La sujetaba su esposa Michelle Obama, quien contemplaba emocionada el momento, al igual que sus dos hijas, Sasha y Malia. La fórmula de juramento dice exactamente: "Juro solemnemente desempeñar con toda fidelidad el Cargo de presidente de los Estados Unidos y hasta el límite de mi capacidad, preservar y proteger la Constitución de los Estados Unidos". Le tomó juramento del cargo el presidente del Tribunal Supremo de EEUU, John Roberts.

El ya presidente se comprometió a liderar el país en la difícil senda de vuelta a la paz y prosperidad. También advirtió contra los sentimientos anticapilistas, al afirmar que el mercado no debería ser visto "como una fuerza del bien ni del mal". "Su poder para generar riqueza y expandir la libertad es sin igual, pero esta crisis nos ha recordado que sin un ojo vigilante, el mercado puede caer en una espiral sin control, y que la nación no puede prosperar mucho más cuando favorece sólo a la prósperos", afirmó Obama.

Su agenda es ambiciosa. La prioridad es la implementación de una paquete de estímulo económico de 825.000 millones de dólares diseñado para salvar o crear entre 3 y 4 millones de empleos. Esto será seguido de los planes de abandonar Irak y concentrarse en la lucha contra los extremistas en Afganistán, arreglar el sistema de salud del país, y realizar una reorganización de las normas que gobiernan al sistema financiero. Todo esto tendrá un trasfondo sombrío. La mayoría de los estadounidenses espera que la actual recesión dure al menos otro año, mientras que el déficit presupuestario -que ya se encuentra en máximos históricos- podría superar la marca de US$1 billón.

"No creo que un presidente haya asumido el cargo enfrentado problemas más severos e inmediatos desde (Franklin D.) Roosevelt", afirmó Brian Balogh, historiador del Centro de Asuntos Públicos de la Universidad de Virginia. Su agenda es ambiciosa. El primer orden del día es un paquete de estímulo económico de US$825.000 millones que ha dañado el presupuesto y que busca proteger o crear 3 o 4 millones de empleos. Esto está seguido por planes para salir de Irak y enfocarse en la lucha contra los extremistas en Afganistán, una cura de largo plazo para el sistema de servicios de salud y una reestructuración de las normas complejas que gobiernan al sistema financiero.

Todo esto será tratado frente a un telón de fondo que muestra un contraste agudo. La mayoría de los estadounidenses espera que la recesión actual dure al menos otro años, mientras que el déficit fiscal -que ya se ubicó en niveles récord el año pasado- superaría la marca de 1 billón de dólares. "No pienso que algún presidente haya asumido el puesto enfrentando un conjunto de problemas más severos e inmediatos desde (Franklin D.) Roosevelt", dijo Brian Balogh, historiador del Miller Center of Public Affairs de la Universidad de Virginia.

La transición de Obama estuvo más llena de acontecimientos que lo usual. El presidente electo estableció rápidamente un gabinete, presentó al público sus ideas sobre la economía y convenció a los legisladores de aprobar la entrega de US$350.000 millones para el paquete de rescate financiero del Departamento del Tesoro. Su equipo de asesores espera que el paquete de recuperación económica sea aprobado durante el próximo mes, y ha prometido una supervisión más rigurosa de los fondos de rescate.  Por otra parte, se prevé que el Senado confirme a los principales nominados de Obama tan pronto como el martes.  Los sólidos niveles de popularidad dan al nuevo presidente una ventana abierta para cerrar la división partidista e impulsar reformas significativas que considera necesarias.

La popularidad de Obama contrasta claramente con la de la persona que reemplaza. George W. Bush es el presidente saliente menos popular desde Richard Nixon, luego que su imagen ante el público se deteriorara como resultado de la recesión, la guerra, y un colapso bancario que los críticos vinculan a la adopción por parte de su gobierno de normas financieras indulgentes. Obama va a necesitar toda la buena voluntad que pueda reunir.