Cuál es la primera lección que debería aprender un inversor antes de empezar a operar en el largo plazo?
Riaño resalta la importancia de que el inversor sea capaz de gestionar sus propias emociones, ya que “las peores decisiones siempre se toman cuando uno se deja llevar por la avaricia o el miedo”.  Javier Hombría considera que lo más importante es que los inversores tengan en cuenta que los momentos difíciles no se pueden prevenir, por lo que deben tener la capacidad de afrontarlos.  En esta línea también se expresa José María Luna, que considera muy importante que el inversor sepa controlar las emociones, ser disciplinado y tener racionalidad al respecto de cómo comportarse frente a los posibles inconvenientes que puedan surgir. 

¿Qué debe primar a la hora de fijar objetivos?
Para Castellanos, los objetivos tienen que ser “realistas” y “anticiparse lo máximo posible”. Por otro lado, al tratarse de una cartera de largo plazo, destaca la necesidad de tener paciencia a la hora de apreciar los resultados de la inversión. Desde Diaphanum también destacan la necesidad de que los inversores sean “consecuentes y valientes con los horizontes de inversión y las necesidades de liquidez”. Por su parte, Hombría considera el riesgo y la volatilidad que pueden asumir las carteras como uno de los aspectos a tener en cuenta al establecer los objetivos.  Luna considera muy aconsejable fijar los plazos de inversión, algo que normalmente no se tiene muy en cuenta al principio. 

¿Es la volatilidad adecuada en una cartera a largo plazo?
El concepto de volatilidad suele utilizarse para medir el riesgo que un producto tiene a la hora de invertir en él, ya que marca la estabilidad que tiene el precio de ese producto. 
Sin embargo, la volatilidad no tiene por qué ser una mala compañera a la hora de construir una cartera a largo plazo, ya que nos puede proporcionar abundante rentabilidad. “No se trata de reducir el riesgo de la cartera, sino de adecuarla al momento de la inversión y al perfil del inversor”, explica Enrique Castellanos. El experto detalla que existen ciertos productos, como los derivados o determinados fondos de inversión, que nos pueden ayudar, pero en todo caso deberemos contar con un asesor financiero para operar correctamente. 

En el caso de que uno de los objetivos sea tener una cartera a largo plazo con volatilidad reducida, desde Diaphanum apuntan que el mejor aliado será la diversificación. Esto se puede llevar a cabo invirtiendo en diferentes categorías de activos (por ejemplo, en renta variable y renta fija), diferentes títulos (acciones de diferentes empresas, bonos, etcétera) y diferentes sectores (no es lo mismo invertir en energía que en construcción). Siempre se debe procurar diversificar la cartera para obtener buenos resultados con nuestra inversión.  El profesor del IEB destaca dos maneras diferentes de reducir la volatilidad: comprar volatilidad u opciones, lo que exige una monitorización periódica, o bien adquirir oro, que históricamente se encuentra vinculado a la voluntad de reducir el riesgo en las carteras. 
 

¿Es más indicada la renta fija o la variable?
Castellanos tiene una opinión positiva acerca de la renta variable en relación con el largo plazo debido a que “al tener más volatilidad, en el largo plazo también tiene rendimientos superiores que la renta fija”. Si se decide invertir en renta variable, habrá que tener muy en cuenta el periodo de inversión, ya que será importante a la hora de observar el posible riesgo que se pueda asumir. “Si invertimos en el momento en que empieza un periodo bajista y el horizonte de inversión es corte, puede que no nos dé tiempo a recuperar el dinero. Por eso, en periodos largos se puede asumir más volatilidad, ya que dará tiempo a recuperar la inversión en caso de que se haya iniciado en un mal momento, concluye el director del Instituto BME.

Por su parte, Javier Riaño no tiene dudas: “el activo más rentable en el largo plazo ha de ser la renta variable, diversificada correctamente a nivel geográfico y sectorial”. Sin embargo, es posible que, en ocasiones, al no tener un horizonte de inversión muy largo, se construyan carteras con menos riesgo, lo que supone sacrificar cierta rentabilidad. 
 

¿Pueden ser la gestión pasiva y la activa complementarias?
La gestión activa es aquella en la que los gestores de los fondos de inversión toman decisiones teniendo en cuenta la información de la que disponen sobre el mercado, así como su opinión sobre la situación actual. Por el contrario, la gestión pasiva busca tomar como referencia un índice bursátil, del que se imita su comportamiento. 
Ambas formas de gestión cuentan con defensores y detractores. Si embargo, la mayoría de gestores consultados coinciden en la posibilidad de que ambas se combinen de forma exitosa en una cartera a largo plazo.  Castellanos explica que “la gestión pasiva tiene unas comisiones mucho más bajas y con más ‘momentum’, por lo que, en situaciones de subidas prolongadas del mercado como la que estamos viviendo ahora, funcionan muy bien. Pero cuando el mercado se dé la vuelta, que lo hará en algún momento, las caídas serán también muy fuertes”. Por ello, el director del BME apuesta por la gestión activa, a pesar de sus elevadas comisiones. 

Desde Diaphanum señalan que la elección de una u otra dependerá de diferentes factores a tener en cuenta. “En aquellas clases de activo donde sea difícil batir a los índices de referencia, o si se desean realizar inversiones tácticas de forma ágil, la gestión pasiva será un excelente vehículo”. En el caso contrario, “habrá índices o situaciones de mercado donde compensará buscar un buen gestor por el valor que puede aportar”. 

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