La brecha frente a otros países de la Zona Euro es enorme, donde se grava la vivienda con un 19%-20%, como sucede en Alemania o el Reino Unido.

El impacto en las transacciones de este tipo excepcional no está siendo todo lo positivo que cabría esperar porque, aunque un tributo ventajoso siempre es un aliciente, si no se dan las condiciones económicas adecuadas, la demanda sigue sin dar el paso definitivo.

Es cierto que España es el país de la UE que menos recauda a través del IVA, pero tampoco se puede recurrir al sistema tributario como la tabla de salvación sin realizar un ejercicio coherente de saneamiento presupuestario para equilibrar responsabilidades con el contribuyente.

Por otro lado, la eliminación de la deducción por compra de vivienda era una medida que se veía venir. El Gobierno no puede seguir obviando las recomendaciones de la Comisión Europea o del FMI entre otros, y tampoco puede confundir a la sociedad con mensajes contradictorios de diferentes portavoces. Nada más llegar al poder restableció la deducción y ahora está dilatando lo inevitable.

Es vital que el Gobierno actúe con total transparencia en esta clase de decisiones, más aún cuando se trata de algo tan sensible, que la ciudadanía tiene tan interiorizado. La caída de esta ayuda será muy impopular, ya que muchos hipotecados la ven como un derecho adquirido. Penalizar a los que ya se benefician de ella con carácter retroactivo es algo poco probable.

El aumento de la presión fiscal en materia de vivienda tendrá una repercusión directa sobre el precio de los inmuebles y sobre la intención de compra de la demanda, forzando ambas curvas a la baja. Aunque la deducción tiene un peso más psicológico que monetario, se producirá un enfriamiento inevitable del mercado, lo que unido a la desconfianza frente al empleo, podría retrasar más aún la decisión de compra y el cierre de la operaciones.