Por su parte, la inflación se mantiene en niveles muy bajos, incluso en EEUU. Esto está provocando que muchos bancos centrales tomen nuevas medidas expansivas. En total, cerca de 20 bancos centrales, incluido el BCE, las han tomado desde que empezamos el año.
Existen, no obstante, excepciones, como Brasil, donde han subido los tipos, o Ucrania, donde han situado los tipos en el 30%, los más altos del mundo.
Los efectos de esta masiva expansión monetaria se perciben en los mercados, con mínimos históricos en la rentabilidad de los bonos (tanto públicos como corporativos) y subidas en los activos de riesgo. Bolsas como la estadounidense o la alemana han alcanzado ya máximos históricos.
Llegados a este punto, surge la pregunta. ¿Qué pasará en 2015 y 2016 en los principales bancos centrales del mundo? La respuesta es que se implantará una política monetaria muy distinta. La Fed y el Banco de Inglaterra subirán los tipos (la Fed en verano y el Banco de Inglaterra a principios de 2016 probablemente), mientras que el Banco de Japón y el BCE seguirán con sus inyecciones masivas de dinero.
En lo que a efectos sobre las divisas se refiere, asistiremos a una debilidad del euro y el yen frente al dólar. En este sentido, los analistas de Deutsche Bank prevén que la divisa europea cerrará el año 2015 en la paridad 1:1 frente al dólar, se situará a mediados de 2016 en niveles de 0,90 dólares, y caerá aún más en 2017, hasta 0,85 dólares.
¿Cómo invertir en este entorno?
En primer lugar, creemos que la política de expansión del BCE, que se alargará al menos durante los próximos 18 meses, mantendrá las rentabilidades de los bonos europeos en niveles muy bajos. Es más, incluso aunque el BCE consiguiera su objetivo de llevar la inflación cerca del 2% a finales de 2017, sería difícil ver una subida de tipos en Europa. El exceso de endeudamiento, sumado al exceso de capacidad existente (output gap cercano al 2% actualmente) limitan el potencial de crecimiento en Europa.
Como consecuencia de esta situación, se darán tres situaciones:
1. Las rentabilidades de los activos refugio (mercado monetario, bonos públicos) se mantendrán en niveles cercanos al 0% (o incluso en negativo en el caso de los activos monetarios). Adiós por tanto a la tradicional inversión en depósitos o a las inversiones que garanticen el 100% del capital.
2. Surgirá la necesidad de asumir más riesgo. Para inversores de perfil conservador o moderado, los fondos multiactivos, con política de inversión flexible y con riesgo controlado, serán la alternativa de inversión más atractiva. Esto se traduce, por tanto, en una apuesta por los fondos flexibles.
3. Para inversores con una menor aversión al riesgo (arriesgados), la bolsa se perfila como la mejor alternativa. Especialmente la bolsa europea, donde la mejora del crecimiento y, especialmente, la política de compra de deuda por parte del BCE, le otorgarían mayor potencial. Surgen, así, más dudas en torno a la bolsa de EEUU, donde puede pesar la decisión de la Fed de subir tipos. En mercados emergentes, la situación de cada país será clave para su futura evolución; esto es, no se moverán como un bloque unitario. Desde Deutsche Bank apostamos por la zona asiática, donde los esfuerzos reformistas de algunos gobiernos (como India, Indonesia e incluso China) serán el factor diferenciador.