Como cada primer jueves de mes, las bolsas se preguntan si el Banco Central Europeo (BCE) va a actuar para, llegados a este escenario de “brotes verdes”, apuntalar la recuperación económica de la Zona Euro. El consenso está muy dividido ante la posibilidad de una bajada de tipos o sobre la puesta en marcha de otras medidas en un entorno de baja inflación y limitado crecimiento económico. El debate reside en si la Zona Euro se enfrenta al peligro de la deflación y, por tanto, el BCE debe actuar para contenerlo, o si se encuentra en un periodo de desinflación.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE), se conoce como “deflación” al “descenso del nivel de precios debido, generalmente, a una fase de depresión económica o a otras causas”; mientras que el concepto de “desinflación” no está registrado. Casi resulta lógico que nadie entienda a Mario Draghi, el presidente del BCE, que se aferra a la idea de que, el actual es un periodo de desinflación, es decir, de precios bajos, no de deflación. La diferencia entre la deflación que temen aquellos que le piden al BCE que actúe y la desinflación que argumenta Draghi es que la primera implica que los precios decrezcan, es decir, que los datos de inflación sean negativos, mientras que la segunda solo indica que la inflación no sube, sino que baja, pero los precios siguen incrementándose. Ejemplo en cifras: si el IPC cae del 1,5% al 1% se produce desinflación, porque los precios caen respecto al nivel anterior, pero siguen subiendo. Para hablar de deflación tendrían que decrecer, es decir, que el IPC se sitúe en tasa negativa, como por ejemplo, el -0,1%.
Según los últimos datos relativos a los precios de la Zona Euro publicados el pasado viernes, el IPC registró en febrero una subida del 0,8%. Como este porcentaje queda lejos del 2% objetivo del BCE -nivel es donde la autoridad monetaria del Viejo Continente define “la estabilidad de precios”- se considera que el actual escenario es de desinflación, pero no incurren en deflación. Lo que resta presión al BCE de estas últimas referencias es que quedaron por encima de lo que esperaba el consenso del mercado, que preveía una inflación aún más alejada de la “estabilidad de precios”, en el 0,7%. La cifra subyacente también se dirigió hacia ese “estable” 2% al avanzar en febrero hasta el 1,0%, desde el aumento anterior del 0,8%.
Draghi defiende "con uñas y dientes" la desinflación y no contempla el riesgo de deflación, a pesar de que hasta la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christene Lagarde, le ha puesto cifras a ese peligro. Ayer durante su intervención en el primer Foro Global España que se celebró en Bilbao, Lagarde consideró que hay un riesgo de deflación de entre el 10% y el 15%, y que esta amenaza “podría hacer descarrilar la recuperación”. Este peligro de deflación, causa o efecto de la famélica recuperación de la Zona Euro, y la propia recuperación tan tímida, son los argumentos de los que piden al BCE que actúe o bajando los tipos de interés o con cualquier otra medida que impulse el crédito y reactive con más vigor la economía.
El consenso de Reuters apuntaba la semana pasada que 26 de los 78 economistas consultados esperan un recorte en los tipos, mientras que la encuesta de Bloomberg, realizada a 54 expertos, arrojaba 14 opiniones favorables a la rebaja de los tipos, actualmente en el 0,25%. Ocho de esos 14 economistas esperan que el recorte sea de 15 puntos básicos, hasta el 0,1%, opinión que defienden brókers como Commerzbank y Morgan Stanley. Otros nombres esperan que esa rebaja sea hasta el 0,15%.
En declaraciones a Bloomberg, Jacques Cailloux, economista jefe de Nomura, considera que “la presión que sufre el BCE para actuar se ha relajado frente al mes pasado (…) La información disponible refrenda la teoría de una modesta recuperación y una inflación siguiendo, en líneas generales, las previsiones que lanzó el BCE en diciembre”. En Credit Suisse consideran que las últimas cifras de inflación del pasado viernes permiten al equipo de Mario Draghi mantenerse a la espera. Asimismo, el bróker suizo considera que hay más referencias macro, como un crecimiento del M3 mejor de lo esperado, que se suman a la “munición de los halcones (los que priorizan el control de la inflación frente a la preocupación por el crecimiento económico) del BCE y permiten a la entidad justificar su inacción”.
“Esperamos que el BCE revise a la baja sus previsiones de inflación para este año y el que viene”, prevé Credit Suisse, antes de esta reunión en la que la autoridad monetaria del Viejo Continente lanzará sus previsiones económicas para los próximos ejercicios. “Pensamos que en 2016, la inflación se mantendrá por debajo del objetivo de estabilidad de precios. El BCE mantendrá también su forward guidance de 'tipos en los niveles actuales o más bajos'. Pero la previsión de inflación para 2016 es probablemente lo suficientemente elevada como para alejar una QE (compra de activos al estilo de la Fed de Estados Unidos -quantitative easing) del BCE. Lo que no se puede excluir es el paso simbólico que supondría poner fin a la esterilización del SMP (Securities Markets Programme o compras de deuda soberana en el mercado secundario), con el fin de paliar el menguante exceso de liquidez, aunque el BCE podría querer mantener esta herramienta en el bolsillo”, opinan en Credit Suisse.
Se entiende por eliminar la esterilización del SMP devolver al mercado el dinero que imprimió para comprar bonos soberanos en los momentos más duros de la crisis de deuda en Europa. “Esta herramienta no se traslada a crédito de forma inmediata”, apuntaba hace unos días Alberto Matellán, director de estrategia y análisis de Inverseguros en el boletín que escribe en El Diario del Seguro.
Las últimas palabras de Draghi, ayer en el Parlamento europeo, se resumían, según el estratega de Citi en España, José Luis Martínez Campuzano, en que el presidente del BCE considera “importante encontrar el camino para que las medidas expansivas de política monetaria pasen a la economía real”; reconoció que la financiación del crédito es un instrumento que podrían utilizar y que el nivel actual del tipos de cambio del euro es muy bajo, aunque el precio de la moneda única no es un objetivo (aunque sí influye en la estabilidad de la inflación). “Sigo pensando que el BCE probablemente tomará nuevas medidas expansivas este jueves. Pero, probablemente, seguirán sin ser suficientes”, concluye Martínez Campuzano.
En Inversis, de hecho, advertían la semana pasada que el BCE no ha resuelto aún su principal quebradero de cabeza, porque el crédito no fluye. “Muchos indicadores podrían apuntar a una mejora global de la Zona Euro, también en la periferia. Sin embargo, el crédito sigue sin fluir en la región, como mostraría la caída de los préstamos privados y el escaso crecimiento de la masa monetaria. Estos datos añadirían más presión al BCE”.
Además del fin de la esterilización del SMP, el BCE cuenta con otras dos herramientas, enumeradas también por Alberto Matellán:
1) “Compra de ABS: comprar a los bancos comerciales de Europa paquetes de préstamos. Es decir, si un banco como Santander, BBVA, etc, concede créditos a personas o empresas, puede agruparlos en paquetes y venderlos en el mercado bajo determinadas condiciones. Son los ABS. Si el BCE los compra, facilita que la banca conceda préstamos, puesto que ya tendría asegurado un comprador. De ese modo, se conseguiría que circule más dinero por la economía y, en teoría, se reforzaría la subida de precios.
2) Bajar tipos. Teniendo en cuenta que el tipo de referencia se encuentra ya en el 0,25%, realmente existen dos posibilidades: bajarlo aún más, hasta, por ejemplo, el 0,15%. El impacto real de esta medida sería nulo, salvo para mercados muy específicos. O reducir el tipo de depósito, es decir, lo que se le paga a los bancos comerciales por depositar su dinero en el BCE. Esta cifra está actualmente en el 0,0%, por lo que se plantearía situarla en negativo, de modo que, a efectos prácticos, los bancos pagarían para que el BCE les guardara su dinero. Es la más polémica por las distorsiones que causa en los mercados financieros y la que más oposición encuentra entre los directivos del BCE”. En Bloomberg, solo uno de 40 economistas consultados, en concreto, Michael Schubert de Commerzbank, espera que el tipos sobre depósitos caiga al -0,1%.
Y por si el galimatías de factores que influyen en el BCE y de opiniones sobre lo que debería hacer no fueran suficientes, la crisis de Ucrania ha entrado en escena. “No es descartable que el BCE pudiese poner en cuarentena alguna de las políticas de expansión monetaria si los precios del petróleo, gas y los combustibles tuviesen una reacción muy alcista que pudiese tener un impacto significativo sobre la inflación”, apunta en Expansión Javier Montoya, analista de Alpha Plus. “Ayer el precio del Brent acusó la crisis ucraniana pero hoy deshace gran parte de lo andado”, según el analista técnico de Bolsamanía, José María Rodríguez.
María Gómez