El Venture Capital busca tomar participación en empresas pertenecientes a sectores dinámicos de la economía, de los que se espera que tengan un crecimiento superior a la media.
Como es lógico, en el mundo del Venture Capital existen distintas estrategia de inversión. Aún así, todas las firmas comparten el mismo objetivo: lograr unos retornos elevados de sus inversiones, acordes con el riesgo asumido. Actualmente en la mayoría de los casos no se están cumpliendo sus objetivos de rentabilidad, siendo ésta mucha menor a la que marca la teoría. El principal motivo es el impacto de la desadaptación con la tasa de cambio en la innovación tecnológica, esto es el tiempo que tarda en aparecer al mercado un nuevo elemento disruptor que cambia las reglas establecidas.
 Desde los inicios del Venture Capital dicha tasa era siempre alta, pero prácticamente constante en el tiempo. No obstante en los últimos 20 años ha sufrido una fuerte aceleración y en cambio los VC siguen con los mecanismos tradicionales de inversión. Esto da lugar a la compresión de los tiempos de vida medios que tienen los productos tecnológicos en los mercados. Para el VC se traduce en un aumento notable de la sensibilidad al tiempo requerido para detectar oportunidades de inversión, puesto que las ventanas de oportunidad se reducen espectacularmente. En cambio, la tendencia de inversión se sigue haciendo en base a un análisis del histórico registrado de los proyectos estudiados, y casi por definición se excluyen startups en fase temprana al no disponen de él. La respuesta más común de un VC a un emprendedor que le cuenta su proyecto acostumbra a ser:
 “Suena como una gran idea. Avísame cuando tengas clientes y beneficios”.
 Actitudes como ésta hacen que la entrada de capital en empresas nacientes no se produzca en el momento adecuado, condenando a un crecimiento mucho más lento del proyecto.
 Un nuevo enfoque
Sigue siendo común pensar que si una startup hace cambios de dirección en su estrategia/producto significa que la muerte de dicho proyecto está cerca. Este enfoque está desfasado. Quien marca el éxito de un proyecto son los clientes/mercados y actualmente éstos cambian con rapidez, haciendo imprescindible para cualquier emprendedor (o inversor) la agilidad para poder absorber dichos cambios lo más rápido posible. Inversores y emprendedores de éxito como Paul Graham (de Y Combinator) o Eric Ries (de IMVU) afirman que:
 “la diferencia entre una startup exitosa y la que no lo es, es el número de veces que ha pivotado”
 A pesar del disgusto de los inversores tradicionales, esto hace que sea muy difícil el poder determinar de forma precisa el tamaño del mercado de una startup. Además, aún se gasta demasiado tiempo calibrando dichos mercados. En este sentido la mejor aproximación es la misma que se pide a las startups: salir pronto a mercado, pivotar mucho, y fallar rápido. Más que nunca la agilidad es una nueva ventaja competitiva. Ésta es la filosofía que más se ha impuesto en Silicon Valley y se la denomina con el nombre de Lean Startup.
 Mercados a tiempo real
Actualmente, debido en parte a la alta tasa de cambio, se está empezando a ver viable invertir en la creación de “mercados a tiempo real”. Se intuye que la tendencia será invertir de golpe en grupos de startups, fomentando y posibilitando así la creación de “mercados a tiempo real”. En dichos grupos será necesario que haya competencia entre las propias startups. Esto hará que sea el mercado quien indique a los VC quienes son los ganadores.
 Desde la fundación en 2006 de Y Combinator, y en 2007 de TechStars estos programas de aceleración se han demostrado como los vehículos más rentables de inversión para el VC, obteniendo como resultados unas TIR superiores al 50%. Por ello están empezando a aparecer en todo el mundo más programas de aceleración que se empiezan a posicionar como la respuesta a una metodología de inversión que se ha demostrado poco adaptada a los tiempos presentes.