Sostenibilidad

Desde los acuerdos de París de 2015, que tienen el objetivo de limitar el calentamiento global a +1,5°C en 2100, la regulación está empujando a los inversores financieros a integrar los riesgos climáticos en su estrategia y a comunicarlos de una manera transparente, con un requisito de impacto.

Recientemente, la Unión Europea (UE), como parte de su plan de finanzas sostenibles, ha instaurado un estricto Reglamento sobre la divulgación de información relativa a la sostenibilidad en el sector de los servicios financieros (RDIF) así como la Taxonomía Verde (una clasificación utilizada para medir la sostenibilidad de 70 actividades económicas que representan el 93% de las emisiones de gas de efecto invernadero (GEI), y que sirve como guía para los que los inversores hagan coincidir sus ahorros e inversiones con este requisito).

El estudio identifica qué bonos aguantan mejor los riesgos climáticos regulatorios. Una cartera que incluya activos que sean más sensibles al reglamento climático están más expuestos a factores de riesgo comunes (riesgo de liquidez, riesgo de incumplimiento, riesgo de caída relacionado con las pérdidas) en el mercado de bonos, puesto que el mercado aún no ha incorporado plenamente los riesgos climáticos a los precios de los bonos. En un contexto europeo cambiante y que cada vez es más estricto en términos de objetivos, la sensibilidad climática ya no debería subestimarse.

A menudo, el análisis extrafinanciero depende de las puntuaciones ESG (Factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo) de proveedores externos como agencias de calificación especializadas y proveedores de datos financieros y ESG. Debido a la falta de consenso sobre las metodologías de puntuación ESG, la valoración se hace incluso más difícil para los bonos corporativos, puesto que la puntuación ESG está vinculada a las prácticas de la empresa y no a las características específicas de los bonos. Para superar este sesgo de valoración y estimar el riesgo climático como un activo, la metodología de investigación evalúa la sensibilidad climática a través de la construcción de un “Índice de concienciación climática”, utilizando una serie de noticias como fuente externa de información climática. Estas noticias climáticas se toman del Observatorio de medios y cambio climático (MeCCO) que supervisa a 120 fuentes (periódicos, radio, televisión) en 54 países de todo el mundo.

La muestra incluye la cobertura por los periódicos de cuestiones de cambio climático y calentamiento global a nivel europeo (31 periódicos). Así, el estudio proporciona una Beta de Cambio Climático que refleja la intensidad del riesgo climático de los bonos corporativos incluidos en la muestra. Utilizando un análisis multifactor, los datos del índice de sensibilidad climática se comparan con los rendimientos, controlando al mismo tiempo los niveles de riesgo (liquidez, crédito, riesgo de caída, Beta de Cambio Climático) de más de 3100 bonos corporativos europeos, sobre el periodo 2015-2020.

La investigación demuestra que los bonos con una Beta de Cambio Climático más alta están relacionados con una rentabilidad futura más baja. El efecto del riesgo climático es más pronunciado durante periodos de alta sensibilidad climática, cuando se acercan o acaban de producirse conferencias climáticas globales.

A nivel sectorial, las industrias que son más sensibles al cambio climático son aquellas que emiten más CO2 (por ejemplo, el sector inmobiliario no es el emisor más grande, pero está vinculado a la legislación inmobiliaria, que está altamente regulada con respecto a cuestiones de cambio climático).

Por último, los bonos con un vencimiento más largo están más afectados por las noticias climáticas, en relación con la evolución de los objetivos definidos por la UE para 2030 y 2050 (con los objetivos de reducir las emisiones de GEI en al menos el 55% en comparación con los niveles de 1990, y “cero neto” en 2050, los bonos con una fecha de vencimiento anterior a estos plazos límites climáticos se ven menos afectados).

Este estudio de investigación ha sido realizado por Ricardo Henriquez, ayudante de investigación en KEDGE, y supervisado por Christophe Revelli,Profesor en KEDGE y titular de la Cátedra, y Philippe Bertrand, profesor afiliado en KEDGE. El estudio se encuentra disponible en kedge.edu.