
El secretario de Comercio de EE.UU, Howard Lutnick destacaba anoche que "las conversaciones con China van bien, muy bien". Reunidos en el habitual lugar en el que los primeros ministros británicos suelen dar su primer discurso tras la toma de posesión, en Lancaster House, las delegaciones comerciales al más alto nivel de ambos países parece que han alcanzado el establecimiento de un 'acuerdo marco' que sirva de base para la segunda fase de la negociación.
Hablamos de la vía directa, que ha de contar con el visto bueno del presidente de EE.UU., Donald Trump y el presidente de China, Xi Jinping. Y este hecho cierra el círculo sobre el preacuerdo que alcanzaron el pasado mes en Ginebra para aliviar los aranceles bilaterales que había ido subiendo de tono tras la implementación de los americanos, hasta niveles imposibles que llegaron a los tres dígitos.
Ahora todo queda en manos de los líderes, aunque desde Natixis, su economista senior, Jianwei Xu, destaca que el hecho de que ambas partes informen ahora a sus líderes “es una clara señal de que algunos desacuerdos o detalles sin resolver aún requieren discusión interna".
Y es que a pesar de este 'acuerdo marco', lo cierto es que solo supone que baja la tensión entre ambos, y que las partes han de seguir negociando ya que considera que sigue siendo incierto si conducirá a “acuerdos concretos o avances sustanciales”.
El núcleo central del acuerdo pasa porque ambos han desencallado en materia de tierras raras y de tecnología que ahora deben cumplir. En concreto, China deberá aprobar las exportaciones de tierras raras, de las que es líder mundial y Estados Unidos hacer lo mismo en materia de tecnología, y levantar las restricciones de venta a Pekín.

