¿Alguien es consciente de que los Fondos Next Generation hay que devolveros… con más impuestos?

Tuve unos jefes, hace ya muchos años, que confundían ingresos con deuda. Venían de ver a una caja de ahorros contentísimos, porque les habían dado una línea de crédito de un millón. La directora financiera temblaba: “estos no son conscientes de que hay que devolverlo”. Eran los tiempos de las cajas, claro y operaron con todas las que quebraron: CCM, Bancaja, las gallegas… En el Santander o La Caixa ni les recibían. Las cosas acabaron como sólo podían acabar: mal.

Porque, entre otras cosas, esos sablazos no iban dirigidos a algún proyecto de crecimiento exponencial que pudiera generar lo suficiente para devolver los créditos, sino que iban a sufragar gasto corriente (por decirlo de manera elegante).

El caso es que veo el mismo patrón con unos súper fondos europeos Next Generation aprobados a toda prisa como solución a la crisis Covid, que en teoría iban a disparar de nuevo la economía y se convertirían en una solución mágica.

Una lluvia de cientos de miles de millones de euros, que cuando la gente los veía anunciados a todo trapo en el telediario, ya se veía con un dineral en su cuenta. Pero ese dinero no se ha articulado. Se leen informaciones que hablan de que apenas se han concedido el 5%, el 7%... de las ayudas. Es decir, ese dinero no ha llegado al destino.

Da igual la cifra, no creo que nadie sepa exactamente cuál es, pero es enana. Entre otras cosas, porque lo que sí conozco es mucha gente que no se plantea acceder a esas líneas de presunta ayuda, porque saben que traerá problemas de solicitud, de desembolso y de devolución.

Es decir, que pedirlo será un lío burocrático de mucho tiempo, las ayudas se concederán para lo que consideren fuentes ajenas, no para lo que necesite el solicitante, y, además, no es un regalo: tocará devolverlo.

Y desde la UE, la ínclita Ursula Von der Leyen avisa: “hace falta más dinero parar ir recuperando ese dinero y eso sólo se logra con más dinero”. Suena a perogrullada de Rajoy, pero lo que indica es que imprimen billetes y los recuperan de los bolsillos de la gente.

La UE quiere más impuestos, sin rodeos. Lo recogen medios tan serios como Reuters: “We need new sources of financing… We must start repaying the loans raised for NextGenerationEU.”

O The Guardian (palabra de Dios): nuevas figuras tributarias europeas sobre grandes empresas para financiar un presupuesto comunitario inflado hasta los dos billones españoles (la leche, con perdón). Impuestos europeos que, como cualquier economista sabe, acabarán repercutidos en consumidores, salarios, precios y oportunidades perdidas.

Nos dicen que se gravará “el carbono”, “los beneficios extraordinarios”, “las grandes multinacionales”, bla bla bla. Una fantasía contable. No existe el “impuesto a las empresas”: existe el impuesto que paga alguien. Siempre. Ese alguien es usted, soy yo, es cualquier persona que compra, trabaja, ahorra o emprende. Es la economía, en definitiva, a la que se estruja más en beneficio de la estructura política.

Esta es la jugada: Bruselas inventa dinero a través de deuda común. Después anuncia que necesita nuevos impuestos para devolverlo. Lo hace con solemnidad, envuelto en lenguaje técnico, como si las leyes de la economía no fueran con ellos. Por nuestro bien, siempre todo en nombre del bien común.

Pero la lógica es evidente: si gastas hoy y lo financias con deuda, mañana habrá que pagarlo. Si el impacto de esos fondos es tan pobre como reconocen incluso sus defensores, la ecuación es aún más cruda: deuda sin crecimiento, impuestos sin productividad.

No quiero ni pensar el impacto en el crecimiento europeo, la inflación, la deflación salarial y la pérdida de competitividad que puede acarrear un nuevo estrujamiento fiscal. Luego, nos quejamos de que el peso relativo de Europa en la economía mundial ha caído en picado en los últimos años. O de que el capital europeo busca oportunidades en EE UU, no aquí.

Los Next Generation se presentaron como una especie de Plan Marshall europeo. Al final, van camino de ser otra cosa: un préstamo caro, mal ejecutado y que pagaremos entre todos, con una Europa más endeudada, más intervencionista y menos dinámica. Un déjà vu de la peor política económica: poco pan para hoy, más impuestos para mañana.

¿La única certeza? Ese dinero volverá a salir de los mismos bolsillos de siempre. Los de la gente. No hay que creer promesas de futuro que llegan de la nada. La realidad es que el futuro se gana de otra manera.

Me viene a la cabeza una frase que me parece que encierra una gran enseñanza de vida en una de mis películas favoritas, ‘Fiebre del Sábado noche’, cuando John Travolta (Tony Manero) reclama su sueldo el viernes, para gastarlo todo el fin de semana en la discoteca 2001 Odissey y su sensato jefe le dice que se lo da el lunes para que tenga capacidad toda la semana e incluso pueda ahorrar "pensando en el futuro". La respuesta de un tontaina (y populista) Travolta es de libro, pero el jefe es inapelable:

  • “¡El dinero lo quiero ahora, que se j… el futuro!
  • Hijo, no puedes decir que se j… el futuro, porque el futuro viene y te j… a ti.”

Aplicable a los Next Generation y todo tipo de deuda caída del cielo por la benignidad de nuestros políticos.