Asistimos, una tras otra, a noticias desesperantes para los “héroes cotidianos” que somos todos los españoles, los que pagaremos la factura de estos desaguisados. Según informaciones periodísticas, en el 2016 cada español deberá 26.000 euros. ¿Se imaginan la presión fiscal que tendremos? Imposible de soportar con la actual situación económica. Si la permanencia de los gobiernos dependiera del grado de presión fiscal que ejercen sobre sus ciudadanos, en las elecciones, pocos revalidarían sus mandatos. La presión a la que nos vemos sometidos todos siempre va creciendo y es necesario cada vez que una parte más grande de nuestros ingresos sea para los impuestos.


Muchos nos preguntamos cómo nadie veía el deterioro de la situación. Los servicios de inspección del BdE no se enteraron, ni tampoco lo hizo el Instituto Valenciano de Finanzas que, aunque no es su competencia, la tienen muy cerca. Se parece a lo que muchas veces hemos comentado de la existencia de una ceguera consciente que impide ver lo que ocurre con la impunidad de la atalaya que se ocupa y los amigos que se forjan desde esa ubicación
. Es normal que la opinión pública se canse de este reguero de sinvergüenzas que con su gestión contribuyeron a que entidades con mucha historia detrás les haya servido de trampolín para llenar sus bolsillos. Estamos volviéndonos inmunes ante estas situaciones y eso es muy grave. Gobiernos europeos que han llevado a sus primeros ministros a los tribunales por la torpeza en gestionar la crisis, son de los pocos ejemplos de lo que habría que hacer con los gestores públicos y privados que llevan a estas situaciones.

La trasparencia brilla por su ausencia porque es un antídoto frente al abuso, campan a sus anchas en el apoyo a sus amigos con el dinero de todos. El Sr. Matas por ejemplo, también a empresas desastrosas, versus Llanera, entre otras. Este virus contagioso de no responsabilizarse de la gestión está muy extendido por los gestores de entidades financieras. Faltan gestores comprometidos y es necesario equilibrar licitud y legalidad, está claro que lo legal lo permiten las leyes y lo lícito es ético y bueno para la empresa y la sociedad.

Se juega muchas veces con la improvisación y el corto plazo y eso no funciona casi nunca. Lo financiero es un negocio de confianza y está en una situación de quiebra fraudulenta. Los accionistas que son los propietarios de estas entidades deben actuar con contundencia y claridad contra los gestores que dilapidan el capital de estas entidades centenarias que se han mantenido a lo largo del tiempo y de las sucesivas crisis, pero han sucumbido a sus gestores recientes.

El Banco de Valencia tiene un agujero de más de 1.000 miles de euros, una morosidad elevada y múltiples operaciones en activo que pasará a mora y habrá que provisionar. Para que esto suceda, como ya hemos comentado en otros escritos, han debido saltar todas las alarmas: de la intervención de la propia entidad, de las auditoras de sus cuentas y sobre todo del BdE, que debe de estar permanentemente vigilando el sistema, porque a esta situación no se llega en un ejercicio son sucesivos ejercicios los que provocan estos agujeros.

El B. de Valencia tenia entre otros fondos, los de una entidad europea ubicada en la Comunidad que por sus volúmenes, obligaba a plasmar internamente dos balances, con esta cuenta o sin ella. Eso demuestra hasta qué punto sus ejercicios eran poco reales y no tenían como soporte el día a día de la gestión, los pelotazos eran su problema y al final han acabado con la entidad y con el capital depositado de sus accionistas.
Al final B.de Valencia, Bancaja y la Cam , han sido devoradas por sus malos gestores.

RAFAEL MONTAVA MOLINA
Consultor de Empresas