Interesante reflexión de José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España, sobre el “paradigma del mercado de trabajo en Estados Unidos. Un país donde el crecimiento del empleo (salvo los dos últimos meses, cuestión de las condiciones climatológicas...espero) ha alcanzado el nivel objetivo. Donde la tasa de desempleo ya queda demasiado cerca del nivel considerado como desempleo natural, también el objetivo marcado inicialmente por la Fed para comenzar a retirar las medidas monetarias expansivas. Pero, llegado a este punto, la Fed ahora ya liderada por Yellen ha matizado la urgencia por el cambio de sesgo considerando que hay otros indicadores que muestran la debilidad estructural del mercado de trabajo: desde la elevada precariedad, temporalidad, caída de la actividad y el creciente peso del desempleo de larga duración dentro del total (es cierto que un total a la baja). ¿Es capaz la política monetaria de mejorar la situación? ¿compensan las potenciales ventajas a corto plazo los riesgos crecientes a medio y largo plazo?”, se pregunta este experto.

Su respuesta es que “al final, la coincidencia entre una fuerte creación de empleo mensual y reducción de la tasa de la tasa de actividad conlleva importantes dudas sobre la solidez del mercado de trabajo. ¿Hasta qué punto esta caída de la fuerza laboral es un fenómeno estructural o simplemente coyuntural? Sumen: 1.7 millones de desempleados por encima de la tasa natural de desempleo, 7.3 millones de empleados a tiempo parcial dispuestos a aumentar su horario de trabajo, 2.6 millones de personas que han salida de la población activa en el último año. ¿Cuánto puede suponer una tasa de desempleo encubierta? Según nuestros cálculos, más de medio punto a sumar a la tasa de desempleo actual. Obviamente, la continuidad en la mejora económica probablemente tenderá a reducir este desempleo teórico. Y la Fed es consciente de ello, aunque por el momento valora que hay tiempo para tomar medidas antes de que la creación de empleo repercuta en mayores tensiones de salarios y al final de la inflación. ¿Cuánto tiempo? Probablemente de seis meses a un año. Como ven, entre junio y diciembre para valorar seriamente el cambio de sesgo en los tipos de interés”.

Campuzano prosigue su análisis preguntándose por la mayor precariedad del mercado de trabajo. “Sin duda”, contesta, “la normalización de la elevada temporalidad (histórica) está llevando mucho más tiempo que en el pasado. Y de hecho, el desincentivo en la búsqueda de trabajo también puede mostrar importantes deficiencias en su funcionamiento (políticas pasivas frente a activas de empleo). Al final, el riesgo para la política monetaria es confundir estos problemas estructurales donde la política monetaria tiene poco margen para solucionarlos con problemas coyunturales donde sí puede influir si mantiene la persistencia de su carácter excepcionalmente expansivo actual. Aquí ya no hablamos del output-gap como del riesgo que este gap en el mercado de trabajo esté siendo sobrevalorado por la autoridad monetaria. El equilibrio entre desempleo e inflación estaría entonces demasiado sesgado hacia el primero frente a los riesgos del segundo”, concluye.