La desconfianza hacia España desde el exterior es claramente visible. Recientemente, la agencia Moody’s ha colocado en vigilancia negativa la nota “Aa1” de España destacando los problemas de financiación, la elevación del rating de deuda pública, y por último, la desconfianza generada hacia el Gobierno ante su incapacidad de mejorar las cuentas del Estado.


Según Moody’s, el Gobierno Español necesita 170.000 millones de euros para el 2011, incluso teniendo en cuenta las aportaciones de las privatizaciones del 49% de
AENA y del 30% de Loterías y Apuestas del Estado.

Ante esta situación de incertidumbre financiera que está viviendo la eurozona ¿Cuáles son los siguientes pasos que los dirigentes comunitarios van a seguir para hacer frente a esta crisis de deuda que parece que no llega nunca a su fin?

Los dirigentes europeos se encuentran actualmente ante un doble dilema; emitir eurobonos o, ampliar el actual fondo de rescate europeo.

Mucho se ha hablado en estos días sobre la intención de crear rápidamente un mercado conjunto de bonos europeos como receta para frenar la crisis de deuda de la eurozona.

Esta propuesta fue lanzada el pasado 6 de diciembre por el primer ministro luxemburgués y actual presidente del Eurogrupo, Jean- Claude Juncker y por el ministro de economía italiano, G. Tremonti.

El lanzamiento de estos bonos europeos traería consigo la creación de una Agencia Europea de Deuda que sería la sucesora del actual instrumento de Estabilidad Financiera Europea. Los eurobonos se convertirían en los más importantes de Europa con una liquidez comparable a los bonos del Tesoro estadounidense, por un valor del 40% del PIB de la UE y de cada Estado miembro.

En un principio no parece una idea descabellada, la creación de una institución capaz de emitir instrumentos de deuda pública significaría un drástico aumento de confianza en el euro. Así mismo, supondría una reducción del coste para los países periféricos a la hora de emitir deuda, lo que ayudaría al restablecimiento de la financiación de estos países.

Las reacciones ante esta propuesta no se han hecho esperar. El plan ha chocado de inmediato con la oposición de Alemania y de Francia, mientras que ha sido respaldado por otros líderes, en concreto por los partidos socialistas europeos.

Parece evidente que en el corto plazo, la dificultad para la puesta en práctica de esta propuesta, supera con creces a los posibles beneficios.