La división de la rentabilidad financiera en “átomos” indivisibles aparecía ya en el Capital Asset Pricing Model (CAPM), elaborado por el premio Nóbel de Economía de 1990, William Sharpe. En ese modelo, distinguía dos fuentes de rentabilidad: la prima de riesgo y el alfa. Hoy en día, otros modelos denominados multifactoriales tienen en cuenta, además del alfa, varias primas de riesgo. Las primas de riesgo constituyen las ganancias complementarias que espera un inversor de activos de riesgo (como, por ejemplo, renta variable, renta fija o activos inmobiliarios), por encima de un tipo de interés sin riesgo. Las exposiciones a estas primas de riesgo se conocen comúnmente como beta. Exponerse a estas primas de riesgo resulta poco costoso, pero su gestión en una cartera necesita talento en términos de momento, así como un grado adecuado de diversificación. El alfa, por su parte, constituye la rentabilidad residual de una cartera, obtenida sustrayendo todas las contribuciones de las diferentes exposiciones a las primas de riesgo. Por consiguiente, el alfa es atribuible exclusivamente a las habilidades de gestión del inversor. Este parámetro equivale, por lo tanto, al retorno absoluto. Sus características son opuestas a las de la beta: el alfa es más bien raro y costoso.El aislamiento del retorno absolutoEl primer paso de este procedimiento consiste en buscar estrategias generadoras de alfa, es decir, cuyas variaciones de rendimiento no puedan explicarse por exposiciones a factores de mercado. El proceso propiamente dicho de aislamiento del alfa a partir de productos existentes puede hacerse de dos maneras. Una de ellas consiste en invertir en un fondo de inversión debidamente seleccionado, del que se sustraen, mediante derivados, los rendimientos generados por las exposiciones a las primas de riesgo beta. Otro enfoque consiste en considerar un fondo de inversión libre, cuya sensibilidad a los diferentes factores de riesgo es escasa o nula. En ambos casos, debe adoptarse una gestión minuciosa para neutralizar permanentemente los efectos de las diversas betas y extraer asimismo el retorno absoluto alfa.El aislamiento de alfa a partir de un vehículo de inversión existente requiere la utilización de una ingeniería financiera adecuada. El estudio de una estrategia de inversión generadora de alfa puede basarse, por ejemplo, en un análisis de riesgo de la rentabilidad realizada, consistente en cuantificar los efectos que generarían determinados cambios en los factores de riesgo subyacentes. Este tipo de análisis requiere un conocimiento detallado de las posiciones y de la estrategia de inversión seguida, así como la utilización de un modelo de riesgo multifactorial. En nuestra institución, nos concentramos principalmente en vehículos de inversión gestionados internamente, para tener la seguridad de una transparencia total. Por consiguiente, una vez aislado, el alfa equivale, nuevamente, a un retorno absoluto y no tiene ninguna correlación con los mercados financieros. Como en el caso de las inversiones tradicionales, varias fuentes de alfa permiten diversificar la cartera considerada haciéndola más eficiente. A la vez, esto permite reducir la presión sobre los gestores individuales de alfa. El proceso de diversificación pasa por una optimización del rendimiento y de la volatilidad de la cartera de alfa. Por lo tanto, los vehículos de inversión diversificada de alfa concebidos de esta manera se caracterizan por una volatilidad muy débil y ofrecen un potencial de rentabilidad positiva, sean cuales sean las condiciones de los mercados financieros.
Por qué elegir una estrategia de “alfa transportable”Las estrategias de alfa se confunden frecuentemente con las estrategias seguidas por los gestores de fondo de inversión libre s. Sin embargo, estos dos campos son muy diferentes, en la medida en que ciertos estudios muestran que la rentabilidad obtenida por numerosos gestores de fondo de inversión libre s puede explicarse por exposiciones a factores de riesgo beta. En efecto, tal como hemos comentado, las carteras alfa son por definición totalmente independientes de los factores de riesgo de los mercados financieros y generan rentabilidad en cualquier situación. Combinando fuentes de alfa diversificadas con exposiciones a factores de riesgo beta – ajustadas en función de las perspectivas de los mercados financieros -, es posible construir vehículos de inversión que ofrezcan un perfil riesgo-rendimiento sumamente interesante. La gestión de uno de nuestros productos absoluto-rentabilidad se basa en este enfoque atomístico y se observa, como indica el gráfico a continuación, que ofrece una rentabilidad notablemente superior a la de un índice de fondos de inversión libre como el HFRX, para un nivel de riesgo similar, incluso ligeramente más bajo.Por lo tanto, las carteras alfa son transportables hacia diversas clases de activos, por lo que tienen un interés complementario. La técnica es conceptualmente sencilla. La primera etapa consiste en replicar la exposición a factores de riesgo beta mediante derivados (contratos a plazo y swaps principalmente) por un importe inferior al que exigiría una inversión directa. La cantidad residual permite invertir en una estrategia alfa. El producto híbrido así creado, compuesto de beta y alfa, cumple dos objetivos: en primer lugar, la replicación de la rentabilidad de un activo particular y, en segundo lugar, su rentabilidad superior, generada por la cartera alfa. La propiedad de “transportabilidad” de la cartera de alfa permite a un inversor, sea cual sea su aversión al riesgo, realizar ganancias superiores a las que podría considerar tradicionalmente. Por otra parte, hoy en día, esta competencia de gestión se ofrece tanto al inversor particular como al institucional, bien sea a través de vehículos de inversión comercializados o mediante soluciones a medida. Además, este tipo de inversión responde particularmente bien a las exigencias que plantea la gestión minuciosa de los activos y pasivos de los fondos de pensiones.