cumbreclimacop26

Lamentablemente, la brecha de credibilidad entre las promesas de los gobiernos de mantener el aumento de la temperatura en 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales o incluso en 2 grados, y las medidas que están tomando sigue siendo demasiado grande.

La buena noticia es que el Pacto Climático de Glasgow fijó en 1,5ºC el objetivo climático global, con compromisos positivos en materia de deforestación, metano y la agenda Glasgow Breakthrough, que se centra en el suministro de tecnologías limpias. Por primera vez, también se hizo una referencia específica a la reducción progresiva de las subvenciones al carbón y a los combustibles fósiles ineficientes, a pesar de que la redacción se suavizó en el último momento para decepción de muchas partes interesadas.

El sector financiero privado demostró una fuerte voluntad de desempeñar su papel en la financiación de la transición a la energía neta cero, con la adhesión de 450 actores al GFANZ. Y fue alentador ver la intención de colaboración entre los mayores emisores del mundo, Estados Unidos y China.

Sin embargo, la COP26 no ha conseguido reforzar la credibilidad de las acciones para mantener vivo el objetivo de mantener la subida de las temperaturas en 1,5º C. Los acuerdos paralelos alcanzados en las reuniones no son jurídicamente vinculantes y dudamos que se traduzcan en cambios legislativos nacionales concretos.

Lo más importante es que las Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC) de los países nos llevarían a un mundo con una temperatura 2,4º C superior. Otro gran fracaso de la COP fue abordar el desequilibrio de responsabilidad y acción entre el mundo desarrollado y el mundo en desarrollo. La provisión de la financiación climática prometida al mundo en desarrollo y el apoyo a las pérdidas y daños no se cumplieron y fueron una gran decepción.

Los países desarrollados se apresuran a juzgar a las economías en vías de desarrollo que suavizan el lenguaje de los compromisos, ya que se mueven en el delicado equilibrio entre la reducción de la intensidad de carbono de sus economías y el mantenimiento del crecimiento necesario para elevar el nivel de vida.

Pero su indignación moral estaría justificada si ellos mismos hicieran una transición más rápida y apoyaran mucho más al Sur del planeta, para quienes el coste de la reducción y los impactos físicos del cambio climático suelen ser mayores.

En resumen, la COP26 envió una fuerte señal de que se están produciendo cambios positivos entre los actores públicos y privados para impulsar la descarbonización, pero el ritmo no es suficiente para limitar el calentamiento a 1,5º C. Un rayo de esperanza es el cambio acordado en el mecanismo de ajuste para actualizar las NDC: Ahora se pide que se actualicen antes de finales de 2022, en lugar del mecanismo de actualización original de 5 años.

El éxito de Glasgow sólo podrá juzgarse realmente cuando veamos cuántos países convierten sus promesas en acciones creíbles y jurídicamente vinculantes e invierten rápidamente la tendencia actual de aumento de las emisiones. Hasta entonces, los objetivos de París seguirán siendo un soporte vital.