Pero si le preguntan: ¿Qué prefiere? ¿Perder 900€ seguros o tener un 90% de probabilidad de perder 1000€ (y por tanto, un 10% de no perder nada)? ¿Escogió esta vez la segunda alternativa? Si es así, hay dos noticias para usted. La primera es que no es un rara avis. Es humano, felicidades. La segunda es que no está preparado para ser trader. ¿Por qué?
Con este dilema mental, el psicólogo y premio Nobel de economía Daniel Kahneman explica la mayor barrera para ganar en general y, en el caso que nos ocupa, dinero en particular. La misma que identifica el responsable de formación del Instituto BME, Enrique Castellanos, quien defiende que el ser humano no está preparado para hacer trading porque mantiene un sesgo que lo condiciona definitivamente: la aversión a la pérdida. Según cita el Behavioral Finance, el humano odia las pérdidas y sufre más por ellas de lo que disfruta de los beneficios.
Naturalizar las pérdidas como parte del negocio se dice fácil. “Hay que estar muy entrenado, no vale cualquiera. Si a eso añadimos la ansiedad que nos genera perder y el deseo de recuperar rápidamente, las decisiones que se toman seguramente no sean las más acertadas y no hagamos más que encadenar error tras error”, explica Castellanos.
En la misma línea se muestra Tomas García-Purriños, CFA, CAIA y Senior Portfolio Manager de Global Multi Asset Solutions (GMAS) España de Santander Asset Management, quien asegura que todo lo que sabe de psicología y mercados lo ha aprendido intentando buscar una explicación a los errores que él mismo ha cometido. “Muchos querrán vender sus recetas milagrosas sacadas de libros, pero sin ninguna base para la vida real. Es decir, aunque hagas todo lo que esté en tu mano y dediques todo tu esfuerzo e ilusión con la mayor de las sonrisas, es posible que no te vaya bien”. Mucho más en la inversión, una actividad con tal carga aleatoria que el ser humano no está capacitado para calcular todas las posibilidades. “Somos unas máquinas muy eficientes en supervivencia, pero muy malos matemáticos”.
Los expertos coinciden: para demostrar la maestría es necesario el paso del tiempo, mucho entrenamiento mental y la identificación de los grandes pecados capitales. García-Purriños destaca tres: el orgullo, la avaricia y el miedo.
El orgullo
En 1999, la revista “Money” hizo una encuesta entre 500 inversores, preguntando si sus carteras habían conseguido batir al S&P 500. Uno de cada cuatro respondió que sí. No obstante, cuando se les pedía que especificasen el resultado exacto, el 80% mantenían ganancias inferiores a las del mercado. Todos estos estudios ponen en relieve que las personas tendemos a sobrevalorar nuestras habilidades. “Al final, todo lo anterior tiene una palabra que lo define: orgullo”, explica García Purriños.
El orgullo provoca que operemos con exceso de confianza. La peor consecuencia es que puede llevarnos a alterar la información que recibimos para adecuarla a nuestra realidad. Un inversor orgulloso creerá que su información es la mejor y que su valoración de la situación es la más correcta. Otro error provocado por este ‘pecado’ es la creación de unas perspectivas irreales de beneficios. Debido a que el orgulloso se considera, inconscientemente, más inteligente y mejor que los demás, no diversifica. Finalmente, el inversor orgulloso hace más operaciones de las debidas.
Brad Barber y Terran Odean estudiaron entre 1991 y 1997 más de 35.000 cuentas de valores llegando, entre otras, a la conclusión de que el exceso de confianza llevaba a los inversores a sobreoperar, lo que afectaba negativamente en todos los casos a sus carteras. Un inversor que cae en el “over-trading” satisface su ego con las operaciones positivas, olvidando rápidamente las negativas.
El miedo
Es inevitable sentirlo cuando entramos en una operación. “Con la operativa en rojo se piensa peor y hay mayor espacio para la duda”, dice García Purriños. El miedo es un arma poderosa porque puede cuantificarse (en distancia frente al stop loss, en máximo drawdown, en indicadores de sentimiento, en volatilidad, en skew...). Dos grados del miedo son los más preocupantes a la hora de invertir: el riesgo y el pánico. Una vez cuantificado el riesgo se convierte en una una gran herramienta, porque podremos adecuar nuestra cartera al nivel que estemos dispuestos a asumir. “Este es el giro copernicano de la inversión: cada vez que vayamos a hacer una operación, primero debemos pensar en sus posibles pérdidas”. La otra tipología, el pánico, debe ser siempre observada con sentido común, porque no suele estar justificada.
El miedo también suele cobrar protagonismo en función del momento de la operativa. Por ejemplo, a que se nos vaya un buen precio de entrada y a perder dinero en la operación. Ambos miedos, explican los expertos, pueden ser parcialmente cubiertos con un sistema claro de entradas y salidas.
Por último, debemos considerar el miedo a equivocarse, algo muy común en una actividad tan frustrante como el trading, que exige unos niveles de tolerancia al fracaso muy altos. “No pasa nada porque algunas inversiones vayan mal, no dice nada sobre nuestra inteligencia. Lo importante es la cartera global”, recuerda Purriños.
La codicia
Si el miedo es la razón de vender en los mínimos del mercado, la codicia es el motivo de comprar en el máximo. El porfolio manager de Morabanc lo explica así: “La codicia es esa voz interior que, cuando vas a poner la orden de compra te dice ‘es una ganancia segura, compra el doble’.
En el próximo programa de Trading de Corto Plazo Nivel Experto que comienza el día 1 de febrero, formamos a futuros traders de corto plazo para maximizar su rentabilidad de forma recurrente y construir un perfil sólido tanto en la estrategia, con tácticas exclusivas para diferentes activos, como en psicotrading, gestión monetaria y operativa en directo como práctica final, que permitirá a los alumnos ganar confianza y consolidar todos los conocimientos adquiridos con la operativa en mercados reales.