Justo antes, el Ibex rozaba los 10.000 puntos. Hoy, está entre los 8.300-8.400 puntos.

Mientras eso ocurre, ¿qué podemos decir de la Bolsa estadounidense? No es que haya recuperado los niveles previos, es que tocaba máximos históricos auténticamente estratosféricos y sólo la demasiado alarmante y desde luego, sobrevendida, cepa omicron provocó una cierta corrección, aunque sigue muy alta y veremos dónde llega. 

También el índice europeo global EURO STOXX 50 está claramente por encima de las cotas previas a la pandemia y mercados como Milán, París o Frankfurt ya se han sacudido de encima el coronavirus. Londres ahí anda, pero no está por debajo. 

¿Por qué sólo España está señalada como un patito feo por parte de los inversores?

Pues hay muchos motivos

Para empezar, está el protagonismo del viejo Ibex, que no termina de dejar paso al nuevo IBEX 35, con nuevas empresas de crecimiento en otros sectores de futuro, como la tecnología o la sanidad. Mandan mucho los bancos, pese a que su modelo de negocio está muy presionado y les obliga a fusionarse y cerrar oficinas. Manda mucho la telefonía, aunque también su modelo tradicional es deflacionario y no acierta a dar con nuevas teclas que generen dinero. 

La mayoría de los presidentes y altos directivos de estas empresas deberían haberse ido hace años, pero se aferran al bien remunerado cargo a sabiendas de lo que vendrá después será peor. Y, encima, el único caso realmente de éxito, Inditex, ha dado un disgusto al mercado, al anunciarse la salida de Pablo Isla. 

No acaban de irrumpir nuevas empresas, aunque hay algunos casos de éxito de firmas que han salido al mercado en los canales alternativos y ahí sí están creciendo. Habrá que ver cuánto tardan en llegar al Ibex, que es el índice de las 35 mejores empresas españolas y donde entran sobre todo los grandes inversores internacionales. 

Tenemos un Gobierno poco estable que, además, no da la más mínima facilidad a la inversión privada. Sólo quiere subir impuestos, imponer tasas, destruir los planes de pensiones privados (que son grandes inversores en el mercado doméstico) y, además, unos costes energéticos tremendos, con una política en este sentido carente de modelo. 

Sin olvidar los devaneos separatistas en Cataluña, que siguen golpeando y poco menos que han borrado del mapa una ciudad tan importante como Barcelona, que ha perdido la agencia del medicamento, está perdiendo posiciones como destino turístico y sufre una inseguridad ciudadana a pie de calle que provoca rechazo a la hora de ser elegida como receptora de congresos o eventos. 

Todo suma y la realidad es que el dinero internacional mira con muy poco interés el mercado nacional. Eso es mucho más grave de lo que parece. 

La Bolsa no es cosa de cuatro ricos, es un mecanismo de financiación de la economía privada y en su día pública, pues también se compraba deuda pública por parte de inversores particulares. Es la savia que recorre los capilares de la actividad económica y empresarial y tiene repercusión en todo el PIB. Por supuesto, es un gran motor de los ahorros privados.