La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca coincide con uno de los momentos de más optimismo en la economía de Estados Unidos y del mundo desde el estallido de la crisis financiera en 2008.
 

En estos ocho años, los países desarrollados han intentado combatir varias crisis que se concentraron en una: una crisis de deuda, financiera, inmobiliaria, de desigualdad,  de falta de crecimiento, de desempleo. Todo ello lo han hecho con políticas poco convencionales en lo monetario que han supuesto la inyección de trillones de dólares en el sistema para aumentar la liquidez. En lo político se han saldado con mayor desigualdad, con recortes del gasto público y todo ese cocktail ha llevado al descontento. En Europa esa desazón se ha saldado con la victoria del brexit en el Reino Unido y con la amenaza de la vuelta de la extrema derecha más populista llamando a la puerta de varios países.

 
En Estados Unidos ese descontento de la clase trabajadora se ha plasmado en la victoria de un millonario con ansias de poder que ha prometido resucitar los años dorados de la dominación americana en el mundo y ha prometido a las clases medias volver a recuperar todo lo que la crisis le ha arrebatado. Todo eso pasa por la instauración del viejo régimen proteccionista que podría acabar con el aperturismo de las economías globales y cuyas consecuencias están aún por conocerse.
 
Quizá lo que más inquieta a los mercados es no conocer muy bien qué pretende el nuevo presidente en lo económico y si será capaz de poner en marcha el 100% del programa de máximos que lo llevó al poder.
 
De momento lo que parece seguro es que seguirá adelante con el proyecto de invertir 500.000 millones de dólares en infraestructuras en los próximos cuatro años. Además, se espera que rebaje los impuestos tanto a empresas como a los hogares y que impulsará la repatriación del capital que las multinacionales tienen fuera de sus fronteras. Además, se espera que apueste por los sectores tradicionales del país y que sus medidas para restringir la inmigración aumenten el salario de los americanos.
 
En resumen, sus medidas económicas han gustado a los mercados, que esperan más crecimiento y más inflación.  Lo que no se sabe muy bien es cuánto crecimiento van a traer.
 
Didier Saint-Georges, miembro del Comité de Inversión de Carmignac, apunta que “Trump aboga por una forma descaradamente mercantilista de capitalismo, dirigida a promover la creación de riqueza en EE. UU. Por tanto, no es ninguna sorpresa que los indicadores de la confianza de los consumidores y de las empresas estadounidenses hayan mejorado notablemente desde el pasado 9 de noviembre. La economía estadounidense va a toda máquina”. En su opinión, no obstante el repunte del ciclo económico no se remonta a la elección del presidente, sino al primer trimestre del año pasado.
 
Los expertos de BlackRock apuntaban recientemente que dependerá de cómo de profundas sean esas medidas y que la expansión del PIB rondará entre el 3% y el 23% en esos cuatro años.

BlackRock


 
Lo que sí sabemos es cómo deja Obama la economía después de ocho años en el poder.
 
El presidente saliente deja un país con una tasa de paro del 4,7%, un porcentaje que es casi la mitad de lo que encontró cuando tomó el poder el 20 de enero de 2009. Después de muchos años en busca y captura, la inflación ha vuelto y en diciembre ya estaba en torno al 2,1%. –Esto implicará subidas de tipos de interés, aunque eso dependerá de la Reserva Federal-.
 
Por su parte, el último dato del tercer trimestre dejaba el crecimiento del PIB en el 2,9%, aunque probablemente esa tasa de expansión será más reducida cuando se conozcan los datos finales. Hace ocho años ese dato era del -0,3%, el país se encontraba en plena contracción e intentando rehacerse de los efectos de la peor crisis que había vivido desde el crash del 29.
 
Todo esto lo ha hecho, eso sí aumentando la deuda del país desde el 66,7% sobre el PIB hasta el 107% que había a finales de este año, según Facset.

los logros

 
Lo negativo de Obama
 
A pesar de que la economía americana está ya en pleno empleo, no es menos cierto que los salarios de los estadounidenses no han crecido al mismo ritmo que la economía. Eso ha sido parte del descontento.
 
Parte de las mejoras conseguidas se han hecho a expensas de las políticas poco convencionales de la FED que ha inyectado más de 4 trillones (billones europeos) de dólares desde que se inició la crisis. Nadie sabe muy bien qué va a ocurrir con este balance y cómo puede afectar a la economía americana en el largo plazo. 
 
La deuda ha aumentado y las políticas de Donald Trump podrían aumentarla mucho más, de nuevo con unas consecuencias imprevisibles en el medio-largo plazo.