Jean Tirole, ganador del Premio Nobel de economía 2014, recibió este reconocimiento con base en sus estudios sobre empresas con amplio poder de mercado; aquellas que por su condición de monopolios, oligopolios o su gran poder de concentración, dominan el mercado y establecen condiciones no siempre propicias para el mejor desarrollo de esos sectores ni para el beneficio de sus consumidores.

Por su relevancia y pertinencia actual, conviene destacar algunos conceptos recientes que el hoy Premio Nobel abordó en relación con las lecciones de la crisis financiera de 2008 y las acciones que institucionalmente deben llevarse a cabo para prevenir que sistema financiero internacional - y el de cada uno de nuestros países - vuelva a caer en las condiciones similares a aquellas que provocaron la crisis afectando nuevamente al sistema financiero y en particular a los usuarios dek mismo.

En el libro “Balanceando los bancos: lesiones globales de la crisis financiera”, Tirole aborda detalladamente el concepto de regulación prudencial para el sistema financiero, la cual tiene como función primordial establecer mecanismos que protejan a los pequeños ahorradores e inversionistas, a los tenedores de pólizas de seguros y a los fondos relacionados con el retiro de las personas ante una posible crisis y default de las instituciones financieras que administran sus recursos. Con base en la experiencia de 2008 y posterior, en la que los gobiernos usaron recurso fiscales de los contribuyente para rescatar empresas financieras, Tirole señala que la regulación prudencial debe tener también como objetivo proteger a los contribuyentes para evitar la, en ocasiones indiscriminada, utilización de recursos públicos para rescatar empresas privadas de sector financiero en crisis; particularmente cuando la situación de crisis se deriva de prácticas incorrectas (asumiendo riesgos elevados e innecesarios) que buscaban generar ganancias desmedidas para dichas empresas y para sus directivos.

La segunda función de la regulación presidencial prudencial se refiere a contener el riesgo sistémico (el efecto dominó en sus términos) en el sector financiero: la posibilidad de que una crisis en una institución financiera se contagie a otras instituciones a través de mecanismos inherentes al propio sistema o mediante procesos de incertidumbre que provocan acciones desmedidas e irracionales de los clientes y los mercados.

Aun cuando en principio la vinculación de estos conceptos es evidente y se centra conceptualmente en proteger a los pequeños ahorradores la realidad de 2008 demostró que las autoridades terminan invirtiendo grandes recursos en rescatar instituciones financieras que poco tienen que ver con los pequeños ahorradores.

Un segundo elemento destacable de potencial riesgo de acuerdo con Tirole, lo constituye el hecho de que, en la búsqueda de una mayor regulación, ha sido buscar transparentar otras instituciones financieras que tenían un menor nivel de supervisión (como los fondos de riesgo), pero la forma en que dicha supervisión se ha orientado ha provocado en los hechos las limitadas capacidades de supervisión de los órganos reguladores nacionales tengan una sobrecarga de supervisión que potencialmente los hace ineficientes, perdiéndose el foco sobre el objetivo central de largo plazo que es la protección de los pequeños ahorradores e inversionistas.

Otro elemento del análisis que se destaca debe estar presente en la reforma integral al sistema financiero para disminuir los riesgos potenciales de una nueva crisis generalizada, se refiere al tema de las compensaciones que reciben los ejecutivos, particularmente de aquellos responsables del diseño y colocación de activos financieros.
Al respecto, se han tomado medidas limitadas en algunos países porque sólo se refieren a los casos de empresas con rescates fiscales en proceso, pero existen todavía espacios de discrecionalidad importantes que generan incentivos perversos para los ejecutivos a tomar posiciones excesivas de riesgo, injustificadas, en afán de obtener ganancias de corto plazo, aun cuando en algunos casos ello signifique poner en riesgo de mediano plazo la estabilidad de las personas e instituciones que adquirieron dichos productos. En el sector asegurador por ejemplo se discute y avanza en la revelación de comisiones que permita a los consumidores reconocer si la recomendación de un producto tiene una influencia marcada por las compensaciones que reciben quienes promueven el producto.

Finalmente, otro de los elementos destacado por Tirole es el papel de las agencias calificadoras riesgo. Por su papel fundamental en la crisis de 2008, propone su incorporación como entidades regulados para evitar conflictos de interés que provoquen eventos de sobre calificación de activos que posteriormente detonaron en contingencias financieras graves.

Entre las propuestas al respecto está la de incrementar la competencia en el mercado de calificadoras, la creación de mecanismos que disminuyan los conflictos de interés, el establecimiento de mejores prácticas mínimas, el desarrollo de mejores modelos de predicción y el establecimiento de un récord histórico del desempeño de cada calificadora permita reconocer su calidad en la calificación de instrumentos en el pasado; así como hacer transparentes las metodologías de calificación y un proceso de normalización y estandarización de los ratings que hagan comparables los niveles y criterios de calificación.

Estas y otras contribuciones del hoy Premio Nobel son de suma importancia para los inversionistas. En la medida en que reconozcamos las características y tendencias negativas que impone la estructura actual de operación de los mercados financieros, estaremos en mejores condiciones para entender los riesgos que implica nuestras decisiones y promover y exigir en nuestros países los mecanismos e instancias de regulación que nos aseguren al público inversionista que la información que recibimos, el riesgo que tomamos por otras inversiones y los alcances potenciales en esta inversión son, dentro del entendible marco de la incertidumbre financiera, conocidos y transparentes.

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo.
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