Pablo García, director general de Divacons Alphavalue, en lo que respecta al mercado español, la situación se percibe como complicada desde el punto de vista de las valoraciones. La bolsa acumula una revalorización del 34,5% en lo que va de año, con los bancos subiendo más del 70% de media y con un sector de defensa, encabezado por Indra, en máximos. Aunque la economía española mantiene un ritmo positivo y los resultados del sector bancario han sido muy sólidos, resulta difícil encontrar compañías con precios atractivos que ofrezcan un fuerte potencial de revalorización.
La estrategia, por tanto, pasa por mantener exposición a la tecnología estadounidense y al sector bancario europeo, con cierta posición en utilities como Iberdrola, que ha presentado un plan estratégico interesante. En cambio, se ha reducido la exposición en compañías como Indra, algunas energéticas renovables y otros valores que ya han multiplicado sus ratios.
La cautela es la nota dominante: se mantiene la inversión en sectores clave, pero con un enfoque más prudente, esperando correcciones o “sustos” de mercado que ofrezcan nuevas oportunidades de entrada a precios más razonables, en lugar de incrementar de manera significativa la exposición actual.
Y es que destaca que la situación actual de los mercados financieros es compleja y se caracteriza por un notable contraste entre unas valoraciones bursátiles elevadas y unas expectativas de beneficios todavía sólidas, sobre todo en las compañías ligadas a la inteligencia artificial. Sin embargo, los factores geopolíticos, las tensiones arancelarias y la crisis política en Francia están ejerciendo una presión significativa sobre los mercados de deuda.
El caso francés resulta paradigmático: mientras el CAC 40 muestra cierta resiliencia, la prima de riesgo respecto al bono alemán se amplía, aumentan los CDSs y los precios de los bonos caen con fuerza. Esta situación recuerda que, en Europa, las crisis más graves –como las de 2011 y 2012, con Grecia como epicentro– tuvieron su origen en el mercado de deuda, por lo que no debe subestimarse el posible impacto actual. La incertidumbre política en Francia complica aún más el panorama, ya que las dificultades para formar gobierno hacen poco probable un acuerdo de estabilidad, lo que podría derivar incluso en nuevas rebajas de la calificación crediticia.
En paralelo, el debate sobre las valoraciones se centra en la comparación entre la actual “burbuja” de la inteligencia artificial y la burbuja tecnológica de principios de los 2000. A diferencia de aquella, las compañías líderes de hoy generan beneficios, tienen un exceso de caja y lo reinvierten, sin necesidad de recurrir a deuda masiva ni de basar su valoración en métricas especulativas como el número de clics en una web.
No obstante, sus múltiplos resultan muy exigentes y se asemejan a los niveles alcanzados en la burbuja puntocom. Esto obliga a ser selectivos: las grandes ganadoras –inteligencia artificial, centros de datos y electrificación– presentan fundamentos sólidos, pero muchas otras empresas que intentan subirse a esa ola no cuentan con carteras de pedidos relevantes y cotizan a ratios muy elevados.
A ello se suma que la ventaja competitiva no siempre es sostenible en el tiempo. Igual que Tesla abrió camino en los coches eléctricos y acabó perdiendo parte de su exclusividad frente a los fabricantes chinos, las compañías punteras en inteligencia artificial podrían ver reducida su posición de liderazgo a medida que otros competidores avancen.

