Jaime Montalvo, director de Internacional de Cámara de España, asegura que, “efectivamente, China ha conseguido cerrar 2020 con una tasa de crecimiento positivo: es la única de las grandes economías que lo ha hecho y todo apunta a que va a reforzar su papel de locomotora de la recuperación mundial durante 2021”. De mantener controlada como hasta ahora la expansión de la pandemia, esperamos que China, un país que -explica Montalvo- ha basculado su estrategia desde la industrialización y la exportación hacia el consumo interno y la innovación, continúe creciendo y sostenga este año su ritmo de importaciones; también que mantenga su apuesta por la inversión en el exterior, y se consolide como un financiador neto de la economía mundial, lo cual es positivo, pero la consolida cada vez más como gran potencia y como un actor clave, también un competidor aún más fuerte, en la escena internacional”.
La agenda económica de las Autoridades Chinas tiene como uno de sus ejes centrales la apuesta por la educación, la investigación, la innovación y el desarrollo tecnológico en los que el país ha alcanzado una posición de liderazgo a nivel mundial, enfatiza el directivo de Cámara España. Entre los ámbitos y sectores de alto valor añadido de este nuevo modelo de crecimiento chino destacan la digitalización y la sostenibilidad medioambiental; en definitiva, los nuevos factores de competitividad globales y esta apuesta va a seguir impulsando el dinamismo de la economía, sin duda. “Es obvio, dentro de la nueva centralidad de Asia, el papel tractor del gigante regional y su creciente peso en las relaciones internacionales”. China está jugando un papel cada vez más activo en la gobernanza de las instituciones multilaterales, “abogando por un multilateralismo equilibrado y una mayor apertura a través de alianzas comerciales, preservando su soberanía e intereses estratégicos”. En esta línea. Pekín está dando pasos positivos en materia comercial y de inversiones, tanto con EEUU (firma del acuerdo comercial de “primera fase” a comienzos de 2020) como con la UE (cierre de las negociaciones para un Acuerdo General de Inversiones el pasado diciembre) o con la región asiática, tras la reciente firma de la Asociación Económica Integral Regional RCEP. “Esperamos -dice Montalvo- que está dinámica en la escena mundial pueda completarse con reformas regulatorias también en su sistema económico que corrijan, aunque sea parcialmente, asimetrías y distorsiones para terceros países socios, actualmente existentes”.
Sobre las expectativas en este mercado del sector exterior hispano, el director de Internacional de Cámara España recuerda que China es el principal socio de España en Asia y el primer destino de la exportación española en la región, aunque mantenemos un déficit comercial crónico en bienes y un comercio bilateral de servicios muy por debajo del potencial; muy en particular en turismo. Otro tanto -señala- ocurre con las inversiones bilaterales; aunque China está entre los 10 mayores inversores en nuestro país, todavía hay recorrido. “Nuestras previsiones hablan de incremento tanto de nuestras exportaciones como de las inversiones en ambos sentidos”. Entre los sectores de más futuro destacamos automoción, renovables, aeronáutica, servicios urbanos, bienes de consumo de alta gama, educación, turismo y sanidad. El principal cambio estructural que -cree Montalvo- han tenido que emprender nuestras empresas para abordar ese mercado es el de la mentalidad, la necesidad de perseverancia en la relación con unos socios de cultura empresarial distinta, exigentes y competitivos. Al igual que la celeridad en poder adaptarse a las características de un mercado “enormemente complejo y lejano, lo que ha supuesto también fracasos”. Pero China es y será cada vez más un mercado de futuro para nuestras empresas, y desde las instituciones debemos seguir informando y contribuyendo a preparar a más empresas para aprovechar las crecientes oportunidades que sin duda, seguirá ofreciendo el país.
Fuentes de CESCE, inciden en que China “abandonó la recesión ya en el segundo trimestre del año pasado y ha registrado una recuperación notable a lo largo de 2020, siendo de las pocas economías del mundo que registrará una expansión en el conjunto del pasado ejercicio de aproximadamente un 2%”. Y, aunque los estímulos fiscales y monetarios “son importantes, no han sido de la magnitud colosal que hemos visto en otros mercados”. La rápida contención del virus ha permitido una notable recuperación del consumo y la inversión. Asimismo, el empuje del sector exportador favorecido por productos electrónicos y sanitarios demandados durante la crisis “ha sido también clave” en su evolución. A lo largo de 2021 estos factores “seguirán impulsando el crecimiento, si bien cambiará la composición de la exportación a medida que se normalicen los flujos comerciales”. China se presenta en 2021 como una de las principales economías del mundo que registrara un mayor crecimiento, en torno al 8% del PIB.
Evidentemente -explicalos analistas de Riesgo País de CESCE- “será determinante el mantenimiento de la contención del coronavirus y el éxito de la campaña de vacunación, que por el momento va a buen ritmo”. Las autoridades chinas esperan tener a 50 millones de vacunados en febrero, antes del nuevo año lunar chino. No obstante, sigue siendo poco ante los 1.400 millones de habitantes. “Se deberá por tanto mantener en paralelo el éxito en la contención del virus gracias a la política de testeo masivo”, advierte. La provincia de Hebei está registrando en 2021 el rebrote de Covid más grave registrado desde julio de 2020. Los casos acumulados superaron los 500 y los infectados diarios más de 120. La campaña de testeo masivo que supondrá un nuevo récord ya que en los próximos días se hará un test a la práctica totalidad de los 11 millones de habitantes de Shijiazhuang, la capital.
Desde Cesce se pone de manifiesto, en sus perspectivas sobre la coyuntura china, uno de los grandes riesgos que, en opinión de sus expertos, “puede alterar la evolución del gigante asiático”: las cada vez más complejas relaciones exteriores con sus socios comerciales, en alusión a EEUU y Europa. Sin duda la rivalidad con EEUU es uno de los mayores peligros geoestratégicos que afronta China y que, a diferencia de los que muchos piensan, es un asunto estructural; es decir, que su abordaje resulta ser un factor casi independiente de quien habite la Casa Blanca, ya que el reto económico, militar y estratégico que ha presentado China a la hegemonía norteamericana va a marcar la política internacional las próximas décadas. Así, y dicho de otra manera, “la victoria de Joe Biden podrá hacer menos volátiles las negociaciones entre ambos países, pero no va a cambiar su naturaleza, que muchos califican ya como de Guerra Fría 2.0. “Es cierto que Trump, con su peculiar estilo, elevó la retórica contra Pekín e inició la escalada de aranceles contra productos chinos en 2018 que a punto estuvo de desembocar en una guerra comercial total”. Sin embargo, los demócratas “han mantenido tradicionalmente una posición prácticamente igual de beligerante -o, incluso más- en torno a las prácticas comerciales chinas, señalado expresamente el abultado déficit comercial como una muestra de ello (346.000 millones de dólares en 2019). No obstante, “a corto plazo se abre la posibilidad de que la figura más diplomática del nuevo presidente permita, si no cerrar un acuerdo definitivo que entierre las hostilidades comerciales sí, al menos, que se impida un recrudecimiento de las mismas”.
Paradójicamente, además -enfatizan desde la sala de máquinas analítica de Cesce- China y EEUU mantienen estrechos lazos económicos por lo que están prácticamente forzados a entenderse. “No olvidemos que China es el primer proveedor de mercancías de EEUU y constituye la gran plataforma internacional de manufacturas que utilizan la mayor parte de las multinacionales americanas en sus cadenas de producción”. Por su parte, China depende enormemente de la tecnología estadounidense, especialmente de los semiconductores. Ambos países tienen entre sus objetivos reducir esta dependencia, especialmente después de la disrupción provocada por la pandemia sobre las cadenas de suministro internacional y el impacto de las sanciones sobre compañías tecnológicas chinas como Huawei, Hik Vision, Tencent o Tik Tok, entre otras.
Este proceso de decoupling no es sencillo ni rápido. Se estima que la inversión de EEUU acumula 400.000 millones de dólares en activos en China (más 360.000 millones en Hong-Kong), si bien las multinacionales americanas han diseñado planes para flexibilizar sus cadenas de producción y sus nuevos planes de inversión se enfocan más hacia otros países asiáticos, algo que por otra parte ya estaba sucediendo debido al creciente coste salarial chino, tienen muy difícil deshacer su actual posición inversora a medio plazo. Por su parte, China tiene a medio plazo la posibilidad de reducir su dependencia tecnológica de EEUU y está logrando avances muy rápidos en todos los terrenos. No obstante, “la clave del éxito económico chino ha pasado por su apertura a la inversión y el comercio internacional y aunque podría lograr una posición menos dependiente, “trabaja en clave interna para crear un modelo más basado en el consumo interno, dado que no le interesa en absoluto un escenario internacional sobre estas bases”. De hecho, mientras que EEUU ha lanzado una ofensiva proteccionista, China ha abrazado un discurso de libre comercio y multilateralismo, “consciente de que este sistema es clave en su tradicional modelo productivo inversor-exportador”. En este sentido el America, first de Trump y, más en concreto el abandono del acuerdo TPP (Trans-Pacific Partnership), está dejando un vacío que está aprovechando China para ampliar su red de acuerdos comerciales, especialmente en Asia-Pacifico, donde se firmó el pasado noviembre el RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership).
Sobre sus previsiones del sector exterior hispano, Cesce hace un balance prospectivo incuestionable: “China y Asia en general es la región económica más grande y dinámica del mundo”, por lo que resulta llamativo, salvo muy honrosas excepciones, la escasa presencia del tejido empresarial español en el espacio más dinámico y con un número de potenciales consumidores sin parangón en el planeta. “No existe sector, desde la agricultura, las infraestructuras o el energético a la alta tecnología, que no arroje un alto potencial para las empresas españolas”. Es cierto -admiten en Cesce- “que no son mercados sencillos por la fuerte competencia y las importantes barreras legales y culturales que presentan”. Y que requieren, por tanto, un notable esfuerzo en formación y en capacitación de los recursos humanos de la empresa, así como un proceso especialmente meditado y cuidadoso por parte de los gestores de la misma, en particular a la hora de elegir socios locales, algo -insisten- prácticamente inevitable en China de cara a la implantación vía inversión directa”. Pero los mercados asiáticos serán, porque ya lo son, el centro nuclear de la actividad económico-comercial, a donde se ha encauzado el punto de gravedad de los negocios y de la globalización.
Desde la CEOE, se enfatiza que, de los tres grandes bloques económico-comerciales, será el PIB chino el que destacará claramente por encima del resto en 2021 y durante los primeros pasos del ciclo de negocios post-Covid. Desde el Área Internacional de la patronal española se da por sentado su salida de la recesión y la entrada en una senda de dinamismo este ejercicio. Fruto de la contención, al menos hasta el inicio de este año, de la epidemia sanitaria y el restablecimiento de sus cadenas de valor. Los empresarios españoles aseguran esperar “cambios positivos” que frenen las hostilidades arancelarias entre las dos superpotencias con la Administración Biden, si bien -matizan- “nada volverá a ser como antes del mandato de Trump”. Porque han acontecido “demasiados cambios en los últimos años como para creer que podamos volver al antiguo status quo”; entre otras razones, por la “creciente reorientación estratégica de EEUU hacia Asia, o el patente cambio generacional en los miembros del Congreso, muchos de ellos menos vinculados a Europa”. Además de un giro diplomático en las prioridades como resultado de un clima político más polarizado en el principal mercado global, que será “menos propenso, por ejemplo, a los acuerdos comerciales y primará más asuntos como la ciberseguridad o la soberanía tecnológica, en un claro mantenimiento de la rivalidad geoestratégica con China.
En parecidos términos se manifiestan en el servicio de estudios de BBVA, que apuesta por una prolongación de las tensiones bilaterales entre las dos mayores economías a largo plazo. Aunque con Biden en la Casa Blanca, “la diferencia radicará en el enfoque adoptado”. Mientras que bajo una segunda presidencia con Trump “se hubiera ejercido una mayor presión sobre China, con la táctica del “sin previo aviso”, la concepción de Biden, una figura más poliédrica y más fácil de predecir” anticipan una amortiguación en el grado de las hostilidades. En cualquier caso, “a corto plazo, también cabe prever que la conflictividad se mitigue”. Si bien se mantendrán los aranceles que impuso Trump, con una alta posibilidad de que “se retomen las negociaciones en cuanto a la concesión de China para abrir el mercado financiero”. La guerra tecnológica a largo plazo y la deslocalización de la cadena de suministro actual, en cambio, se prolongarán en el tiempo. Aun así, “la victoria de Biden despeja algunas incógnitas políticas previas, al tiempo que aumentará la previsibilidad y continuidad de las políticas hacia China, lo que incrementará el apetito por el riesgo del mercado financiero chino”.
En línea, también, con el análisis económico y geopolítico de Bankia, desde donde auguran una expansión del 6,5% interanual de la economía china en el cuarto trimestre de 2020, la única gran potencia en retomar la senda de crecimiento previo a la crisis del Covid-19. “La recuperación de tipo V ha permitido que la economía recupere todo el terreno perdido a causa de la pandemia, daños que se reflejaron en una caída del 9,7% trimestral en el primer trimestre del 2020” afirman desde su servicio de estudios. Aunque esta reactivación, no obstante, “ha sido desigual entre los distintos segmentos de actividad, con el sector industrial a la cabeza y la demanda privada, en particular el consumo privado, detrás”. En gran medida -aclaran- el factor clave ha sido el control efectivo por parte de las autoridades del contagio: el reciente brote cerca de Pekín (que ya ronda los 1.000 casos), por ejemplo, ha sido respondido con un cierre perimetral de las zonas afectadas y políticas restrictivas para controlar la socialización. Por su parte, las autoridades han puesto en marcha estímulos fiscales y monetarios que permitieron, en primer lugar, la normalización de la producción en las fábricas y, paulatinamente, la extensión de la recuperación al consumo, si bien a menor escala. En ese sentido, el Gobierno ha promovido, por un lado, la reorientación productiva de la industria hacia sectores con mayor demanda del resto del mundo (equipos electrónicos y médicos, por ejemplo) y, por otro, una política de "circulación interna", orientada en satisfacer el mercado interno (una versión propia de apuesta por el nacionalismo económico).
“La relativa fortaleza de China consolida su relevancia en la economía global; en 2020 representó en torno al 17% del PIB del mundo, 3 puntos porcentuales más que en el 2016 y rápidamente aproximándose al 22% que pesa actualmente EEUU”. Es de esperar que, una vez recuperado el terreno perdido por la crisis, el crecimiento retorne este año a ritmos más “normales”, de entre el 1% y el 2% trimestral. “Esperamos que, en balance, el PIB se expanda en torno al 9% interanual en el 2021 y que, gradualmente, retorne a una senda de crecimiento en torno al 5%”.
El estallido de la crisis del Covid-19 ha sido respondida por las autoridades con un mayor control del tejido empresarial e industrial, con una política orientada a satisfacer la demanda interna y, de esta manera, tratar de crear resistencia en contra de los vaivenes de la recuperación global, matizan los analistas económicos de Bankia. “Dicha posición se manifestó durante la reunión del Comité Central del Partido Comunista en octubre del 2020 para delimitar las líneas del nuevo Plan Quinquenal (2021-2025), cuya aplicación plena dará comienzo con la entrada del año 2021 y que dirigirá los esfuerzos del gobierno hacia el fortalecimiento de determinadas industrias y sectores de manera prioritaria, estableciendo una serie de objetivos”. Si bien, “los detalles se conocerán durante la próxima reunión del buró político en marzo del 2021”.
Entre los principales objetivos que se conocen hasta ahora, el gobierno ha señalado el desarrollo tecnológico como el eje central del plan, con el objetivo de sortear la dependencia de las grandes corporaciones tecnológicas de Occidente y frente al proceso digitalizador que se ha acelerado en todo el mundo por el efecto de la pandemia. De esta manera que China ve la autosuficiencia tecnológica como una de las principales bases en su política de “circulación interna”, orientada a garantizar el mayor peso del consumo privado en la economía. Es de esperar que su ejecución implique una mayor inversión en I&D en el fomento del sector tecnológico; por ejemplo, en las áreas del Big Data, 5G, inteligencia artificial, blockchain, cloud computing y la economía digital. Por lo que es altamente probable que dicho desarrollo también venga acompañado por una mayor regulación del sector. En opinión de los estrategas macro de Bankia, “el plan quinquenal se centrará también en modernizar las cadenas de suministro internas, fortalecer las empresas y abrir más oportunidades de mercado para las firmas extranjeras”. Por su parte, el Gobierno también renunció a marcar objetivos fijos de crecimiento; su enfoque se centra en el ingreso per cápita, con miras a que el PIB per cápita pueda alcanzar el nivel de otros países moderadamente desarrollados en el año 2035.
Con respecto al cambio climático, Pekín ha hecho hincapié en una estrategia de reducción de emisiones de carbono de forma “significativa” en los próximos 25 años. Para lograr este objetivo, el gobierno quiere poner en marcha una regulación más estricta en cuanto a la protección ambiental y los estándares de emisión del sector productivo en los próximos años.
Por último, la llegada de Biden a la presidencia americana, coincide el diagnóstico del servicio de estudios de Bankia, “no vislumbra grandes cambios en las relaciones con China”. El nuevo presidente de EEUU ha prometido una política exterior más conciliatoria, aunque con los aliados tradicionales, principalmente en Europa. No obstante, la nueva administración parece preferir el mantenimiento de una política industrial de America, first, por lo que un repentino giro en las políticas en contra de China, como las subidas de aranceles durante la llamada guerra comercial, luce poco probable. En general, “esperamos que la relación EEUU-China siga siendo tensa en materias como la tecnología, el comercio y la inversión”.
Respecto a las empresas hispanas con intereses en China, aseguran que “el mayor enfoque en el desarrollo del mercado interno chino por parte de las autoridades puede significar múltiples oportunidades para las empresas y el sector exterior español”. De hecho, la recuperación en China ha sido uno de los principales factores que ha ayudado a amortiguar el impacto de la recesión global del 2020 en la industria española. En el periodo enero-octubre de 2020, las exportaciones hacia China han aumentado un 20,2% interanual, alcanzando los 6.561 millones de euros (3,1% del total de la exportación española) y ocupando el puesto octavo entre sus socios comerciales.
Los principales productos exportados han sido la carne de porcino congelada (29%); cobre y sus aleaciones (6,3%); despojos comestibles de animales (5,9%); equipos, componentes y accesorios de automoción (4,3%); y medicamentos (3,2%). En cuanto a servicios, en el año 2019, según la Encuesta de Comercio Internacional de Servicios del INE, 3.267 empresas españolas, un 16,9% más que en 2018, exportaron servicios a China por valor de 1.146 millones de euros, un alza del 16,6% interanual. Por su parte, tras la rúbrica del Acuerdo de Destino Autorizado (ADS) en febrero de 2004, por el que se permite viajar a España a grupos de turistas chinos en viajes organizados, se ha registrado un progresivo crecimiento de llegadas turísticas de China, si bien partiendo desde una base pequeña. Según FRONTUR, 699.108 turistas chinos visitaron España en 2019, un repunte del 8,2% en términos interanuales.
Para el servicio de estudios de Banco Sabadell, el ciclo económico chino se ha distanciado de la coyuntura global. El segundo PIB del planeta, “ha experimentado una recuperación muy rápida y podríamos afirmar que tienen prácticamente controlada la pandemia sanitaria pese al reciente aumento de casos en algunas zonas”. China ya ha recuperado los niveles de PIB pre-Covid y se espera que en el cuarto trimestre de 2020 registre crecimientos interanuales alrededor del 6%. Para 2021, las estimaciones de crecimiento se sitúan alrededor del 8% en el agregado del año. En este contexto, “las autoridades deberán afrontar el reto de deshacer progresivamente las medidas expansivas introducidas a raíz de la pandemia”. A su juicio, en China, la digitalización y, más recientemente, la sostenibilidad con objetivos más exigentes de neutralidad energética y recorte de emisiones de CO2 también son asuntos capitales sobre los que Pekín está inyectando notables suma de inversiones, que ayudarán a modernizar su tejido empresarial y a generar un clima idóneo para proyectos tecnológicos y relacionados con la economía verde. En el terreno geoestratégico global, la relación con la Administración Biden “seguirá siendo muy complicada de resolver y redireccionar”. A pesar de este cierto retorno al multilateralismo y a una política exterior más ortodoxa y previsible por parte de la Casa blanca, la gobernanza económica global “permanecerá frágil, por lo que, presumiblemente, se mantendrá en cierta medida el proceso de desglobalización, con un mayor protagonismo de la producción doméstica y de la proximidad geográfica de los proveedores”. En cualquier caso, la llegada de Biden da la oportunidad a que “este proceso de desglobalización, si se acaba produciendo, sea más ordenado y no derive en tensiones como en los últimos años”. A la espera de los acontecimientos que puedan suceder en el terreno del multilateralismo, “China ya mostró a lo largo de todo 2020 una aceleración en el ritmo crecimiento de la exportación de bienes”, lo que induce a sugerir que, “ante la peor situación de las economías occidentales, las empresas exportadoras españolas han buscado intensificar su actividad exportadora hacia este país, donde el impacto de la pandemia ha sido menos prolongado”.
En Fluidra creen que China es un mercado bastante pequeño para el sector piscina, por lo que, pese a que también se espera un entorno macro y desempeño en piscina más favorable, carece de la materialidad de otros mercados principales para el grupo Fluidra. Aunque, en general -se afirma desde la compañía- se espera que 2021 sea un año sólido para el sector, con mayor uso de las piscinas gracias a la tendencia a quedarse en casa y a invertir en ocio doméstico, mayor negocio de mantenimiento, de reparación y de nueva construcción. “Este efecto se va a dejar sentir más allá de este ejercicio y la nueva piscina construida asegura el negocio futuro gracias al aftermarket”. Pese a que “no se espera un crecimiento relativo tan extraordinario como 2020, pero sí que el mercado de piscinas pueda crecer en torno al 5% y que nosotros seamos capaces de continuar batiendo la media del sector”, explican fuentes de la firma.