Esto ocurre porque gran parte de los medios de comunicación han puesto más énfasis en resaltar los escándalos que han acompañado a su desaparición que a la quiebra en sí. Todo lo relativo a las dietas y las tarjetas Black, junto a los créditos a “amiguetes” y las indemnizaciones millonarias, han ocupado diez veces más espacio en la noticias que los motivos que provocaron la desaparición de algunas cajas
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Si se hiciera una encuesta preguntándole a la gente por qué han quebrado las cajas, estoy seguro que la mayoría achacaría la causa a: el expolio realizado por los directivos; la entrada de los políticos en su gestión y también a la nefasta gestión de vigilancia del Banco de España. Si a la gente le preguntamos ¿Por qué miles de empresas relacionadas con la construcción han quebrado?, seguro que la respuesta generalizada seria “por culpa de la crisis económica”. Pues bien, la culpa de la quiebra de las cajas es la misma, es decir la crisis. Está claro que la crisis ha existido para todas las cajas, pero se han salvado aquellas que estaban mejor gestionadas y sobre todo aquellas cuyo consejo de administración ejercía su función y no permitió que los directivos actuaran a su libre albedrío.

Si pudiéramos sumar todas las cantidades que se han “esfumado” de las cajas por apropiación indebida, “chorizadas” y cobros seudo-legales estoy convencido que no se alcanzaría siquiera el 1% de lo que nos ha costado a los españoles rescatar las cajas. Los robos, expolios y aprovechamientos que los directivos y consejeros de las cajas han cometido no son los que han causado la quiebra, pero han sido actuaciones deleznables, despreciables y miserables, por una razón principal: la mayoría se produjeron cuando las cajas ya estaban heridas de muerte y ellos sabían que muchos de sus clientes iban a tener problemas para recuperar sus ahorros.

Hasta el año 1988 las cajas tenían limitada su operatoria a los territorios donde estaban ubicadas, a partir de esta fecha se les autorizó a poder actuar en cualquier parte del territorio español. Esta equiparación de las cajas con los bancos podía, así se pensaba entonces, conseguir que hubiera cajas tan importantes como los bancos  y, dado que sus beneficios iban a la Obra Social, pues desde un punto de vista social las ganancias revertían de nuevo en el pueblo. Sin embargo, pasado el tiempo hemos comprobado que está autorización fue el inicio de su posterior fracaso y en lugar de dar beneficios a la sociedad le ha producido perdidas.

Tradicionalmente, los bancos y cajas se han dedicado a captar depósitos y conceder préstamos. Cuando las cajas empezaron su expansión, se dieron cuenta que en las nuevas oficinas tenían una gran demanda de crédito, pero los depósitos eran más difíciles de conseguir. Pero esto fue solucionado pidiendo dinero a la banca europea que se lo prestaba a un bajo tipo de interés. El negocio estaba claro, todo era cuestión de dar muchos créditos y pedir dinero a Europa. Esto funcionó muy bien hasta que llegó la crisis. Cuando esta llegó, se dieron cuenta que muchos clientes no podían devolver los prestamos y, para no dañar su imagen ni sus beneficios, se dedicaron a renovar los créditos sin aportar mayores garantías, pero entonces no podían devolver el dinero que debían a los bancos europeos. La solución que le dieron fue empezar a emitir preferentes y cuotas participativas para conseguir fondos.

Los directivos pensaban que esta crisis iba a ser tan corta como las anteriores y por lo tanto lo importante era aguantar hasta que escampara, como la crisis se iba alargando, el problema cada vez era mayor. En esta situación, el Banco de España debería haber intervenido para solucionar el problema, pero ¿ quien era el guapo que levantaba las alfombras, cuando Zapatero y todo su Gobierno decía que la banca española era la mejor del mundo?. El Gobierno y el Banco de España cometieron el mismo error que los directivos de las cajas: pensar que la crisis duraría poco, y como España tenia una deuda pública muy baja se podría aguantar hasta que pasara la crisis. La crisis seguía y cada vez más clientes no podían pagar sus préstamos.

Las cajas renovaban y renovaban las operaciones, saltándose todas las reglamentaciones, hasta un punto en el que el Banco de España tuvo que intervenir, pero ya era tarde, las cajas tenían tal cantidad de porquería en sus tripas que la única solución era liquidarlas.

Este escrito puede tener varios errores y falta de aclaraciones en algunos temas, pero he querido exponer las cosas para que sean entendidas por la mayor cantidad de lectores posible.

Pedro Morante Gutiérrez ( ex directivo de Banca)