Y como para muestra un botón, pensemos en el severo castigo que recibió Société Générale tras la presentación de sus resultados anuales, arrastrando a otras entidades del sector. Solo un día más tarde, y con la sola justificación de unas buenas cuentas de Commerzbank, los bancos celebraban una fiesta impensable solo unas horas antes. Así,
Credit Suisse pasaba página sobre sus primeras pérdidas desde 2008, Deutsche Bank olvidaba por un día las dudas sobre su solvencia y Société Générale recuperaba parte de las pérdidas de la jornada previa.
Curiosa también la perfecta correlación inversa que en determinadas jornadas se está observado respecto a algunos activos: sube el petróleo y baja el oro, repunta la bolsa y desciende la prima de riesgo, alivio para las compañías ligadas a las materias primas con el consiguiente castigo para los títulos más conservadores. Y al revés.
Muchas son las preguntas que se hacen los inversores. ¿Por qué? ¿Hasta cuándo? ¿Cómo explicar esto? No tenemos respuesta, pero lo que sí intuimos es que el inversor necesita entender, comprender, dentro de unos ciertos parámetros de seguridad. Moverse en terreno desconocido, no como ahora, que se encuentra en un país desconocido del que no conoce ni la lengua ni las costumbres.
¿Qué necesitarían los mercados para estabilizarse? Necesitan saber.
Saber que la economía china podrá estabilizarse en ese entorno del 6,9% y no sorprenderá con un crecimiento mucho más débil.
Saber si el precio del petróleo ha encontrado suelo en los 30$ y que no se precipitará, como algunos vaticinan, hasta el abismo de los 10-20$.
Saber que la banca italiana saldrá adelante, que Deutsche Bank tiene razón cuando defiende su solvencia, que el sector petrolero no arrastrará al sector a un nuevo mar de dificultades.
Saber que en España gobernarán los unos o los otros, pero con visibilidad del Quién y del Cómo.
Saber que EE.UU. no caerá en una nueva recesión, como también algunas voces afirman que terminará pasando.
Respecto a esto último, es importante tal vez detenerse un poco más, debido a la intranquilidad generada en los últimos tiempos. Intranquilidad que no diríamos que es infundada. Los últimos datos macroeconómicos en la primera economía mundial han sido más débiles de lo esperado en algunos casos (el ISM manufacturero repetía por cuarto mes consecutivo en zona de expansión), los resultados empresariales muestran caídas de beneficios y las palabras cautelosas de Yellen despertaban las alertas.
Pero habría que hacer un análisis más detallado, ya que no todo es negativo. Primero: Los beneficios empresariales han caído en su conjunto, sí, pero especialmente en el sector de petróleo y gas (-70%) y materias primas (-20%); otros sectores han experimentado crecimientos, más o menos sólidos: servicios crece un +11%, telecomunicaciones un +25% y salud +7%.
Segundo: el mercado laboral se muestra fuerte, con una tasa de paro por debajo del 5% (casi pleno empleo) y unos salarios que van creciendo, lo cual (junto a la caída del precio del petróleo) es una ayuda importante para consolidar el ahorro y el gasto de los consumidores.
Tercero: una Fed que acompasará las subidas de tipos a la marcha de economía o que dará marcha atrás en sus planes si es necesario, es sin duda una aliada para los mercados.
Se ha hablado mucho de que la difícil situación de las compañías petroleras y se temen quiebras en cadena e impagos masivos. Sería absurdo negar que el sector atraviesa por una etapa poco dulce, pero habría que contextualizar la situación. El precio del petróleo ha caído fundamentalmente por un problema de exceso de oferta (en menor medida por el efecto de la demanda) y ya son muchos los expertos que auguran que el suelo del oro negro ya se ha alcanzado. Si tenemos en cuenta el peso que la industria del petróleo tiene en la economía estadounidense y que en anteriores crisis del crudo el país consiguió superar el bache, nada nos hace pensar que no vaya a repetirse la historia en esta ocasión.
No es nuestra intención pintar un escenario idílico ni incentivar a que el inversor entre en bolsa sin pensárselo dos veces. Hay riesgos, muchos, y las caídas de las bolsas podrían prolongarse por un tiempo que ni nosotros ni nadie somos capaces de predecir.
Es tiempo de esperar, de sufrir, de sopesar, tomas las cosas con calma….y eso, sí, sin dejarse dominar por el pánico. Que la prudencia es sabia consejera, pero el miedo no.