La semana pasada se saldó con el peor rendimiento en el S&P 500 desde marzo de 2020, cuando empezó la pandemia del Covid-19. El índice más representativo de la renta variable estadounidense cerró la semana pasada por debajo de su media móvil de 200 sesiones, un nivel técnico clave, por primera vez desde junio de 2020 y ya cae un 10% desde sus máximos históricos. El DOW JONES Ind Average registró su peor semana desde octubre de 2020 y el Nasdaq Composite, amplió sus descensos con una corrección del 16,48% desde sus máximos históricos de noviembre. Una caída de más del 20% se considera mercado bajista.
El rumbo de los mercados en este momento está muy condicionado a las decisiones que tome esta semana la Reserva Federal de Estados Unidos. Los inversores esperan de forma casi generalizada que el instituto emisor indique que subirá los tipos de interés en marzo y la posibilidad de un fin anticipado de las compras de activos con el fin de aplacar la inflación del 7%, que supone máximos desde 1982.
Con crecimiento y pleno empleo en EEUU, el banco central que lidera Jerome Powell debe aclarar su escenario para el resto del año: si terminará 2022 con tres o cuatro aumentos de los tipos -como descuenta el mercado- y si empezará este mismo ejercicio a recortar su balance de 8,8 billones de dólares como dejaron entrever las actas de la reunión de diciembre de la Fed. El balance de la Reserva Federal supone más del 40% del PIB de Estados Unidos y en la práctica reducir este importe supondría dejar de comprar los vencimientos de deuda que terminan.
“Entendemos que tanto la Fed, en su comunicado, como su presidente, Jerome Powell, tras la reunión y en rueda de prensa, tratarán de aclarar este punto, intentando a la vez tranquilizar a los inversores ya que lo que menos le interesa en estos momentos es que los mercados de renta fija y de renta variable se vengan abajo, por el daño que ello puede terminar haciendo a la economía real. El miércoles, al finalizar la reunión, saldremos de dudas. Una Fed que se muestre menos agresiva de lo que espera el mercado y a la vez confiada en que la alta inflación comenzará a remitir en los próximos meses puede tener un impacto muy positivo en la marcha de las bolsas estadounidenses y, por simpatía, en la de las europeas”, explica Juan José Fernández-Figares, director de análisis de Link Securities.
Las actas de la reunión de diciembre de la Reserva Federal apuntaron por primera vez la posibilidad de reducir el tamaño de su balance, lo que tensionó al mercado y especialmente a las compañías con valoraciones más exigentes como las tecnológicas ligadas al crecimiento. Las previsiones de este tipo de empresas se hacen en base a un escenario de tipos al 0% o muy bajos, por lo que las valoraciones más exigentes sufren si se le añade el aumento del coste del dinero. Las grandes FAANG, en teoría, pueden trasladar los costes a los usuarios finales y pueden sufrir menos.
“Para evitar que las valoraciones de las clases de valores se vean presionadas, el crecimiento de los beneficios debe ser capaz de compensar el aumento de los rendimientos. Cuanto mayor sea la magnitud de la normalización de la política monetaria, más negativo será el impacto para los mercados. Sin embargo, mientras la postura general siga siendo acomodaticia (tipos de interés reales bajos), la renta variable seguirá teniendo apoyo a lo largo del ciclo económico”, comenta Gerhard Winzer, economista jefe de la gestora austriaca Erste Asset Management.
Los analistas de Bankinter, por su parte, añaden al cóctel por el que atraviesan los mercados y las dudas de la Fed, la crisis geopolítica entre Ucrania y Rusia. “Las bolsas no se desbloquearán, ni rebotarán de manera fiable hasta que haya un desenlace en Ucrania y pase la Fed del miércoles. Si se arreglara sin invasión rusa y la Fed no volviera a hablar de reducir su balance, el rebote sería notable. En caso contrario, salvo desenlace desastroso en Ucrania (improbable) en lugar de simplemente malo (probable), todo o casi todo lo malo está ya descontado en las cotizaciones”, apuntan.