Desde un punto de vista normativo podríamos decir que ya existían en el ordenamiento suficientes mecanismos de protección de los consumidores que facilitaban la sanción de prácticas y omisiones engañosas. Con la nueva Directiva quedan cubiertas algunas situaciones que podrían ser interpretables y, sobre todo, se obliga a que las afirmaciones que se hagan puedan ser contrastadas y a que los distintivos que se utilicen hayan sido verificados por un tercero independiente.

El objetivo es que los consumidores tengan confianza en los mensajes relacionados con la transición ecológica y contribuyan a ella.

El Plan Nacional de Energía y Clima considera en diferentes apartados el papel de la ciudadanía en la transición energética. Cabe destacar las medidas recogidas en el apartado de eficiencia energética, relacionadas con el transporte público, el rejuvenecimiento del parque de vehículos y las relativas al equipamiento residencial. Transporte, uso residencial, comercial e institucional son sectores que aportan un 38% de las emisiones de GEI en España y donde el consumidor, con sus votos y vetos, tiene un papel relevante.

Asimismo, los mecanismos de actuación previstos en el PNIEC incluyen diferentes iniciativas relacionadas con la información y la comunicación, incluida la elaboración de guías y las campañas de información y concienciación.

La normativa, por tanto, es prolífica, y aunque cuando se trata de modificar los patrones de consumo ha sido habitual el uso de instrumentos que ponen el foco en el bolsillo del consumidor, en esta ocasión Europa se inclina por cambiar la narrativa y dejar acreditados cada uno de los pasos que dan las compañías.

La primera duda que me surge es si los cambios serán comprensibles y asumibles por el consumidor. Y si esto provocará un cambio sustancial en sus ámbitos de consumo.

De todos los productos y servicios que los consumidores utilizamos en el día a día probablemente la luz sea es uno de los más difíciles de evaluar. Según la OCU sólo el 11% de los consumidores es capaz de entender su recibo. Pero, si pensamos simplemente en la elección del tipo de coche que hay que comprar, la confusión provocada por los diferentes mensajes es todavía mayor.

Esto es así, porque todo lo relacionado con los productos y servicios energéticos y con el conocimiento de los requisitos supone no sólo que el ciudadano preste atención sino cierto grado de conocimiento técnico que permita la comparación o el contraste de las afirmaciones.

En este contexto ¿puede una directiva que hace hincapié en que la comunicación ha de ser clara, veraz, y honesta cambiar la elección del consumidor? La respuesta no es fácil y se puede complicar si nos salimos de los consumos asociados al hogar o el transporte.Ejemplo de ellos es que las tecnologías de la información nos facilitan productos y servicios cuya cadena de valor es muy larga y donde no siempre se informa en detalle sobre el impacto ambiental o menos sobre cuál es su trazabilidad energética.

Llegados a este punto, me atrevería a afirmar que, si verdaderamente se desea implicar a los consumidores domésticos, será necesario mejorar su “educación energética”, del mismo modo en que, tras la crisis financiera de la pasada década, se puso el acento en la educación financiera.

El éxito de una transición que impulse el liderazgo industrial europeo e impacte positivamente en el cambio climático está ligado a lograr que los ciudadanos y las empresas comprendan y además les salgan las cuentas. Corresponde a las administraciones crear las condiciones para que así sea y sea pronto, con condiciones claras, estables y fundamentadas.

Las empresas deben seguir trabajando la generación de confianza a través de la calidad en los servicios, los productos y el propio proceso de comercialización, donde la comunicación ocupará un papel central para captar la atención, favorecer la comprensión y desmontar prejuicios.

Igual que los profesores prefieren los alumnos aplicados, las empresas ambiciosas, convencidas de su propósito y que hacen las cosas bien, prefieren consumidores empoderados, cada vez más formados y conscientes tomando decisiones cualificadas.