¿Qué factores están impulsando el renovado interés mundial por la energía nuclear?
Imagina que abres una aplicación y descubres que no funciona, y luego te enteras de que la caída se debió a que un centro de datos en alguna parte del mundo no tuvo suficiente suministro eléctrico para mantenerla operativa. Para nosotros, como usuarios, sería muy frustrante; y para las empresas que prestan esos servicios, sería un escenario a evitar a toda costa. Ahora, con el avance de la inteligencia artificial estamos creando una industria enormemente intensiva en el consumo de energía. Esto ha puesto sobre la mesa una pregunta clave: ¿cómo vamos a abastecer la creciente demanda energética? A medida que se construyen más centros de datos en todo el mundo, surge otra cuestión fundamental: ¿qué fuente de energía garantizará su funcionamiento continuo? En este contexto, la energía nuclear se presenta como una alternativa muy atractiva: ofrece suministro constante las 24 horas del día y una capacidad de generación fiable y sostenible, precisamente lo que requieren los centros de datos y muchas otras industrias. Por ello, estamos viendo un claro resurgimiento del interés en la energía nuclear. Las necesidades energéticas globales siguen aumentando, y tanto gobiernos como empresas empiezan a reconocer que quizá esta es una fuente de energía a la que no se le había prestado suficiente atención, pero que ahora resulta imprescindible.
¿Qué países consideras líderes en la próxima generación de energía nuclear y por qué?
Existen grandes referentes tradicionales. Estados Unidos, por ejemplo, es el país con la mayor capacidad nuclear instalada del mundo, y este año el presidente Trump anunció —en mayo de 2025— la intención de cuadruplicar esa capacidad para 2050. Este anuncio no surgió de la nada: en 2024, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, 31 países, incluido Estados Unidos, acordaron triplicar la capacidad nuclear global para 2050, lo que demuestra un compromiso internacional creciente. Otro actor clave es Francia, que construyó la mayor parte de su infraestructura nuclear en las décadas de 1970 y 1980. Tras casi treinta años sin nuevas incorporaciones significativas, ahora está reconsiderando su estrategia energética y retomando planes para desarrollar nuevos reactores. China también se ha convertido en un protagonista destacado. A comienzos del milenio prácticamente no tenía un peso relevante en el sector, pero en los últimos 15 años ha multiplicado por cinco su capacidad nuclear, consolidándose como uno de los países más activos en expansión. Y, cada vez más, vemos a otros países sumarse a esta tendencia. Suecia es un ejemplo en Europa: cuenta con importantes reservas de uranio, pero desde 2018 mantenía una prohibición sobre la minería. Esa restricción ha sido levantada recientemente, lo que abre la puerta al reinicio de la extracción y al fortalecimiento de su industria nuclear. En síntesis, mientras los líderes tradicionales —Estados Unidos, Francia y China— avanzan con decisiones estratégicas importantes, otros países comienzan a reconocer el potencial del sector nuclear, ya sea para recuperar una presencia histórica o para construir una industria con grandes oportunidades de crecimiento.
Desde la perspectiva de WisdomTree, ¿qué segmentos dentro de la cadena de valor nuclear ofrecen mayor potencial de crecimiento? (uranio, minería, procesamiento, servicios, utilities, etc.)
En WisdomTree, cuando analizamos el sector del uranio y la energía nuclear, lo hacemos a través de la cadena de valor, que en nuestra opinión se divide en tres grandes segmentos. En primer lugar, está el segmento upstream, formado principalmente por las compañías mineras de uranio. El uranio es el combustible que alimenta a los reactores nucleares y constituye la parte más consolidada y madura de la cadena. Para que el resto del ecosistema funcione, es fundamental contar con una exposición significativa a este componente básico. El segundo segmento corresponde a las empresas midstream, que desempeñan un papel crucial. Incluye compañías dedicadas a la conversión y enriquecimiento del uranio, ya que el mineral extraído no puede utilizarse directamente en un reactor: debe pasar primero por varios procesos industriales. Dentro de este segmento también se encuentran empresas que suministran productos y servicios esenciales para el funcionamiento diario de la industria nuclear. Por último, está la categoría de los innovadores, que agrupa a las compañías que desarrollan tecnologías nucleares avanzadas, como los reactores modulares pequeños (SMR). Estos SMR están generando un enorme interés porque pueden convertirse en una solución energética localizada para centros de datos: permitirían instalar un reactor modular directamente en el emplazamiento del centro, haciéndolo energéticamente independiente. Es un ámbito muy dinámico, con nuevos participantes que están aportando avances relevantes. Por todo ello, cuando analizamos el sector consideramos lógico mantener exposición a los tres segmentos: empresas upstream, empresas midstream y compañías innovadoras, que están impulsando la siguiente generación de soluciones nucleares.
¿Cómo evalúas la dinámica actual del mercado de uranio y sus perspectivas a medio plazo?
Como en cualquier mercado de materias primas, la clave está en analizar la dinámica entre oferta y demanda. Y, en el caso del uranio, incluso hoy seguimos viendo un déficit estructural: la oferta actual es insuficiente para cubrir la demanda existente. De cara al futuro, esta situación probablemente se acentúe. La demanda seguirá aumentando a medida que el mundo construya más reactores y dependa cada vez más de la energía nuclear. En cambio, la oferta podría reducirse en el corto plazo, porque la minería de uranio es un proceso lento: desde el descubrimiento de un yacimiento hasta su entrada en producción pueden pasar hasta 16 años. Para que los productores aumenten su actividad, necesitan precios que los incentiven. A medida que la demanda empuje al alza los precios, veremos más inversión y, con el tiempo, la oferta reaccionará. En resumen, estamos ante un mercado donde la demanda marcará el ritmo, incentivando a los mineros y permitiendo que la oferta se ajuste, pero con un periodo prolongado de escasez en el camino. Todo ello refuerza la tesis de que, en un contexto de creciente adopción de la energía nuclear, el uranio presenta un caso de inversión sólido a medio plazo.
¿Qué riesgos principales deberían considerar los inversores interesados en esta temática?
El primer riesgo tiene que ver con gestionar las expectativas. Cuando una temática genera mucho entusiasmo, es fácil que surjan expectativas excesivas sobre su rendimiento. Y, efectivamente, en 2025 el tema nuclear ha tenido un desempeño muy sólido. Sin embargo, parte de ese universo está formado por empresas que desarrollan tecnologías aún emergentes, como los reactores modulares pequeños (SMR). Existe gran interés alrededor de estas soluciones, pero es importante recordar que todavía tardarán algunos años en convertirse en tecnología mainstream. En ese periodo de transición, los mercados pueden reaccionar con volatilidad a medida que se producen avances o retrasos. Por eso, mantener expectativas realistas es clave, aunque la tendencia estructural siga siendo positiva.
El segundo riesgo es el sentimiento público hacia la energía nuclear. Durante décadas, la percepción social ha sido uno de los principales frenos del sector, y nadie quiere que este factor vuelva a convertirse en una barrera para su desarrollo futuro. No obstante, se ha avanzado mucho: hoy existe mayor conciencia de que la tecnología es más segura, más avanzada y más fiable; los costes han disminuido y están surgiendo nuevos desarrollos. En consecuencia, el sentimiento público está mejorando. Ambos riesgos siguen presentes, pero, en nuestra opinión, están cada vez más controlados.
¿Cómo se integra la energía nuclear dentro de las estrategias ESG, especialmente en el pilar ambiental?
En los últimos años hemos visto que los inversores están adoptando una postura mucho más pragmática respecto a la energía nuclear dentro de los marcos ESG. Un ejemplo muy ilustrativo: un solo “grano” de uranio puede contener tanta energía como una tonelada de carbón, lo que demuestra la enorme densidad energética de este combustible y explica por qué el mundo quiere aprovechar su potencial. Cuando se utiliza para generar electricidad, el uranio produce energía prácticamente libre de emisiones de CO2‚, lo que lo posiciona como una herramienta relevante para los objetivos de descarbonización. En cuanto al residuo nuclear, durante mucho tiempo las percepciones públicas han amplificado su impacto, pero hoy existe mayor conocimiento: el combustible gastado puede reprocesarse, almacenarse de forma segura y gestionarse sin generar los problemas ambientales que tradicionalmente se imaginaban. Aquí hay una clara oportunidad para mejorar la educación y la comunicación en torno al tema, y en WisdomTree procuramos contribuir a esa concienciación. En definitiva, los inversores están empezando a reconocer la importancia que la energía nuclear puede tener dentro de las estrategias ESG —especialmente en el pilar ambiental— y es previsible que los propios marcos y debates ESG sigan evolucionando para reflejar ese papel de manera más explícita.
¿Qué impacto puede tener la inclusión de la energía nuclear dentro de taxonomías verdes como la de la Unión Europea?
Es un claro ejemplo de cómo determinadas decisiones regulatorias pueden impulsar el ánimo del mercado y mejorar la percepción en torno a la energía nuclear, y de hecho ya lo está haciendo. En la Conferencia de Cambio Climático de la ONU en 2024, 31 países se comprometieron a triplicar la capacidad nuclear mundial para 2050. Todos estos factores contribuyen a moldear la opinión pública y a acelerar la adopción de esta tecnología.
A ello se suma el interés de las grandes tecnológicas —los hyperscalers y desarrolladores de IA— que desde 2024 han dado pasos firmes hacia la energía nuclear. Microsoft, Amazon, Meta o Google están cerrando acuerdos con compañías del sector para alimentar sus centros de datos. Estos movimientos alimentan la confianza tanto del público como de los responsables de inversión, reforzando la idea de que se está gestando un renacimiento nuclear. Y, en consecuencia, muchos consideran que se abre ante ellos una oportunidad que no debería dejarse pasar.