El mercado, por tanto, puede estar nervioso, ¿no? Sobre todo, porque este verano prácticamente no existían dudas de que la Fed actuaría en septiembre, pero después de las turbulencias derivadas de la economía china y los sobresaltos de los mercados, el consenso revisó su postura
. Ahora se asigna una probabilidad del 30% a que se produzca una aumento del 0,25% el jueves y se tiende a favorecer la posibilidad de que suceda en diciembre. Algunos creen incluso que podría intervenir en octubre. Otros plantean una “subida intermedia” de 0,125% o menos, acompañada de un discurso más acomodaticio, que indicaría que el ajuste monetario va a ser lento y contenido.

Sin embargo, la Fed se encuentra como si fuera un rehén. O más bien entre la espada y la pared dado que su política monetaria tiene implicaciones internacionales, sobre todo a través de la fortaleza del billete verde, en un momento en el que todos los bancos centrales mantienen políticas monetarias muy acomodaticias. Y en este sentido la pequeña devaluación del yuan del mes pasado no es un asunto trivial. Actúa como una advertencia a la Fed para señalarle que la fortaleza del dólar (y por ende la del yuan, que se mantuvo hasta ese momento) no ayuda a Pekín en su intento de reequilibrar su modelo económico.


En resumen, por un lado, no hacer nada podría hacer creer a los inversores que la Reserva Federal es un rehén de los mercados. Pero también ellos podrían creer que la situación económica no es tan sólida como han afirmado desde la Fed en los últimos meses. Por el contrario, si el jueves, actúa su gesto podría interpretarse como un error de la política monetaria al no haberse producido una aceleración del crecimiento y no haber indicios de que aumente la inflación. En este caso, los tipos de interés a largo plazo y el dólar podrían bajar, lo que daría lugar …a ¡una flexibilización de las condiciones financieras americanas! Si no lo hace, podría desencadenar ventas masivas de bonos del Tesoro americano por parte de los bancos centrales de los países emergentes, con China a la cabeza, para hacer frente a la mayor presión bajista contra sus monedas, lo que refleja una fuga de capitales fuera de sus fronteras.

En otras palabras, asistiremos a un endurecimiento de las condiciones financieras “no controlado” a través de un dólar que se fortalecería y /o de una subida de los tipos de interés a largo plazo después de las ventas de los bancos centrales de los países emergentes. Entre Pekín y la Fed existe ahora más que nunca una relación de “Yo te tengo, tú me tienes…”