Son los casos de India y China, en rápido proceso de urbanización e industrialización, lo que viene acompañado de políticas monetarias y cambiarias más flexibles: un millón de personas se trasladan a áreas urbanas cada semana, según las estimaciones del Banco Mundial, lo que supone un enorme estímulo a la compra de bienes y servicios durante muchos años.De hecho la población activa en la región de Asia es creciente y se prevé que el porcentaje de población mayor de 65 años se mantenga en apenas el seis por ciento los próximos años, de manera que el consumo seguirá aumentando. A ello se añaden tasas de ahorro más elevadas que en las economías desarrolladas, préstamos al consumo que parten de una base muy baja y que están creciendo significativamente, cambios en los hábitos de consumo y aumento del gasto corriente. Así, las aún bajísimas tasas de penetración de bienes domésticos proporcionan numerosas oportunidades. Por ejemplo, sólo el uno por ciento de los chinos posee automóvil y uno entre cinco indios televisor, mientras seis millones de nuevos consumidores chinos contratan servicios de telefonía móvil cada mes. En consecuencia es muy probable que la región de Asia siga siendo el motor de crecimiento mundial los próximos años. En concreto se espera que la economía de la región crezca un 8,3 por ciento en 2007 -más del triple que en EE.UU., la zona Euro ó Japón-, contribuyendo a más de un 30 por ciento del crecimiento mundial en 2007, porcentaje que puede ascender al 35 por ciento en 2008. Todo ello viene acompañado de mejoras estructurales y operativas en muchos países de la región. El resultado es que los beneficios de sus empresas son elevados y sostenibles. Además sus rentabilidades tanto por recursos propios como por dividendos son también notables en comparación con los mercados desarrollados y con los países emergentes en general, mientras que aún es baja la participación en los mercados de renta variable nacional de los propios inversores locales. La cuestión clave es hasta qué punto estos fundamentales se encuentran ya reflejados en las cotizaciones de las acciones, que se han más que duplicado durante los tres últimos años. Por otra parte y a diferencia de hace una década, los principales riesgos para la inversión financiera en la región resultan ser externos hoy día. En concreto la sensibilidad de algunos valores a un escenario de aterrizaje duro o escenario de profunda depresión en Norteamérica. Además puede aumentar la inflación en mercados como Tailandia e Indonesia si los precios de la energía siguen subiendo. También hay que tener en cuenta que las acciones asiáticas son las que más se han beneficiado de los flujos de capital japoneses y éstos pueden desaparecer tan rápido como han aparecido. Sin embargo sigue habiendo una gran cantidad de empresas cuyos fundamentales siguen infravalorados por lo que la renta variable de la región resulta especialmente atractiva en relación con Latinoamérica, Europa emergente y África. Estas oportunidades son especialmente evidentes en sectores más orientados a la demanda doméstica, como telecomunicaciones, finanzas y seguros, infraestructuras y materiales de construcción. Además la región cuenta con superávit de balanzas comerciales y fuertes reservas de divisas y sus monedas siguen claramente infravaloradas. En consecuencia los tipos de cambio o los precios de sus activos deben subir a medio plazo, lo que también beneficia a los inversores extranjeros. Incluso la deuda en monedas locales en Asia emergente resulta muy interesante, pues combina rentabilidad por intereses atractiva con diversificación y tasas de impagos sumamente bajas.