
El año 2025 ha marcado un punto de inflexión para los mercados y, sobre todo, para el comportamiento del inversor. Se ha visto más diversificación, más estrategia y un interés mayor por invertir como recurso de estabilidad. Según datos de la plataforma de inversión Lightyear, ha sido un ejercicio en el que se han puesto a prueba muchas de las convicciones construidas en un entorno de liquidez abundante y baja percepción del riesgo. La normalización de los tipos, la persistencia de la inflación estructural y los episodios de volatilidad han devuelto el foco a los productos financieros fundamentales.
“Uno de los errores más habituales de los nuevos inversores es subestimar el impacto del riesgo y sobreestimar la capacidad de anticipar movimientos de mercado. Muchos nuevos inversores entran con expectativas poco realistas, influenciados por periodos recientes de fuertes subidas o por mensajes excesivamente simplificados”, afirma Álvaro Quesada, director de crecimiento de Lightyear.
Por este motivo, Lightyear, con presencia en 25 países de toda Europa, ha preguntado, escuchado y analizado las tendencias en inversión particular para el próximo año, y estas son sus 10 conclusiones:
- Diversificar para evitar sustos: El contexto incierto que se espera para 2026 anticipa un mercado menos complaciente, donde la diversificación adquiere mayor relevancia. Realmente no se espera un cambio radical de escenario, sino una prolongación de un entorno cada vez más exigente y selectivo que ya se ha estado percibiendo en los últimos meses.
- Salir de los mercados habituales: Diversificar también geográficamente será otra tendencia. Los inversores están ampliando su exposición fuera de carteras excesivamente concentradas en Estados Unidos, incorporando cada vez más empresas europeas y otros mercados desarrollados. Esta búsqueda de equilibrio responde tanto a valoraciones más atractivas en Europa como al deseo de construir carteras más robustas y menos dependientes de un solo motor de crecimiento.
- Más estrategia: Uno de los cambios más claros que veremos es el paso de una inversión más táctica y reactiva hacia una construcción de carteras más estratégica. El inversor está empezando a priorizar la asignación de activos y la gestión del riesgo frente a la búsqueda de rentabilidades extraordinarias a corto plazo. Este cambio es especialmente visible entre perfiles jóvenes, tradicionalmente más proclives a asumir riesgos elevados.
- Eficiencia por encima de todo: También se observa una mayor sensibilidad a los costes y a la eficiencia operativa. El inversor es más consciente del impacto acumulativo de comisiones, fiscalidad y rotación excesiva de cartera. En 2026 este enfoque se consolidará, favoreciendo estructuras más simples, transparentes y eficientes.
- Herramientas digitales: Habrá un avance en la adopción de herramientas digitales que facilitan la inversión sistemática, como aportaciones periódicas y carteras automatizadas, así como de herramientas que aporten contexto y análisis, no solo ejecución. El inversor quiere tomar decisiones informadas, con datos claros y comparables, sin depender exclusivamente de recomendaciones externas. En 2026, esta tendencia se reforzará. También veremos oportunidades en la aplicación práctica de la inteligencia artificial, especialmente en sectores tradicionales donde puede mejorar procesos, reducir costes y optimizar la toma de decisiones, más que en desarrollos puramente especulativos.
- Carteras combinadas: Más que un producto concreto, lo que está ganando protagonismo es la combinación inteligente de distintos instrumentos de inversión. Los ETFs, por ejemplo, continúan consolidándose como herramientas clave para obtener exposición diversificada, especialmente en mercados globales y sectores amplios, gracias a su eficiencia en costes y transparencia. Paralelamente, la renta fija está recuperando atractivo tras años de escasa relevancia.
- Menos concentración: Aunque persiste la tendencia a concentrar excesivamente las carteras, tanto en número reducido de activos como en determinadas geografías o sectores, de cara a 2026 se espera una evolución positiva en este sentido. La experiencia acumulada y un entorno más exigente favorecerán una mayor diversificación y una aproximación más disciplinada.
- Nuevos sectores de siempre: Los sectores con mayor potencial serán aquellos vinculados a la mejora de la productividad y a la eficiencia del capital: infraestructuras, automatización, digitalización industrial y servicios ligados a la transición energética, entre otros. No se trata tanto de sectores disruptivos en sentido estricto, sino de actividades que ofrecen visibilidad de ingresos y capacidad de adaptación a distintos escenarios macroeconómicos.
- Criptomonedas ¿sí o no?: Las criptomonedas han pasado por una fase de menor protagonismo mediático, pero eso no implica una pérdida de relevancia estructural. Estamos ante un proceso de maduración y selección natural dentro del ecosistema. En 2026 volverán a estar presentes en el debate, aunque desde un enfoque más financiero que especulativo y veremos cómo más bancos y fondos tradicionales empiezan a integrar la criptodivisa como un activo más a tener en cuenta, no ya para la especulación, sino para la diversificación y el largo plazo.
- Las plataformas de inversión, en lucha por el rigor: resulta especialmente relevante el esfuerzo del sector por simplificar la experiencia de inversión sin renunciar al rigor financiero. Se prevé una clara apuesta por modelos más directos, con menos intermediación y mayor foco en el usuario final. Asimismo, la presión competitiva está acelerando la reducción de costes y mejorando el acceso a mercados internacionales. Esto democratiza la inversión global y permite al inversor construir carteras más diversificadas con mayor facilidad.
“Más que productos completamente nuevos, este año veremos una evolución en la forma de presentar y combinar los existentes. Soluciones más modulares, adaptables y centradas en el inversor final. La innovación se producirá en la experiencia, en la personalización y en la integración de información relevante para la toma de decisiones. En definitiva, el verdadero avance no será tanto financiero como estructural y operativo”, concluye Quesada.

